O’Higgins, libertador de Chile


Como San Martín, Bolívar, Sucre, Bernardo O’Higgins fue uno de esos hombres en quienes se condensó el anhelo libertador de los pueblos americanos. Nacido el 20 de agosto de 1779 en Chillán, actual región central chilena de Biobío. Considerado vástago de Ambrosio O’Higgins, entonces gobernador de Chile y luego virrey del Perú, y María Isabel Riquelme y Meza, una «señora principal del obispado de Concepción», fue cuidado por el comerciante portugués Juan Albano Pereira.

Luego de hacer sus primeras letras en Chillán, fue enviado por su padre a Lima, donde cursó estudios en instituciones de la aristocracia limeña, estando ahora bajo cuidado de un comerciante inglés, por cuyo consejo fue enviado a estudiar a Europa. Bernardo tenía entonces 15 años. Primero en Madrid, luego en Richmond, conoció al masón americano Francisco de Miranda, en quien encontró un inspirador de sus ideas independentistas.

De regreso a Chile, tras un duro y largo viaje, que lo tuvo como prisionero en una flota inglesa, se hizo cargo de la hacienda que le había dejado su padre, recién fallecido. Sin desatender las novedades que llegaban desde España y de las capitales coloniales, recién hacia 1808 comenzó a participar de grupos patriotas que buscaban la independencia. La conformación de la primera junta de gobierno, en septiembre de 1810, le dio la oportunidad para ser electo diputado, integrando el pequeño grupo radical del nuevo ámbito legislativo y, muy pronto, la junta de gobierno impuesta por el patriota José Miguel de la Carrera, tras un segundo y rápido golpe de mando.

Luego de un breve retiro, en 1813, fue convocado para participar del inicio de las guerras independentistas. Se incorporó al ejército y sus destacadas acciones y dirección le dieron victorias que lo consagraron, muy pronto, como jefe del ejército, lo que le ganó no pocos adversarios, entre ellos, el mismo Carrera. Aunque pronto debieron aunar esfuerzos para combatir contra los realistas y huir, ante una dura derrota, hacia Mendoza. Allí encontró a José de San Martín, con quien entablaría una entrañable amistad.

Luego del exitoso ingreso a Santiago en 1818, como Comandante en Jefe del Ejército, O’Higgins convocó a una asamblea de notables que lo eligió como director, con plenos poderes. Había que terminar con los focos de resistencia realista al sur y al norte del país para consolidar la independencia. Para ello, ofreció los recursos y navíos que utilizó San Martín en su campaña al Perú.

Cuando llegó el difícil tiempo de la gestión, O’Higgins debió enfrentar el acoso de las familias tradicionales de Chile, que mantenían extensos privilegios. Había que crear instituciones acordes a los nuevos tiempos y nuevas pautas constitucionales. Pero las tensiones, lejos de ceder, crecieron y en enero de 1823, la fuerza aristocrática logró forzar su renuncia y su exilio en el Perú, donde además de cuidar de una hacienda que le fue obsequiada por el gobierno en Lima, participó de algunas de las campañas bolivarianas. Falleció años más tarde, el 24 de octubre de 1842.

En ocasión de su natalicio, recordamos una de sus más sentidas arengas libertadoras.

Fuente: Proclama de Bernardo O’Higgins a los naturales de Chile, 1817; en Razuváev  V., Bernardo O’Higgins: conspirador, general, estadista, Moscú, Editorial Progreso, 1989.

“El numen de la libertad me restituye por fin al suelo patrio. Un poderoso ejército, cuya sección primera tengo el honor de presidir, donde brilla el orden, la disciplina y el denuedo, viene a sacaros de esclavitud. Renazca entre vosotros el sagrado fuego de la libertad.Venguemos unidos nuestros ultrajes y padecimientos. Basta de abatimiento vergonzoso. Nuestros mismos trabajos nos han enseñado a ser libres y sostener este precioso don.”

 

Bernardo de O’Higgins

Fuente: www.elhistoriador.com.ar