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Año 4 · Número 7 · Enero de 2015, ISSN 1851-5851 - Una publicación de www.elhistoriador.com.ar, dirigida por Felipe Pigna
El Historiador
 
Índice
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Paraíso, de Héctor Oesterheld
Héctor Germán Oesterheld, uno de los artistas con mayor trayectoria de la historieta argentina, autor de El Eternauta, quizás la mejor...
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Las pulperías
A diferencia de los bares rurales de los Estados Unidos, más conocidos como Salooms, centro de la mitología y la cinematografía sobre el...
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El automovilismo en la primera mitad del siglo XX
A finales del siglo XIX se creó el primer automóvil por motor de combustión interna. Su desarrollo y perfeccionamiento...
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La conquista de las vacaciones, de Elisa Pastoriza
Al acercarse el verano, los planes de vacaciones comienzan a invadir a la mayoría de los argentinos, que cuentan cada vez con una...
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La Gaceta Estival

Un recreo de El Historiador para estas vacaciones

En estas vacaciones El Historiador les propone un viaje al futuro de la mano de Héctor Oesterheld, quien nos llevará por un escalofriante Paraíso de finales del siglo XXII. También compartimos su propia y amorosa autobiografía del futuro.

Además, visitaremos pulperías, viajaremos en cuatro ruedas, guiados por Melina Piglia, recorriendo la historia del automovilismo de la primera mitad del siglo XX, y después de tan ajetreado paseo, nos tomaremos un descanso disfrutando de sierras y montañas, junto a Elisa Pastoriza, que en su libro La conquista de las vacaciones recorre setenta años de la historia de las vacaciones, y su conquista por parte de la clase media y los sectores populares.

¡Esperamos que la disfruten!

Felipe Pigna
 
 
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Paraíso, de Héctor Oesterheld

Héctor Germán Oesterheld, uno de los artistas con mayor trayectoria de la historieta argentina, autor de El Eternauta, con dibujos de Solano López, quizás la mejor obra de ciencia ficción escrita en la Argentina, nació en Buenos Aires el 23 de julio de 1919. Mientras estudiaba geología publicó su primera obra. Pronto su hobby de escritor fue ganando terreno por sobre su pasión por la tierra y se convirtió en la profesión a la que se entregaría por completo, dejando memorables historietas, guiones, novelas y relatos breves de ciencia ficción. Fue el creador de aventuras que dejaron honda huella en la historia de la historieta argentina, como Sargento Kirk, Bull Rockett, Ernie Pike, Sherlock Time y Mort Cinder.

Tras el golpe de estado de 1976 Héctor Oesterheld se unió al grupo Montoneros junto a sus hijas, y fue secuestrado el 27 de abril de 1977. Estuvo detenido en Campo de Mayo y en una cárcel clandestina de La Tablada. Se cree que fue asesinado en Mercedes. Sus cuatro hijas también fueron secuestradas y desaparecidas.

A continuación reproducimos su autobiografía del futuro y “Paraíso”, un cuento perteneciente a una antología reconstruida en parte por los investigadores Mariano Chinelli y Martín Hadis a partir de unos papeles guardados celosamente por la mujer de Oesterheld, Elsa Sánchez, en una valija que contenía un “proyecto de libro” de ciencia ficción que Oesterheld nunca pudo concretar.

 

Inspirados por ese proyecto original del autor, los investigadores terminaron incluyendo más de cuarenta apasionantes relatos de ciencia ficción.

 
Fuente: Mariano Chinelli y Martín Hadis (compilación y edición), H. G. Oesterheld. Más allá de Gelo, Buenos Aires, Planeta, 2014, págs. 59-72.
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Las pulperías

Autor: Felipe Pigna

A diferencia de los bares rurales de los Estados Unidos, más conocidos como Salooms, centro de la mitología y la cinematografía sobre el lejano Oeste; su equivalente criollo, las pulperías, han sido relegadas por nuestra historia  oficial a una especie de museo rural que evoca aquel sitio donde el gaucho “vago y malentretenido” iba a embriagarse, a buscar pelea o a perder sus escasos pesos en la taba o en los juegos de naipes. La imagen que se nos sigue dando es la de un reducto de vagabundos y violadores, siguiendo la definición sarmientina de club de gauchos.

Pero, desde ya, hay otra mirada posible sobre aquellos sitios adonde concurrían los sectores populares rurales, entre los que había igual ¿o menor? proporción de delincuentes y malhechores que en las clases “acomodadas” de la época. La pulpería era el único lugar de encuentro posible para el gaucho en la inmensidad y soledad de la pampa.

Allí, como señala algún poema gauchesco, la gente comprobaba que podía seguir hablando, después de días y a veces meses de no intercambiar palabras, ni nada con ningún ser humano. En algunas de ellas existían pistas de baile, e incluso pequeños teatros rurales como el que aún hoy se puede visitar en la pulpería “el Torito” en Baradero, provincia de Buenos Aires. El torito fue famoso por su ubicación, en el cruce del Camino Real que conducía al norte del país, y era el sitio de cambio de posta de caballos y de descanso de los famosos chasquis, aquellos bravos jinetes que oficiaban de correos. Era común encontrar estos bares de campo junto a las canchas de cuadreras y hubo una en particular que tenía un caballito de adorno junto al mostrador en referencia a su nombre y terminó bautizando al actual barrio porteño de Caballito.

En su terreno podía asistirse los domingos a las carreras cuadreras o de sortija, a duelos verbales filosos en tono de payada y a duelo de los otros, como bien lo retrata el Martín Fierro de José Hernández.

 
Una de las primeras pulperías instaladas en nuestro actual territorio fue inaugurada por Ana Díaz, una de las mujeres que acompañó a Garay en la segunda fundación de Buenos Aires, allá por 1580. Lo poco que se sabe de esta mujer es que se trataba de una viuda de Asunción, posiblemente nacida en el Paraguay, y llegada a Buenos Aires con la expedición fundadora. Su nombre está incluido entre los 232 beneficiarios del reparto de solares realizado por Garay. Su lote era el número 87 y ocupaba lo que hoy corresponde a la para nada despreciable esquina sudoeste de Florida y Corrientes. Pero en aquellos días era tierra marginal, ubicada en los límites de la traza urbana. Doña Ana habría venido para acompañar a una hija, y en la recién fundada aldea porteña se casó con un mestizo, uno de los tantos “mancebos de la tierra” que llegaron desde Asunción, llamado Juan Martín. Se la puede ver en el inmenso cuadro sobre la fundación de Buenos Aires por Juan de Garay pintado por José Moreno Carbonero que adorna el salón blanco de la Jefatura de Gobierno de la ciudad capital. Allí está entre el estandarte y el rollo fundacional. Ana no imaginó, sin embargo, que donde ella instaló una pulpería, habría cuatrocientos treinta y un años después un Burger King.
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El automovilismo en la primera mitad del siglo XX, por Melina Piglia

A finales del siglo XIX se creó el primer automóvil por motor de combustión interna. Su desarrollo y perfeccionamiento revolucionó el mundo de las comunicaciones y contribuyó al acercamiento de lugares remotos. Pronto el automóvil se convirtió en emblema de progreso. En las primeras décadas del siglo XX, la Argentina contó con el privilegio de ser el país con mayor cantidad de automóviles y el cuarto en el mundo entero. El desarrollo del automovilismo, un deporte inicialmente practicado por los miembros de las elites, no tardó en imponerse en nuestro país.

En la Argentina dos instituciones contribuyeron en un principio a promover el uso del automóvil y del deporte asociado a la “máquina de desplazamiento”: el Automóvil Club Argentino (ACA) y el Touring Club Argentino (TCA). Sin embargo, desde la década de 1920, este último se volvió crítico de las carreras de autos.

 

Compartimos aquí un fragmento del libro Autos, rutas y turismo. El Automóvil Club Argentino y el estado, de Melina Piglia, sobre el desarrollo de este deporte y su popularización a través del ACA, el TCA y del Estado.

El libro recorre también la creación del ACA y el TCA, sus diferencias y la articulación de estos clubes con el Estado; el impacto que tuvo el uso del automóvil en la vida social, cultural y económica del país; la medida en que el ACA y el TCA favorecieron el trazado de caminos entre 1916 y 1955, contribuyendo a ensanchar el territorio nacional; y el impulso que cobró el turismo, con la democratización del ocio y del descanso como válvulas de escape a las presiones de la vida en las ciudades.

Fuente: Melina Piglia, Autos, rutas y turismo. El Automóvil Club Argentino y el Estado, Buenos Aires, Siglo XXI Editores, 2014, págs. 53-85.
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La conquista de las vacaciones, de Elisa Pastoriza
Sierras y montañas

Al acercarse el verano, los planes de vacaciones comienzan a invadir a la mayoría de los argentinos, que cuentan cada vez con una mayor oferta para el ocio y el descanso. Pero no fue siempre así. A comienzos del siglo XX, las vacaciones eran un lujo de la elite. Las clases medias debieron esperar varios años para comenzar a conquistar ese anhelado receso anual. Más tarde, esta conquista se extendería a también los sectores populares.

A continuación reproducimos un fragmento del libro La conquista de las vacaciones, de Elisa Pastoriza, sobre la historia de las vacaciones argentinas a lo largo de setenta años.
La autora analiza esta transformación del veraneo, costumbre de las clases más encumbradas de la sociedad argentina, que pronto devino en turismo, un producto de la cultura de masas, en gran medida debido a la legislación llevada a cabo durante el peronismo.

El texto que aquí compartimos analiza el desarrollo del turismo serrano como forma de promoción del descanso y de la salud. Así, en contraposición al ambiente frívolo y febril que imponía Mar del Plata, las sierras y montañas ofrecían bellezas naturales asociadas con el descanso y la salud, que propiciaban un turismo saludable.

 
Fuente: Elisa Pastoriza, La conquista de las vacaciones. Breve historia del turismo en la Argentina, Buenos Aires, Editorial Edhasa, 2011, págs. 81-89.
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