Simón Bolívar contra la libertad ilimitada


Reiteradamente, Bolívar había denunciado el “espíritu de partido” como causa de la destrucción de la Gran República de Colombia, que desde 1821 unía lo que hoy es Panamá, Venezuela, Colombia y Ecuador. Pero a esta gran federación había que darle una forma constitucional, donde las divergencias de concepciones se hacían más palpables. Esto sucedió en abril de 1828, cuando se reunió la Convención de Ocaña, que reformaría la constitución vigente. La convención duró poco y ante el vacío de poder generado, en agosto del mismo año, los partidarios de las ideas de Bolívar, nombraron al patriota libertador-presidente al mando del Estado. Por entonces, el general venezolano se quejaba de quienes lo acusaban “tirano” que buscaba “edificar un trono imperial sobre los escombros de la libertad de Colombia”. Pero durante la noche del 25 de septiembre de 1828, en Bogotá, aquellas acusaciones buscaron transformarse en una acción de mayor impacto. Una docena de soldados y un grupo de universitarios avanzaron hacia el palacio de San Carlos, donde dormía Bolívar. Ingresaron a los tiros, buscando la habitación del segundo piso donde se encontraba el libertador. Circunstancialmente, éste contaba con la compañía de Manuela Sáenz, quien obligó a Bolívar a saltar por la ventana que daba a la calle, en lugar de enfrentar a los conspiradores. Durante horas, se mantuvo escondido junto a un criado suyo, debajo del puente que sorteaba un pequeño arroyo, hasta que pudo guarecerse en los cuarteles de la ciudad. De inmediato se decretó la ley marcial y se iniciaron juicios sumarios. Uno de los principales inspiradores de la rebelión fue ejecutado. Algunos corrieron mejor suerte, con el indulto o el exilio. Bolívar estaba enfermo de tuberculosis y las rebeliones en la región no cesaban. Tiempo después dimitió y la Gran Colombia desapareció.

Fuente: Discurso de la Angostura del 15 de febrero de 1819, en Manuel Pérez Vila (Comp.), Simon Bolívar, Doctrina del Libertador, Fundación Biblioteca Ayacucho y Banco Central de Venezuela, 2009, págs. 131 y 139-140.

«Nuestras manos ya están libres, y todavía nuestros corazones padecen de las dolencias de la servidumbre. El hombre, al perder la libertad, decía Homero, pierde la mitad de su espíritu… (…)

No aspiremos a lo imposible, no sea que por elevarnos sobre la región de la libertad, descendamos a la región de la tiranía… De la libertad absoluta se desciende siempre al poder absoluto, y el medio entre estos dos términos es la suprema libertad social. Teorías abstractas son las que producen la perniciosa idea de una libertad ilimitada. Hagamos que la fuerza pública se contenga en los límites que la razón y el interés prescriben; que la voluntad nacional se contenga en los limites que un justo poder le señala: que una legislación civil y criminal, análoga a nuestra actual Constitución domine imperiosamente sobre el Poder Judiciario, y entonces habrá un equilibrio, y no habrá el choque que embaraza la marcha del Estado, y no habrá esa complicación que traba, en vez de ligar, la sociedad.”

 

Simón Bolívar

Fuente: www.elhistoriador.com.ar