Una víctima de la noche de los «bastones largos»


En junio de 1966, las Fuerzas Armadas, con el general Juan Carlos Onganía a la cabeza, derrocaban al presidente constitucional Arturo Illia. El clima social se había preparado para aceptar el golpe, mientras un gran número de editorialistas argumentaban a favor del “hombre fuerte” necesario para restablecer el orden.

Para lograr aquel “orden”, el gobierno creyó necesario llegar hasta las raíces del “caos”, aun cuando desnudara por completo y de inmediato su naturaleza duramente reaccionaria. Entre sus primeras medidas, se ordenaron la clausura del semanario humorístico Tía Vicenta y la detención de dirigentes sindicales y estudiantiles, se secuestraron libros, se clausuraron locales, se prohibió la exhibición de películas y hasta de la inofensiva ópera argentina. En la ciudad de Buenos Aires, una ordenanza municipal de julio de 1966 llegó a prohibir el contacto de artistas musicales con el público ante el cual actuaban y se impusieron multas a los que infringieran estrictas normas de vestimenta y lenguaje en público.

En este contexto, el gobierno dio el nefasto golpe a las universidades. El 29 de julio de 1966, a sólo un mes de asumir el poder, tuvo lugar la “noche de los bastones largos”. Con la excusa de combatir el comunismo, se autorizó el asalto contra la histórica autonomía universitaria. Ya se había prohibido la actividad política de los estudiantes y los órganos tripartitos conseguidos por la reforma de 1918.

Aquella noche de fin de julio, la policía montada irrumpió a caballo en la Universidad de Buenos Aires, desalojó a estudiantes y docentes, usó sus porras y detuvo a cientos de estudiantes, de los cuales un centenar terminó en el hospital. Particularmente violenta fue la represión de las tropas de la guardia de infantería en la Facultad de Ciencias Exactas de la UBA.

Tras la represión sufrida, facultades enteras se despoblaron. Miles de estudiantes y profesores emigraron a otros países. Las universidades argentinas sufrirían una prolongada intervención, carente de orientación. Unos meses más tarde, la policía de Córdoba asesinaría al manifestante estudiantil Santiago Pampillón. Pero lejos de conquistar el objetivo de poner fin al “nido de comunistas”, las universidades aumentaron su militancia revolucionaria.

Para recordar aquella fatídica noche, traemos las palabras de uno de sus protagonistas, el profesor Warren Ambrose, quien días más tarde publicó una nota en The New York Times, describiendo la golpiza sufrida y vaticinando el exilio de buena parte de la comunidad universitaria.

FuenteThe New York Times, 3/8/66, en www.elhistoriador.com.ar

«Entonces entró la policía. Me han dicho que tuvieron que forzar las puertas, pero lo primero que escuché fueron bombas, que resultaron ser gases lacrimógenos. Al poco tiempo estábamos todos llorando bajo los efectos de los gases. Luego llegaron soldados que nos ordenaron, a los gritos, pasar a una de las aulas grandes, donde nos hizo permanecer de pie, con los brazos en alto, contra una pared. El procedimiento para que hiciéramos eso fue gritarnos y pegarnos con palos. Los golpes se distribuían al azar y yo vi golpear intencionalmente a una mujer –todo esto sin ninguna provocación. Estoy completamente seguro de que ninguno de nosotros estaba armado, nadie ofreció resistencia y todo el mundo (entre quienes me incluyo) estaba asustado y no tenía la menor intención de resistir. (…)  Luego, a los alaridos, nos agarraron a uno por uno y nos empujaron hacia la salida del edificio. Pero nos hicieron pasar entre una doble fila de soldados, colocados a una distancia de diez pies entre sí, que nos pegaban con palos o culatas de rifles y que nos pateaban rudamente en cualquier parte del cuerpo que pudieran alcanzar. (…)  No tengo conocimiento de que se haya ofrecido ninguna explicación por este comportamiento. Parece simplemente reflejar el odio para mí incomprensible, ya que a mi juicio constituyen un magnífico grupo, que han estado tratando de construir una atmósfera universitaria similar a la de las universidades norteamericanas. Esta conducta del Gobierno, a mi juicio, va a retrasar seriamente el desarrollo del país, por muchas razones entre las cuales se cuenta el hecho de que muchos de los mejores profesores se van a ir del país

 

Warren Ambrose

Fuente: www.elhistoriador.com.ar