Murió Enrique S. Discépolo


Fuente: El Laborista, lunes 24 de diciembre de 1951.

Autor, compositor, actor, artista en todo, había logrado la jerarquización del tango.

Ha muerto Enrique Santos Discépolo. Un amigo. Un artista. Un poeta. En su postrera mueca amarga de hombre que sufrió mucho sembrando emociones hechas a melodías, se habrá esbozado la sonrisa mansa y buena de siempre para sus amigos, para los que supimos de sus piruetas en vida y su filosofía profunda que venía avanzando –en todo momento y en toda hora– por surcos de destino que con el tiempo se cumple siempre como él lo vaticinara en las noches largas de las sobremesa y del café tomado en la vereda.

Muchacho con alma de esquina que copó en tangos profundos el corazón de todo el pueblo, nos dijo en versos simples lo que nosotros quisimos decir en charlas interminables, y formó su personalidad en la emoción que puso en todas sus cosas que tenía mucho de Quijote y mucho de Arlequín.

No era un amargado como lo dejaban entrever los versos de “Esta noche me emborracho”, “Confesión” y “Yira… Yira”, para citar tan solo tres de sus tangos más famosos en ese estilo. Era más bien un filósofo que buscaba en las entrañas de la vida a la vida misma y profundizaba la conciencia de la gente de acuerdo con “Qué vachaché”, “Cambalache”, “Victoria” y “Justo el 31”, entre otros.

Hombre de teatro

Discépolo venía de la escuela maravillosa que dicta el teatro. Colaboró con su hermano Armando en varias obras, destacándose con perfiles de gran suceso aquella que se llamó “Mateo” y fue estribillo popular en todas las esquinas. Con algo de Chaplin porteño y mucho de Enrique Santos Discépolo, le conocimos esa magnífica creación de Wunder Bar y más recientemente la de Blum, las que únicamente él, con su alma inquieta y saltarina, podía interpretar con tanta personalidad. Su labor teatral fue amplia como lo fue su trabajo dentro del cine, tanto como intérprete, director o argumentista. A él le debemos aquel film que se llamó “En la luz de una estrella” que marcó un rumbo amplio y suya también fue la película reciente “Yo no elegí mi vida”, donde lo vimos al lado de Arturo de Córdova en actor, siendo además autor del libro y director. Múltiple en su labor, parecía imposible que cupiera tanto dinamismo y tanta sabiduría en un físico pequeño, casi insignificante, pero grandioso, inmensamente grandioso en la acción y en la obra.

Comprendía a su pueblo

Porque comprendía a su pueblo triunfó Enrique Santos Discépolo en su arte magnífico. Y porque comprendía al pueblo fue hombre de Perón desde que la estupenda figura brilló en los horizontes argentinos.

Únicamente conociendo la grandeza de las almas se llega a ellas. Únicamente conociendo a los hermanos uno sabe cómo tratarlos y cómo llevarlos.

Por eso fue voz del justicialismo y fue campana de bronce sonando a gloria en los oídos de los argentinos de esta nueva Argentina.

Discepolín –así se le decía cariñosamente– comprendió la inquietud y el patriotismo del general Perón y la abnegación maravillosa de Eva Perón y fue bandera en ese enjambre de justicia y reforma y fue paladín radial en su inolvidable ciclo de charlas tituladas “Pienso y digo lo que pienso” en las que puso toda su alma de poeta y de argentino.

Inesperadamente se nos fue anoche. Cayó para siempre su alma cantarina y se cerró su mueca eterna que fue sonrisa y fue amargura.

El fallecimiento

El fallecimiento de Enrique Santos Discépolo se produjo anoche a las 23.10 en su domicilio de la calle Callao 755, a raíz de un síncope cardíaco. Sus restos fueron trasladados a SADAIC, calle Lavalle 1553 donde son velados.

Fuente: www.elhistoriador.com.ar