Tosco y el estallido cordobés


Hacia comienzos de 1969 era evidente que los supuestos “éxitos” del plan de “normalización” ejecutado por el ministro Krieger Vasena eran una fantasía. El programa iniciado en marzo de 1967 ganaba cada vez más opositores: no eran sólo los sectores populares, afectados por la inflación, el congelamiento de sus salarios y de los convenios colectivos, también había quejas por parte de un amplio abanico de pequeños, medianos y hasta algunos grandes empresarios nacionales y, sobre todo, los grandes propietarios del campo. No se podía ocultar que los únicos que se beneficiaban con el programa económico del Onganiato eran los grandes monopolios, principalmente extranjeros.

A ello se sumaba un clima social que se iba enrareciendo, empujado por la radicalización de amplios sectores sociales, incluidos amplios grupos de cristianos, pero también por las promesas del régimen militar de que finalmente llegaría el “tiempo social” y los primeros aumentos salariales en mucho tiempo. Esta salida del letargo político coincidía -para males del régimen- con el cincuenta aniversario de la reforma universitaria, en un sector desafortunadamente maltratado, y que también alimentaría las nacientes fuerzas de las guerrillas urbanas.

Así, todo comenzó aquel mayo de 1969 con la protesta universitaria en Corrientes. Los estudiantes de la Universidad Nacional del Nordeste se manifestaban en las calles contra el alza de los precios y contra la privatización del comedor estudiantil. En la represión, fue asesinado el estudiante de medicina Juan José Cabral. Las marchas de protesta no se hicieron esperar. Pero en Rosario, encuentran también la fatal reacción estatal. Allí es muerto alevosamente el estudiante de Económicas, Ramón Bello. No serán las únicas víctimas fatales de aquellos días.

A mediados de mayo, los obreros en protesta por la quita de algunos beneficios se lanzan a la lucha. Los acompañan los estudiantes, cuya universidad es cerrada. Córdoba era por entonces uno de los epicentros más radicales del sindicalismo nacional. No sólo por los sindicatos clasistas de las importantes automotrices. También por la radicalizada posición de figuras como Agustín Tosco y de los hombres de la CGT como Elpidio Torres.

Así, el 29 de mayo, el movimiento obrero cordobés se une para realizar una huelga general. Los trabajadores del complejo automotriz se dirigen al centro de la ciudad, donde intentan confluir con las columnas de estudiantes. La policía busca frenarlos, pero avanzan hacia los barrios céntricos. Entonces, cae la primera víctima, el joven obrero Máximo Mena, y sucede el estallido popular. El centro cordobés, especialmente el barrio Clínicas, se convierte en un caos. Trincheras, barricadas, piedras, gases, balas. La policía retrocede ante la revuelta. Recién el 30 por la tarde, y sólo por el concurso de las fuerzas militares, el gobierno recupera el control. La represión es total y muchos dirigentes son apresados y juzgados por los Consejos de Guerra. Por lo menos catorce personas fueron muertas en el Cordobazo.

Con aquellas memorables jornadas de lucha popular la misión suprema de la “Revolución Argentina”, que había derrocado a Arturo Illia en 1966, había fracasado espectacularmente: el “orden” y la tan mentada “paz social” se estrellaban contra una realidad bien distinta a la esperada. Aquel régimen militar estaba herido de muerte. En esta oportunidad, recordamos el aniversario del Cordobazo con unas palabras del dirigente sindical Agustín Tosco.

Fuente: Jorge O. Lannot, Adriana, Amantea y Eduardo Sguiglia, Agustín Tosco, conducta de un dirigente obrero, Buenos Aires, Centro Editor de América Latina, 1984, pág. 54.

«El saldo de la batalla de Córdoba es trágico. Decenas de muertos, cientos de heridos. Pero la dignidad y el coraje de un pueblo florecen y marcan una página en la historia argentina y latinoamericana que no se borrará jamás. En las fogatas callejeras arde el entreguismo, con la luz, el calor y la fuerza del trabajo y de la juventud, de jóvenes y viejos, de hombres y mujeres. Ese fuego que es del espíritu, de los principios, de las grandes aspiraciones populares, ya no se apagará jamás. En medio de esa lucha por la justicia, la libertad y el imperio de la voluntad soberana del pueblo, partimos esposados a bordo de un avión con las injustas condenas sobre nuestras espaldas. Años de prisión que se convierten en poco menos de siete meses, por la continuidad de esa acción que libró nuestro pueblo, especialmente Córdoba, y que nos rescata de las lejanas cárceles del sur, para que todos juntos, trabajadores, estudiantes, hombres de todas las ideologías, de todas las religiones, con nuestras diferencias lógicas, sepamos unirnos para construir una sociedad más justa, donde el hombre no sea lobo del hombre, sino su compañero y su hermano.»

 

Agustín Tosco

Fuente: www.elhistoriador.com.ar