Juan José Torres González

Presidente de Bolivia entre octubre de 1970 y agosto de 1971.

Revista Siete Días Nº180 – Del 9 al 25 de Octubre de 1970 – Pág 13.

Presidente Torres:

“El nacionalismo, lo más importante del siglo”

—¿Cómo evalúa usted el futuro de las relaciones entre Estados Unidos y Bolivia?

—Les hemos demostrado que no somos extremistas de izquierda, ¿no?

Eso fue el desliz más significativo en que incurrió Juan José Torres (50, cuatro hijos) durante un aparte tete a tete que mantuvo con Siete Días el sábado 10, después de la rígida conferencia de prensa que ofreció al periodismo extranjero. La charla se realizó en el Salón de los Espejos del Palacio Quemado de La Paz, y la condición tácita que se impuso para mantenerla fue que no se le hicieran preguntas políticas al presidente. Sin embargo, Torres afrontó confiado la maraña que formaban a su alrededor los 38 corresponsales que llegaron la semana pasada a La Paz, y hasta se permitió algunas licencias: “Yo estuve en Buenos Aires en 1946   —recordó— siguiendo un curso de artillería. Fíjese que presencié el ascenso de Perón al poder”.

¿Y qué opinión le mereció ese proceso?

—Bueno —respondió sonriendo—, yo pensé que era lo mejor para la Argentina. No sé si los argentinos piensan lo mismo.

Enfundado en un severo traje negro que parecía quedarle grande, JJT sostenía en una mano un vaso de pisco con jugo de naranja y distribuía sonrisas respondiendo a las preguntas de los periodistas europeos.

Este hombre, que llegó al poder gracias a su audacia y a la cobardía política de sus enemigos, vive en el departamento número 702 del barrio de Sopocachi, un enclave de la escuálida clase media de La Paz ubicado a escasos 50 metros de la Universidad, el principal foco de la izquierdizada estudiantina boliviana. Odiado por la derecha, las circunstancias políticas hacen que no sea —aún— un hombre de izquierda, y que hasta su nacionalismo se haya amortiguado después de su ascenso a Palacio. Pero en la mesa de luz de su cuarto   —una habitación reducida que mira hacia El Prado, la principal arteria de La Paz— estaba, el martes pasado, el libro Santo Domingo, la revolución de los condenados, y en la pieza de su hijo Juan José (16, estudiante secundario) la biblioteca ostentaba 2 títulos contradictorios Cruzada en Europa, de D. Eisenhower, y Diario en Bolivia, de Ernesto Che Guevara.

En rigor, Torres tuvo una escasa participación en la lucha antiguerrillera de 1967. Jamás viajó a Estados Unidos y no es cierto que haya asistido a los cursos que se dictan en la zona norteamericana de Panamá.

Simplemente concurrió a ese país a una reunión de los comandantes en jefe de los ejércitos americanos. Sus últimos viajes fueron a Zambia, donde presenció como observador un plenario de países no alineados, y a Madrid, para visitar a su hija mayor Emma (18) que estudia administración de empresas en la Universidad Católica Española. “Me gusta sentarme debajo de un árbol   —se regocijó frente a Siete Días—, escalar alguna montaña y jugar al fútbol o al vóleibol con mis hijos.”

         El martes 6, en plena crisis, su hijo Juan José subió a El Alto desde Sopocachi, burlando el bloqueo que habían impuesto las fuerzas de Miranda, para llevarle el uniforme a su padre: en medio del fárrago de ese día el nuevo presidente se lo había olvidado en su casa, donde su mujer Emma, Oblea, y sus otros dos hijos, Jorge (13) y Juan Carlos (7) —ambos alumnos del colegio metodista de La Paz— habían perdido todo contacto con el jefe de la familia.

          “Lo que más admiro en el mundo es mi madre —se emocionó Torres frente al enviado de Siete Días—. Tiene 75 años y fue una mujer que llevó adelante su hogar y sus hijos en medio de muchas dificultades. Mi padre era sargento —prosiguió—; fue ametrallado en la guerra del Chaco cuando yo tenía 13 años. “El rumor sostiene que la madre de Torres llegó a vestir las polleras típicas de las cholas. No es cierto: la familia del actual presidente fue de clase media, mientras que, paradójicamente, es Rogelio Miranda quien oculta un nacimiento humilde.

  El pasado martes 13 el general Torres concedió a Siete Días su primer reportaje exclusivo como presidente de Bolivia. “No estoy habituado a estas cosas —se atajó de entrada—; recién empiezo y jamás pensé que iba a ser presidente.”

—¿Por qué no ha destituido a los altos oficiales de las FF. AA. que participaron en la intentona encabezada por el general Rogelio Miranda? ¿Ha habido un acuerdo entre usted y esos oficiales? Siendo el Ejército la vanguardia de la revolución, ¿no cree necesario depurar sus filas de elementos contrarrevolucionarios?

—La oficialidad que intervino en el golpe encabezado por el general Miranda se ha dado cuenta de que fue sorprendida en su buena fe. En el Ejército existe madurez institucional y un profundo sentido de responsabilidad. Esa oficialidad, comprometida en un primer momento, le ha dado pruebas irrefutables a su capitán general de que la conducta asumida se ha modificado como producto de su renovado patriotismo. De modo que considero innecesaria una depuración que trascienda al marco de los cambios habituales dentro del régimen interno de la institución.

—¿Podría usted definir al nacionalismo revolucionario?

—El nacionalismo revolucionario es el movimiento político más importante del Siglo XX. En Bolivia está presente en su fuerza armada y en todo el pueblo, como se ha visto en la última crisis. Expresión de la alianza de la clase media, de los obreros y de los campesinos, el nacionalismo revolucionario busca romper el statu-quo y la dependencia, a fin de lograr una sociedad donde exista una mayor movilidad social y mejores oportunidades y donde, además, se consolide el Estado nacional. Digo que es el movimiento más importante del siglo, porque ha cambiado el mapa político mundial, dando lugar al surgimiento del Tercer Mundo y de las naciones no alineadas, que han resuelto aplicar una política internacional de coexistencia activa para ejercer una mayor influencia económica y militar en los asuntos internacionales. Bolivia forma parte del Tercer Mundo revolucionario.

—¿Cuál es la fuerza social que lidera la corriente nacionalista revolucionaria?

—Los movimientos nacionalistas revolucionarios son amplios frentes políticos, generalmente conducidos por las fuerzas armadas que se encuentran en una posición antiimperialista y antifeudal, o por partidos políticos que encabezan la lucha para romper las estructuras de dominación.

—¿Implica el nacionalismo revolucionario el primer paso para el establecimiento de una sociedad socialista?

—El nacionalismo revolucionario se mueve dentro de un esquema de desarrollo que propugna el cambio de estructuras en lo que atañe a la producción y al consumo. Ello no implica necesariamente el advenimiento de un sistema que, por mucho tiempo más, no resolvería la problemática nacional boliviana, debido a que toda nación tiene su propia especificidad y genio político.

—En su mensaje de año nuevo a las FF.AA. usted afirmó que después de la derrota de la guerrilla, en 1967, “surgió la esperanza de que al fin Bolivia sería comprendida por las potencias que rigen al mundo occidental”, pero que concluida la batalla el país “fue nuevamente relegado a ese sombrío plano de la simple subsistencia” ¿Ello significa que el nacionalismo revolucionario surgió en el Ejército como consecuencia de la lucha antiguerrillera y como muro de contención política al avance comunista?

—La génesis misma del ejército boliviano está enraizada en el nacionalismo. Es evidente que la campaña antiguerrillera ayudó a un robustecimiento de la conciencia nacionalista, pero ésta no se redujo al sectormilitar únicamente, sino que alcanzó a todos los sectores de la nacionalidad que, ante el fracaso de ese planteamiento armado, reafirmaron su fe en el nacionalismo revolucionario. Al aspirar a una política equidistaste de toda forma de extremismo, existe una incompatibilidad tácita entre el nacionalismo revolucionario y el comunismo.

—¿Considera su gobierno la posibilidad de formar un bloque con Chile y Perú o una especie de “confederación ideológica” como la que en su oportunidad propuso a Perú el ex presidente Alfredo Ovando Candia?

—Una confederación ideológica nace como consecuencia de aspiraciones comunes. Mi gobierno ha escogido el modelo nacionalista revolucionario. Entiendo que el Doctor Salvador Allende ha planteado otras soluciones para resolver la problemática chilena.

—¿Alentará su gobierno la formación de un partido político que canalice a la corriente nacionalista revolucionaria?

La crisis de los partidos políticos en los países subdesarrollados es total. Por eso, creo necesario postular un nuevo tipo de democracia y de representación política, que supere la irrepresentatividad de los agrupamientos existentes. Por ahora no se observan en éstos signos de renovación o de adecuación a las reales circunstancias del país. Estudiaré, pues, la forma en que la alianza militar con la clase media, los obreros y los campesinos encuentre una organización adecuada.

—¿Por qué rechazó usted la proposición del comando político popular de integrar la mitad del gabinete con representantes de ese bloque?

—Mi gobierno no ha rechazado la participación de ningún sector.

—¿Se modificará la actitud del gobierno con respecto a la fuerza guerrillera que actúa en Teoponte?

—Obviamente, mi gobierno rechaza toda forma de subversión.