Las relaciones entre Gran Bretaña y Argentina


Autor: Felipe Pigna

«Soy tal vez el primer ex presidente de la América del Sur que haya sido objeto en Londres de una demostración semejante por su número tan escogido de caballeros. He abrigado siempre una gran simpatía hacia Inglaterra. La República Argentina, que será algún día una gran nación, no olvidará jamás que el estado de progreso y prosperidad en que se encuentra en estos momentos se deben en gran parte al capital inglés.»

Julio A. Roca, 1887

Rubia Albión, la Gran Bretaña, el Reino Unido, Inglaterra, el Imperialismo Británico; tales los nombres que fue recibiendo a lo largo de nuestra historia según el carácter de nuestras relaciones o el estado de las ideas del momento.

La presencia británica directa y a través de sus aliados los portugueses, fue uno de los motivos que llevaron al Rey Carlos III de España a crear el virreinato del Río de la Plata, justamente en 1776 cuando los británicos estaban «entretenidos» por la guerra de independencia de los EEUU.

Pero los ingleses siguieron merodeando . A las complicadas ordenanzas y al absurdo monopolio le opusieron el contrabando y hasta un par de invasiones sofocadas con algunos toques gastronómicos, pero de consecuencias perdurables y decisivas para la suerte de la colonia. Aunque por poco tiempo, el libre cambio imperó en el Plata y sus beneficios no se les escaparon a los consumidores y productores porteños.

Fue justamente la parasitaria intermediación de España, que impedía el comercio directo entre los productores criollos y los compradores ingleses, una de las causas principales de la Revolución de Mayo. La Revolución abrirá las puertas al comercio británico, arruinando las artesanías locales que no podrán competir con los importados y consolidando el poder de los comerciantes ingleses en Buenos Aires, colocándolos como el referente obligado para cualquier decisión trascendente.

Tras los convulsionados primeros años de la década del 1820, y poco después del nacimiento de nuestra deuda externa, el famoso «Empréstito Baring» , el 2 de Febrero de 1825, mientras Las Heras gobernaba la provincia, se firmó el primer acuerdo diplomático con Inglaterra: el «Tratado de Amistad, Comercio y Navegación» que establecía la igualdad legal y política entre las Provincias Unidas y Gran Bretaña. También garantizaba la libertad religiosa y una reciprocidad comercial que favorecía, obviamente a los ingleses que tenían mucho más para vender que nosotros.

Durante la fugaz presidencia de Rivadavia se ahondaron los vínculos comerciales y aumentó la influencia británica . En este sentido, la intervención de la diplomacia inglesa fue decisiva en la Guerra contra el Brasil. El gobernador Dorrego fue insistentemente presionado para firmar la Paz con los brasileros al costo de perder la Banda Oriental, que se transformó -según los deseos británicos- en un estado independiente. Inglaterra no quería que Buenos Aires controlara las dos riveras del Plata.

Las relaciones con Rosas fueron excelentes con la importante excepción de los dos bloqueos al puerto de Buenos Aires en los años ‘40 y del combate de la vuelta de Obligado. Terminado el conflicto las cosas volvieron a la normalidad y Rosas pudo, tras la derrota de Caseros, el 3 de Febrero de 1852, asilarse en la casa del cónsul inglés y partir rumbo a su exilio, precisamente en Inglaterra.

Ya en el 80 con Roca y su generación en el poder, la presencia británica en nuestro país se va tornando masiva: bancos, ferrocarriles, frigoríficos, empresas inmobiliarias de ese origen controlan sectores claves de nuestra economía y la Argentina se convierte en uno de los países más beneficiados por las millonarias inversiones británicas. Esta presencia económica se materializaba en un decisiva presencia política que crecerá con el correr de los años. Ocupan el poder presidentes y ministros que habían sido abogados o representantes de empresas inglesas. Se toman decisiones claves, como la neutralidad argentina frente a la Primera Guerra Mundial –durante la presidencia de Victorino de la Plaza- privilegiando los intereses británicos: a Inglaterra le convenía mucho más una neutral proveedora de alimentos que una aliada de escasa importancia militar.

Para terminar convendría no dejar pasar uno de los episodios más polémicos de nuestra relación con Gran Bretaña: el Pacto Roca Runciman de 1933.

Tras la crisis del 30 Inglaterra decide a través del Pacto de Otawa (1932) comprarle productos primarios solamente a sus colonias y ex colonias. Esto preocupa seriamente a la clase dirigente argentina que envía a Londres al Vicepresidente Julio A. Roca (hijo) para llegar a algún acuerdo. A poco de arribar a la capital imperial, Roca dice en un discurso: «La geografía política no siempre logra en nuestros tiempos imponer sus límites territoriales a la actividad de la economía de las naciones. Así ha podido decir un publicista de celosa personalidad que la Argentina, por su interdependencia recíproca es, desde el punto de vista económico, una parte integrante del Imperio Británico.» Pero Inglaterra no quería más colonias y le propone, un nuevo tratado comercial. Por el Pacto Roca-Runciman, firmado el 1 de mayo de 1933, Gran Bretaña sólo se comprometía a seguir comprando carnes argentinas en los mismos bajos volúmenes que en 1930 (año de la crisis) y siempre y cuando sus precios fueran los más bajos. Como contraparte, la Argentina aceptaba liberar de impuestos a todos los productos británicos, se comprometía a no instalar frigoríficos nacionales y le otorgaba el monopolio de los transportes de la capital a una corporación inglesa. El pacto será duramente atacado por Lisandro de la Torre en Senado de la Nación. El senador santafesino denunció además los graves negociados llevados a cabo por el frigorífico «Anglo» y que habían sido facilitados por la firma del acuerdo.

Pero la clase dirigente argentina de la Década Infame hizo oídos sordos a estos reclamos y mantuvo su posición, expresada unos años antes por uno de sus más conspicuos representantes; «Aunque esto moleste nuestro orgullo nacional, si queremos defender la vida del país tenemos que colocarnos en situación de colonia inglesa en materia de carnes. Esto no se puede decir en la Cámara, pero es la verdad. Digamos a Inglaterra: nosotros les proveeremos a ustedes de carnes; pero ustedes serán los únicos que nos proveerán de todo lo que necesitamos; si precisamos máquinas americanas, vendrán de Inglaterra.» Matías Sánchez Sorondo.

Fuente: www.elhistoriador.com.ar