Mao: «Nunca he creído que aquellos libritos míos posean tamaño poder milagroso»


El 26 de diciembre de 1893 nació en China Mao Tse-Tung, quien el 1º de octubre de 1949, proclamaría la República Popular China en Pekín. A continuación transcribimos una carta que escribiera a su mujer, donde le confiesa sus reflexiones y sus dudas respecto a su propio engrandecimiento.

Fuente: Carlos Astrada, Encuentro en la Dialéctica: Convivencia con Mao Tse Tung en el diálogo, Buenos Aires, Catari, 1994, págs. 93-95.

Chiang Ching:

He recibido tu carta del 29 de junio. Sería mejor que te quedaras allí por algún tiempo tal como te lo aconsejan los camaradas Wei y Chen. Este mes tendré dos entrevistas con huéspedes extranjeros, y te haré saber donde estaré después de estos encuentros. Luego de salir de Wulin el 15 de junio, pasé más de diez días en una cueva del oeste, donde estuve poco informado. Desde mi llegada a este lugar de las Nubes Blancas y la Cigüeña Amarilla, el 28 de junio, han transcurrido diez días. Diariamente leo materiales y los encuentro todos muy interesantes. Un gran desorden conduce a un gran orden. Y otro tanto vuelve a suceder cada siete u ocho años. Los monstruos y demonios salen por sí solos a la palestra. Como lo determina su propia naturaleza de clase, no pueden actuar de otra manera. La dirección central del Partido está urgiendo para que se haga circular el discurso de mi amigo, a lo cual yo pienso dar mi consentimiento. En su discurso él se detiene en el problema del golpe de Estado. Nadie ha hablado jamás de este problema de la manera como él lo ha hecho. Ciertas formulaciones suyas no dejan de ponerme intranquilo. 1 Nunca he creído que aquellos libritos míos posean tamaño poder milagroso. Ahora que él les ha hecho tanto bombo, todo el Partido y toda la nación siguen su ejemplo. Esto hace recordar a la abuelita Wang, aquella vendedora que exageraba la calidad de sus propios melones. Me veo obligado por ello a subir a Lingshan; al parecer, no puedo hacer otra cosa que darle mi conformidad. Es la primera vez en mi vida que, tratándose de una cuestión de importancia, accedo a la opinión de otros contra mi voluntad. Quizá esto pueda considerarse como algo independiente de la voluntad del hombre. Y Yan Chi, de la dinastía Tsin, era contrario a Liu Pang. Al llegar a Chegkao procedente de Luoyang, dijo suspirando: “Como no había héroes, se hizo famoso un sujeto mezquino”.

Lu Sin habló en términos similares sobre sus ensayos. Mi corazón late al unísono con el de Lu Sin. Me gusta su franqueza. Dijo que con frecuencia se hacía la disección de sí mismo más exigentemente que cuando lo hacía con los demás. Después de dar varios traspiés, he venido haciendo lo mismo que él. Mas los camaradas a menudo no creen es esta necesidad. Al mismo tiempo que tengo confianza en mí, siento cierta desconfianza hacia mí mismo. En mi adolescencia escribí: “Estoy convencido de que uno puede vivir doscientos años; a modo de vuelo de rocho, nadaré tres mil li de una sola brazada”.

Se ve qué aires me daba. A la vez, sin embargo, no confío mucho en mí mismo. Siempre me parece que, al igual que el mono se hace rey cuando no hay tigre en la montaña, yo me he convertido en un rey semejante. Pero no hay en esto eclecticismos; hay en mí algo de tigre, que es lo principal, y también algo de mono, que es lo secundario. En alguna ocasión cité unas frases sacadas de una carta escrita por Li Ku, de la Segunda Dinastía Jan, a Juan Chiung: “Lo que es alto se dobla pronto y lo que es inmaculado se ensucia con facilidad. Cuando se entona la canción La Blanca Nieve Primaveral, es poca la gente que puede corearla. Mientras más grande es el renombre de uno, más difícilmente concuerda con la realidad”.

La última frase se aplica exactamente a mi caso. Cité este trozo en una sesión del Comité Permanente del Buró Político. Es una cualidad valiosa conocerse a sí mismo. En la reunión de Jangchou del pasado abril, expresé mi desacuerdo con aquellas formulaciones de mis amigos. Pero, ¿de qué sirvió? Él repitió las mismas cosas en mayo en la reunión de Pekín, y la prensa fue aún más lejos dando visos de realidad a las fantasías. En estas circunstancias, no puedo hacer otra cosa que subir a Liangshan. Su verdadera intención, supongo, es servirse de un Chung Kui para combatir a los fantasmas. Así, en los años 60 del siglo veinte he llegado a ser contrario. Cuanto más se lo encumbra a uno, tanto más dura es su caída. Estoy preparado para quedar hecho añicos en una caída. ¡Pero esto tampoco es nada del otro mundo! La materia es indestructible; no puede ir más allá de ser pulverizada. La mayoría del centenar existentes en el mundo han dejado de creer en el marxismo-leninismo. Incluso han hecho añicos a Marx y a Lenin. Así, ¡qué no harán con nosotros! Te aconsejo que tú prestes atención a este problema, que no dejes que se te suban los éxitos a la cabeza y que tengas constantemente presente tus propios puntos débiles, defectos y errores. A este respecto, he hablado contigo no sé cuántas veces, y recordarás que te lo repetí en abril pasado en Shangai. Lo que he dejado escrito arriba suena un tanto a palabras siniestras. ¿¡No dicen lo mismo ciertos elementos antipartido!? Sin embargo, la diferencia entre la pandilla siniestra y yo reside en que ellos pretenden derrocar totalmente a nuestro partido y derrotarme a mí, mientras que yo no hago más que opinar que considero inapropiadas algunas de las formulaciones sobre el papel que estoy jugando. Lo que digo aquí no puede hacerse público en este momento. Como toda la izquierda y las grandes masas están hablando en un mismo lenguaje, el hacerlo público significaría echarles agua fría y ayudar a la derecha. Sin embargo, nuestra tarea actual consiste en derribar en lo fundamental (no en su totalidad, porque es imposible) a la derecha en todo el partido y en todo el país. Lo que es más, dentro de siete u ocho años, tendrá lugar otra campaña para barrer a los monstruos y demonios, y luego, habrá muchas otras barridas. Por eso no se puede dar a conocer por ahora estas casi siniestras palabras mías, y es difícil predecir cuándo se podrá hacerlo, pues lo que he dicho no será bien acogido por la izquierda y las grandes masas.

Quizá haya un momento después de mi muerte en que, con la derecha en el poder, ésta lo haga público. Hará uso de esas palabras mías en un intento de mantener siempre flameando su bandera negra. Pero si lo hacen, lo pasarán mal. En China, desde que el emperador fue derribado en 1911, ningún reaccionario ha sido capaz de mantenerse por mucho tiempo en el poder. La dominación más larga de la reacción (Chiang Kai Shek) sólo duró veinte años, pero él también se vino abajo cuando el pueblo se levantó en rebelión. Chiang Kai Shek subió al poder valiéndose de la confianza depositada en él por Sun Yat-Sen y de la Academia de Juang Pu que tenía a su cargo y reuniendo en torno suyo a una gran pandilla de reaccionarios. Una vez que él se volvió contra el Partido Comunista, prácticamente toda la clase terrateniente y toda la burguesía lo apoyaron. Además, el Partido Comunista carecía de experiencia en aquel entonces. De este modo Chiang Kai Shek logró imponerse temporalmente, con gran regocijo. Durante esos veinte años, no obstante, nunca logró unificar el país. Tuvo lugar en este tiempo la guerra entre el Kuomintang y el Partido Comunista, las guerras entre el Kuomintang y los diferentes caudillos militares, la guerra entre China y el Japón y, finalmente, la guerra civil a gran escala, de cuatro años, que arrojó a Chiang Kai Shek hacia un grupo de islas.

Estoy seguro que si la derecha lleva a cabo un golpe de estado anticomunista en China, no conocerá tampoco la paz y muy probablemente su dominación será de corta vida, ya que esto no podrá ser tolerado por ninguno de los revolucionarios que representan los intereses del pueblo, constituido por más del 90% de la población.

La derecha podría aprovecharse de mis palabras para imponerse durante algún tiempo, pero sin duda la izquierda utilizará otras palabras mías para organizarse y derribar a la derecha. La presente gran revolución cultural es un ensayo en serio. En algunas regiones (la Municipalidad de Pekín), la derecha, profunda y firmemente atrincherada se vino debajo de la noche a la mañana. En algunas instituciones (la Universidad de Pekín y de Chingjua, por ejemplo), la derecha, con todas sus raíces y ramas extendidas y entrelazadas, se desintegró instantáneamente. Allí donde con más agresividad se porta la derecha, más estrepitoso es su fracaso y más elevada la moral de la izquierda.

Este es un ensayo a escala nacional, del cual todos, la izquierda, la derecha y el vacilante centro, sacarán cada cual sus lecciones. Conclusión: las perspectivas son brillantes, pero el camino tiene vueltas y revueltas, frases éstas ya consabidas.

Llevaba mucho tiempo sin escribirte y me he extendido mucho en la presente. Así que, hasta la próxima vez.

Mao
8 de julio de 1966

Referencias:
1 Se refiere a Lin Piao.