La salud de Belgrano, San Martín, el “Che”, Evita y Perón en la mirada de Daniel López Rosetti


Autor: Felipe Pigna

En esta entrevista, Daniel López Rosetti,  especialista en Clínica Médica y Cardiólogo Universitario, cuenta las enfermedades que padecieron algunos de los personajes destacados de nuestra historia.

 

Empecemos por el cuadro general de Manuel Belgrano. ¿Qué enfermedades lo aquejaron?

Belgrano, por las zonas por donde transitó, pudo haber padecido eventualmente mal de Chagas. El diagnóstico inicial, que está descripto en el Protomedicato del Río de la Plata por el doctor Miguel O’Gorman y el licenciado José Ignacio Arocha, habla de vicio sifilítico. ¿Pudo haber tenido sífilis un héroe? Y, claro, si es un hombre. Era pintón, venía de Europa. Uno de cada tres o cada cuatro tenía una enfermedad venérea. ¿Cómo no la iba a tener?

Además, en aquel entonces, no había prácticamente forma de cuidarse…

Había profilácticos hechos de intestino de carnero, sumamente incómodos, imagino. Estaban atados en una punta y en la otra tenían un piolín para ajustarlos. Obviamente se endurecían y entonces había que ablandarlos con leche tibia. Tenían la supuesta ventaja de ser reutilizables, pero obviamente no los usaba nadie.

¿Cómo era la sífilis?

El diagnóstico que hicieron a Belgrano en el Protomedicato era de una enfermedad europea, que los médicos que se formaban en Europa –porque  todavía ahí los médicos no se formaban en el Río de la Plata– conocían muy bien, que era la sífilis. Y la sífilis tiene tres etapas: la etapa inicial, que tiene determinadas características y síntomas, que son variables. A la sífilis se la llama la gran simuladora. Vos tenés un paciente, que tiene dolor de oído y puede ser sífilis. Puede tener dolor intestinal, y puede ser por la sífilis. La segunda etapa de la sífilis, viene meses después, y después hay una tercera etapa, que puede tardar años: unos cinco, diez, treinta años, que es la que se supone que padeció el general Belgrano, con afectación cardíaca, con dilatación del corazón, con agrandamiento cardíaco y con una lesión de la válvula mitral y de la válvula aórtica, que están dentro del corazón.

¿Qué decía la autopsia del corazón?

El doctor Juan Sullivan, que le hizo la autopsia a Belgrano, termina diciendo que tenía un corazón grande como su espíritu. En términos médicos es una cardiomegalia por hipertrofia vascular cardíaca. Pero uno después llega a la conclusión a la que llega Felipe en su Historieta de Belgrano, que era un tipo con corazón grande.

Y también padeció hidropesía…

Sí. Es la acumulación de líquido, porque el corazón no bombeaba, y eso produce hinchazón en la panza, en las piernas, etc. La pasó mal, además sufrió una de las cosas más duras que hay que es no poder respirar. Le faltaba el aire. Murió muy joven, a los 51 años.

Contános un poco sobre José de San Martín.

Bueno, si te toca un San Martín en la guardia, no sabés por dónde empezar. ¿A dónde lo mandás? ¿A reumatología? ¿A gastroenterología? ¿A neurología? Eran hombres especiales,  que doblegaban su propio espíritu. ¿Te acordás de cuando hablábamos sobre si era drogadicto? Nos preguntábamos si había tomado exceso de opio… El opio es el láudano o adormidera, que es la planta de donde se saca la morfina. Del 1600 para acá existía un preparado que se llamaba láudano de Sydenham, elaborado por un médico inglés alrededor de 1630, Thomas Sydenham. Era un preparado que, si lo tomás, te caés en cuatro. ¿Qué tenía? Vino de Málaga, al 40% de alcohol, opio (Papaver somniferum), azafrán, especias y clavo de olor. Quien tome eso, entra en una narcosis profunda, que le permitía mover los músculos y las articulaciones, por ejemplo, a alguien con una enfermedad reumática o con gota, como San Martín. San Martín cruzó la Cordillera en parte con camilla, a una altura en la que a un paciente asmático, le cuesta respirar. Además,  próximo al cruce, presenta un síntoma más, que es insomnio. Pero él te da el diagnóstico.  El diagnóstico del paciente es: “lo que me quita el sueño no es el enemigo, sino cómo cruzar esas altas cumbres”.

 ¿Qué otras enfermedades tuvo?

Era evidente que San Martín tenía dolores reumáticos, porque los describió, porque tomaba el láudano de Sydenham, porque iba a los Cauquenes en Chile para hacer baños termales para aliviar los dolores. También padeció enfermedades gástricas, que fueron en definitiva las que lo llevaron a la muerte.

Contános un poco sobre la utilización del láudano en aquel entonces, que era prácticamente el único calmante que había.

El único… En ese  momento estaban las sanguijuelas, las cataplasmas, los purgantes,  el láudano de Sydenham y la medicación homeopática. El láudano se utilizaba por la morfina como analgésico potente para mejorar a veces algunos problemas respiratorios. Era una medicación de uso cotidiano. Pero también estaba el opium, el opio, que produce láudano y viene de la dormidera y de la morfina. Lo que está muy claro que usaba el general San Martín era opium, como forma homeopática, la desarrollada por el alemán Samuel Hahnemann, y la usó él en la cordillera antes de que la usen los norteamericanos en Estados Unidos. Llegó antes acá la medicación homeopática… Se la había regalado Ángel Correa. Es probable que San Martín hubiera preparado en Mendoza medicación homeopática.

Otro personaje del que hemos hablado muchísimo, que a nuestra audiencia le va a interesar, es Evita. ¿Cómo se desarrolló y trató su cáncer?

Evita tiene un 9 de enero un dolor en el bajo vientre. Se descompone y se hace un diagnóstico presunto de apendicitis. La atiende el doctor Oscar Ivanissevich. Le dan analgésicos para calmar el dolor. Le dan antipiréticos para bajar la temperatura, preparan el quirófano para el día siguiente en lo que hoy es el Instituto del Diagnóstico y la operan. La opera el mismo Ivanissevich de apendicitis y le pasa lo peor que le puede pasar a un médico. Cuando llega al apéndice encuentra que está normal. Ya que estaba ahí lo sacó, pero no era apéndice. La revisó; se ve que no encontró gran cosa y después se rompió la relación médico-paciente. Ahí se produce lo del carterazo, el enojo porque Evita pensaba que la habían querido sacar de circulación. A esta altura habría que decir que la madre de Evita, que se llamaba Juana, tuvo la misma enfermedad que ella, cáncer de útero, y fue operada por el mismo médico, Ivanissevish, y Juana operada a tiempo sobrevive a la hija, y va al entierro de Evita.
Se le dio al cáncer 18 meses de ventaja, hasta que toman el toro por las astas, pero 10 meses después, Evita fallece. El tema del tiempo en los tumores incide mucho.

Sí. Se perdió un tiempo riquísimo. El diagnóstico fue también hecho en el Instituto de Anatopatología del Diagnóstico. Era un carcinoma epidermoide de cuello de útero. Recién aparecía en ese momento el papanicolau. El tratamiento a tiempo influye mucho, y más en una mujer joven. Los médicos le dicen a Perón: “su mujer es muy joven y el cáncer en terreno fértil crece muy rápidamente”.  De cualquier modo, el cáncer no es uno solo. Son más de 200 tipos de cáncer. Pero realmente no se hicieron las cosas bien. Hubo intereses palaciegos, muchos médicos…

 Y ningún médico de cabecera…

Sí. Hay un dicho que dice, que cuando un paciente tiene un médico, tiene un médico; cuando tiene dos, tiene dos, pero cuando tiene tres, ya no tiene ninguno. Y además eran muchos médicos políticos. Y no es por desacreditar, pero o sos médico o sos político.

Fue ahí cuando promovieron que viniera un médico norteamericano, el doctor George Pack. Era la época en que se creía que si no te salvaba un norteamericano no te salvaba nadie.

La eminencia…

Claro, la eminencia

Sin embargo, acá teníamos eminencias como Finochietto.

Yo creo que cuando Pack vino al hospital de Avellaneda se impresionó. Y volviendo a Evita, pienso que Pack usó un separador para el abdomen de Eva Perón que no debía usar. El separador es una pieza quirúrgica que se usa para el tórax. Era un separador que desarrolló Finochietto. Y vos sabés que yo creo que lo usó para quedar bien con Finochietto. Pero no correspondía. Como tampoco correspondían los hilos que utilizó, y tampoco correspondía que alguien opere a un paciente sin haber tenido una relación médico-paciente correcta. El acompañamiento vale oro.

Hablemos un poco del Che, de como una enfermedad tremenda como el asma, cuando hay un acompañamiento, cuando hay un personaje tan particular como Celia, la mamá, se puede convertir en algo que te empuje para adelante.

El asma, que es considerada una enfermedad psicosomática, es simplemente una función anómala de la mucosa de los bronquios. Pero si uno le saca un pedacito de bronquio a un asmático y lo analiza, encuentra que ese bronquio se comporta asmáticamente aunque esté fuera del cuerpo.

De modo que es algo físico…

Es algo físico. Lo que pasa es que sobre eso físico influye lo psicológico. En el caso del Che, tuvo un asma severísimo. Empezó con crisis asmáticas severas desde los dos años. Pero ya a los 40 días había tenido un evento de neumonía severa, que mejoró rápidamente, pero casi lo lleva a la muerte. En aquel momento mandaron llamar a todos los familiares de Buenos Aires. Mi impresión es que no tuvo neumonía, sino una enfermedad, quizás por el virus sincitial respiratorio que se llama bronqueolitis. ¿Por qué? Porque un 30% de las bronqueolitis terminan causando asma, si están mal tratadas, y en esa época no podían estar bien tratadas. Él la desarrolló en las barrancas de San Isidro, cuando es expuesto al frío. Quizás el padre le echa un poco la culpa a la madre por eso. Quizás eso genera un vínculo muy fuerte entre los dos… Lo cierto es que empezó con una crisis asmática, que en el caso de él fue peor por dos condiciones por lo menos. Primero por la alta tasa de frecuencia de repetición del  evento, y segundo porque describe varios de los llamados estados de mal asmático, que es cuando la crisis asmática aguda dura más de 24 horas.

Al asmático no solo le cuesta entrar el aire sino sacarlo. La descripción de la enfermedad es falta de aire, disnea, taquipnea, sudoración, malestar general, náuseas, vómitos, mareos, desorientación y al final sensación de muerte inminente. Vos vas por la guardia, pasás por los boxes y ves asmáticos que dicen “me muero”.

Yo le pregunté a Alberto Granado, al amigo de él, con quien hizo el viaje por América Latina, que dio lugar a Diario de motocicleta, si era posible que la repetición de los eventos de muerte inminente desde los dos años hubiera condicionado una situación psicológica de aprender a morir o acostumbrarse a morir. Granado era bioquímico, farmacéutico. Y Granado me dijo que era posible. Por eso el capítulo dedicado al Che de Historia clínica se llama “Tantas veces me mataron, tantas veces me morí”. Y uno se pregunta en el caso de un asmático cuántas veces murió o cuántas veces estuvo cerca de la muerte.

¿Cuáles eran los medicamentos que se usaban entonces? ¿Asmopul?

Sí, tintura  de beleño, adrenalina y sulfato de atropina. Asmopul. Era un frasquito que se bombeaba. No se usa hace años. Y decía Alberto Granado que el Che administraba estratégicamente la energía. En fútbol era arquero; en rugby era medio scrum. Cuando le faltaba el aire, le decía a Granado, tírame un bombazo, que era el asmopul.

Vos alguna vez sugeriste que las características físicas pueden haber influido en la personalidad…

Sí, es especulativo. Nosotros somos la consecuencia  epifenómeno de nuestra función cerebral.  Y distintas partes del cerebro tienen distintas funciones. Tiene que ver con las llamadas teorías localizacionistas de las funciones cerebrales. Y los lóbulos temporales tienen que ver con algunas formas de epilepsia. Esto que voy a decir es especulativo, pero es de ateneo. Uno puede decirlo y todos lo discutimos. El Che tenía amusia, la incapacidad para detectar ritmos y moverse en consecuencia. Cuando estaba en el leprosario, con Granado, hicieron una fiesta, prendieron un fogón y empezaron a bailar. Empezaron a bailar tango pero él no sabía bailar. Era un patadura. Entonces le explicaron cómo se bailaba. Pero de pronto cambiaron el ritmo y pusieron  mambo y él seguía bailando tango. Entonces, le explicaron cómo se bailaba el mambo y el Che empezó a bailar mambo. Pero después volvieron a poner tango y él seguía bailando mambo. Eso se llama amusia, la incapacidad para identificar los ritmos. Lo cargaron tanto, que a la balsa que les ayudaron hacer –porque los querían mucho a los dos, porque se hicieron querer– le llamaron tango-mambo.

Ahora, esta amusia es compatible con otra característica de disfunción de los lóbulos temporales que es la temeridad. Con lo cual uno podría decir que el fundamento psicobiológico del accionar temerario del paciente podría tener asidero en la función del lóbulo temporal toda vez que recolectamos como antecedente histórico la capacidad de amusia por este tango-mambo. Son especulaciones.

Pero era temerario.

Cuando lo encontraron en Bolivia, el Che tenía una herida en la mano izquierda. Por eso no pudo combatir en la Bahía de los Cochinos, porque se le cayó una pistola soviética, se disparó un tiro, le atravesó la mano, le entró por debajo del maxilar izquierdo y le salió casi por la oreja. Y no se murió.

Bueno y después vino ese episodio de la guerrilla en Bolivia. Vos cuando sos médico tenés que homologar terminología. Yo leí el diario del Che, para ver cómo había evolucionado la enfermedad. En aquel entonces el ejército boliviano le había sacado los medicamentos de la zona, para que no pudieran ir a buscar antiasmáticos, pero vos leés en su diario algo así como que habían transcurrido 11 meses de la gesta guerrillera bucólicamente sin novedad.  Yo me preguntaba cómo “sin novedad”. Estaban hechos pomada, los habían matado a casi todos, estaba todo baleado, con gusanos en todas partes, con las muelas podridas, no habían logrado tener incorporaciones, no tenían balas, estaban andando a pata, había tiros por todos lados y no había medicamentos. En ese contexto, ¿qué quiere decir “sin novedad”? ¿Estaba desorientado temporoepacialmente? Pero después leo “bucólicamente”, que hace referencia a una palabra poética, de ideal, de descripción casi artística. Y después tuvo el final que tuvo.

Sufrió mucho…

La orden era matarlo del cuello para abajo, para que parezca muerte en combate.

 Y para que la cara fuera perfectamente distinguible.

Fue una orden sumaria. Tiene 9 impactos de bala: seis en el tórax y tres en el abdomen. Ninguno le da en el corazón.

Hablemos un poquito de Juan Domingo Perón y ese regreso, donde hay una correspondencia total entre hechos políticos y hechos médicos.

Esa es quizás la más fuerte y paradigmática de cuatro eventos de la historia argentina y cuatro eventos clínicos de un paralelismo abrumador. Uno es el viaje en el chárter Giuseppe Verdi, de Alitalia, un  707, en 1972, con stress. Unos meses antes, tuvo un infarto de cara diafragmática. La cara diafragmática es la cara inferior del corazón.

¿Cuál es el siguiente?

Después viene la vuelta del 20 de junio de 1973: la masacre de Ezeiza. Cuando desvían el avión de Ezeiza y aterrizan en la séptima brigada aérea de Morón. Perón baja caminando bien y le preguntan cómo está. Dice que bien, pero no estaba bien. Ya había factores inflamatorios en la sangre y al quinto día tuvo un infarto de cara anterolateral con falta de aire y edema agudo de pulmón en Gaspar Campos. Ya van dos eventos de la historia argentina con dos eventos cardíacos como correlato.

¿Y el tercero?

El tercero lo podemos identificar gracias a haber conservado el cuaderno Laprida, que estaba en la mesa de luz de Perón y lo llevaban las enfermeras junto con el médico Pedro Cossio padre. Ese cuaderno me lo presta Pedro Cossio hijo y lo usamos para algunas presentaciones médicas. Ahí podemos ver que viene un tercer episodio, que es la plaza de los imberbes…

El 1° de mayo de 1974…

Al ver el cuaderno, vemos que ocho semanas antes no tenía ningún síntoma clínico. Pero ese día, en la Plaza de Mayo, él parte la plaza en dos. Y a la noche le tienen que administrar nitroglicerina para vasodilatar las arterias coronarias por el dolor de pecho, angina de pecho o angor pectoris, que presentaba. Ese tercer evento clínico, que tiene su correlato en un tercer evento de la historia argentina.

¿Y el cuarto?

El 12 de junio de 1974 hay dos elementos de interés. Los días anteriores no tenía síntomas y a la noche tuvo que ser medicado. Y dijo una frase que cuando la escuchás, tenés que prestar atención. Dijo: “Llevo en mis oídos la más maravillosa música, que para mí es la palabra del pueblo argentino”. Se estaba despidiendo. Se estaba muriendo.

¿Cómo fue la muerte de Perón?

Ya tenía poco resto. Un corazón muy sufrido, sin fuerza, con varios infartos previos, con insuficiencia cardíaca, con malas arterias coronarias. Hasta que  termina desarrollando insuficiencia cardíaca incoercible, difícil de tratar, disminución de la presión arterial, arritmias y en definitiva, paro cardíaco. Hacen reanimación cardiopulmonar más tiempo del que corresponde tal vez porque era el general Perón y querían esa magia. Estaba López Rega, que le dijo a Seara, uno de los médicos, “si lo sacás y lo volvés a la vida, te hago conde”.

 Una de las cosas de las que hablamos en Historia clínica es sobre si uno se puede morir de tristeza, pensando un poco en el entrañable Enrique Santos Discépolo. ¿Existe la mala sangre?

Sí, claro que existe la mala sangre. Si te hacés mala sangre es porque en la sangre aparecen sustancias inflamatorias, como las interleucinas, la 1, la 6, la 12, la proteína C reactiva, el fibrinógeno. Son distintas sustancias que condicionan el accidente cerebrovascular o que hacen que se condicione el infarto. En el caso de Mordisquito, de Discépolo, que todos dicen que se murió de tristeza, clínicamente murió de muerte súbita, pero la muerte súbita también está condicionada por la tristeza. La tristeza condiciona el paro cardíaco.