La Bula Intercaetera legitima la ocupación española de las “Indias Occidentales”, actual América – 4 de mayo de 1493


Autor: Felipe Pigna

Los reyes recibieron a Colón en Barcelona de regreso de su primer viaje y le otorgaron una renta de 10.000 maravedíes y un premio de 335.000. Los nuevos territorios serían llamados “Indias 1 Occidentales” y se le solicitaría al papa Alejandro VI, la confirmación sobre la propiedad de estas “Indias”.

La difusión de la religión católica en América y los beneficios materiales que prometía la empresa llegaron a ser vistos como una compensación económica y espiritual por las pérdidas sufridas por la Iglesia en el viejo mundo a causa de la Reforma protestante, con su secuela de pérdida de feligreses y expropiaciones de miles de propiedades eclesiásticas. 2

Alejandro VI era valenciano; su verdadero nombre era Rodrigo Borja (italianizado como Borgia) y llegó al papado a través de la simonía 3 gracias a su fortuna, amasada durante sus años al frente de la cancillería vaticana, y al apoyo económico y político del reino de Nápoles, perteneciente a la corona de Aragón y gobernado por el católico rey Fernando. El monarca de Aragón fue uno de los dos modelos de gobernantes inescrupulosos en los que se basó Maquiavelo para escribir El Príncipe. El otro fue el hijo de Alejandro VI, César Borgia. Escribió Maquiavelo refiriéndose a Fernando: “Alegando siempre el pretexto de la religión, recurrió a una devota crueldad para poder llevar a efecto sus mayores hazañas”.
En la mencionada obra dice Maquiavelo: “Alejandro VI no hizo nunca otra cosa que engañar a los hombres, y siempre encontró medios de poder hacerlo. No existió nunca un hombre que tuviera mayor eficacia en aseverar, y con mayores juramentos afirmar una cosa, que al mismo tiempo la observara menos. Mostró cuánto puede prevalecer un Papa con el dinero y la fuerza”. 4

El papa Borgia es considerado uno de los pontífices más corruptos de la historia 5. Gastaba las donaciones destinadas a los pobres en lujosas orgías en las que se “solazaba” con jóvenes de ambos sexos y según se decía en la época, con su propia hija, Lucrecia 6, la famosa envenenadora, con la que habría llegado a tener un hijo-nieto 7.
La mala fama de Alejandro hacía circular por Roma versos como estos: «Alejandro vende las llaves de San Pedro, los altares y a Cristo. ¿Y por qué no ha de hacerlo, si los ha comprado con su dinero?»
Alejandro, según el historiador conservador Paul Johnson “el peor de los papas” 8, les encomendó a los no menos católicos reyes la conquista espiritual de las nuevas tierras. Había que imponer la monogamia, combatir la sodomía, el incesto, y la idolatría entre los salvajes.

Vale la pena en este caso poner seriamente en duda la infalibilidad papal. Es obvio que los reyes católicos hicieron gestiones ante el Papa para lograr esta concesión. En carta a Colón fechada el 4 de agosto de 1493 le comentan: “Ya sabéis cómo hemos enviado a Roma por una Bula sobre esto de las Islas e Tierra que habéis descubierto y estás por descubrir; agora nos es venida y vos enviamos un traslado della autorizado para que se publique allá, para que todos sepan que ninguno puede ir a aquellas partes sin nuestra licencia; y llevadla con vos, porque si a alguna tierra aportáredes la podáis mostrar luego”. 9

Y en otra carta también dirigida al Almirante, los Reyes no dejan ya ninguna duda sobre la relación estrecha que los une a Alejandro y la disposición del Papa para con ellos: “Porque sabemos que de esto sabéis vos más que otro alguno, vos rogamos que luego nos enviéis vuestro parecer en ello, porque si conviniere y os pareciere que aquello es tal negocio se enmiende la bula”. 10

Llama la atención, por otra parte, la “pura liberalidad” del Papa para regalar lo que no le pertenecía en tanto no estaba bajo el poder de ningún señor cristiano. Siguiendo a Jesús con su “dad al César lo que es del César”, podríamos inferir que las nuevas islas y tierra firme tenían sus dueños, no precisamente cristianos, eran de los “césares” americanos, ¿por qué se les negaba a los “salvajes” el derecho de propiedad que tan celosamente se cuidaba al poner al resguardo el de los “príncipes cristianos”, o sea el Rey de Portugal o el Preste Juan de las Indias, los dos únicos soberanos con propiedades fuera de la Europa conocida?

Pero tanta liberalidad desagradó profundamente a los contribuyentes portugueses, y particularmente a su rey Juan II que sacó a relucir otras bulas, tan brillantes y válidas como las del Borgia. La primera fue otorgada por Martín V y autorizaba a los portugueses a descubrir todas las tierras que se hallasen al Este de una línea imaginaria trazada sobre el Cabo Bojador y la segunda por Calixto III, tío de Alejandro VI, en 1456, le concedía a Portugal todas las tierras descubiertas o por descubrir hasta las Indias.

Ante estas evidencias, el papa Borgia, decidió, el 4 de mayo de 1493, a través de la Bula Intercaetera, dividir la Tierra en dos: estableció una línea cien leguas al Oeste de Cabo Verde; al Este de ella todo pertenecía a Portugal y al Oeste de la misma a España. Pero como la existencia de América no era conocida, esto significaba darles a los españoles todas las tierras de Asia en la que los portugueses ya habían instalado colonias. La situación se complicó y los portugueses amenazaron con la guerra. Finalmente, España y Portugal firmaron el secular Tratado de Tordesillas en junio de 1494 por el que se corrió la línea a 370 leguas al Oeste de las Azores. Gracias a este acuerdo, Portugal se quedaría más tarde con el Brasil.

El tratado que repartía generosamente las tierras ajenas en nombre de Dios, hizo exclamar el rey de Francia Francisco I “Que me muestren la cláusula del testamento de Adán en donde diga que Francia está privada de lo que le corresponde en el Nuevo Mundo”. Mientras aparecía el testamento, Francisco impuso la doctrina según la cual los derechos de posesión debían ser determinados por la ocupación efectiva de los territorios y armó varias expediciones hacia las nuevas tierras con patentes de corso. En poco tiempo comenzaba la expansión europea y Francia sería seguida por Inglaterra y Holanda.

Referencias:

1 Por Indias entendían los europeos de entonces la zona oriental de Asia, o sea las actuales China, Corea, India, Birmania, el Japón y las Molucas. Al Japón lo llamaban Cipango; a la China, Catay y Mangi.
2 Silvio Zavala, Historia de América en la época colonial, Instituto Mexicano de Geografía e Historia, México, 1961.
3 La simonía era la obtención de cargos y jerarquías eclesiásticas a través de dinero. El nombre deriva de Simón el Mago, que ofreció a San Juan y San Pedro dinero a cambio de aprender a hacer milagros. (Hechos de los apóstoles 8:18)
4 Nicolás Maquiavelo, El Príncipe, Madrid, Sarpe, 1983, págs. 108-109.
5 En 1498 Alejandro hizo quemar en la hoguera al monje dominico rebelde Girolamo Savonarola, que venía denunciando la corrupción y los negociados de la Iglesia.
6 El humanista italiano Sannazo redactó un verso en forma de epitafio que decía: “Aquí yace Lucrecia Borgia, que fue la hija, la esposa y la nuera de Alejandro VI”
7 Es el famoso caso del “Niño Romano” que demandó dos bulas papales. Por la primera, hecha pública, el papa legitimaba a Juan, y reconocía que era hijo de César y una mujer soltera. En la segunda, de carácter secreto, reconocía que el niño era hijo del Papa y Lucrecia y se le otorgaba al recién nacido un ducado hereditario. Esta bula secreta tenía como objetivo evitar que César Borgia se apoderase de los dominios de su hermano-sobrino
8 Paul Johnson, Historia del Cristianismo, Buenos Aires, Javier Vergara, 1989, pág. 321.
9 Silvio Zavala, op. cit.
10 Ídem.