FAP Fuerzas Armadas Peronistas


FAP: con Perón y con las balas

Dos hombres y una muchacha, un mate amargo que recorre la reunión y afuera, Buenos Aires, la policía federal loca atrás de esta organiza­ción, las Fuerzas Armadas Peronistas (FAP) que han dado un sello especial a sus acciones, el de «usted también puede hacerlo». Esta misma mañana se llevaron 14 millones del Banco Alemán Trasatlántico: secues­traron al tesorero, redujeron a un policía, se hicieron entregar la otra llave por el gerente y se retiraron con el dinero. «Fue una operación limpia -dice uno- sin un tiro». No hacen ostentación alguna, pero no pueden ocultar que están contentos.

«No apriete mucho que no somos muy «teóricos» -desliza el otro, cuan­do me pasa el mate. Yo tampoco. «Qué suerte». Pero qué va a hacer uno si tiene el oficio de apretar.

Ustedes se declaran peronistas; ¿Cómo conciben al Movimiento peronista?

Nosotros concebimos al Movimiento Peronista como un movimiento de liberación nacional. Desde 1955, en que se pierde el poder lo que se da en la Argentina es un proceso en el que el movimiento peronista, de una forma o de otra, expresa una estrategia de conjunto que es la recuperación del poder. Eso explica la Resistencia, las grandes huelgas, explica el intento de golpe del General Valle, explica, incluso, que las direcciones obreras se ligaran con los militares.

¿Explica también el pacto con Frondizi?

Lo explica. El pacto con Frondizi se da en unas circunstancias específicas y significa para el movimiento, un movimiento muy heterogéneo y que estaba proscripto, oponer una perspectiva de negociación que, a través de un programa y con algunas perspectivas de conseguir la CGT y algunas cosas, opta por una alternativa que es dar, en las elecciones, el apoyo a Frondizi. La decisión la adopta Perón, en ese momento, como táctica, y nosotros la reivindicamos como correcta porque sirvió entonces para oponerse con un programa que aparecía como nacional y popular, con ciertos planteos de independencia económica, a los sectores más oligárquicos y proyanquis del país.

¿Pero estaba claro que, estratégicamente, si aceptamos que el Movi­miento peronista es un Movimiento de Liberación Nacional, de Frondizi, no podía esperar nada?

Estaba bastante claro, dentro de la contextura de lo que era el fron­dicismo, que inexorablemente, fundamentalmente por las clases que lo apoyaban, no tenía perspectiva histórica para comandar un proceso de liberación nacional. Nosotros sabemos perfectamente que la «burguesía nacional» como se le llama, no puede producir un proceso de liberaci6n nacional y llevarlo hasta sus últimas consecuencias. Hoy día directamente no hay ninguna posibilidad.

Y desde hoy, ¿cómo ven ustedes todas esas tácticas empleadas por el Movimiento?

No totalmente estériles pero sí insuficientes. Creemos que llevaron al movimiento obrero a un desgaste pero también a un gran aprendizaje.

¿En qué consiste ese aprendizaje?

Bueno, que entrar en la variante militarista, entrar en e1go1pe de estado, entrar en la perspectiva insurreccional, hace que los sectores más honestos, más combativos del Movimiento analicen toda esa expe­riencia y comience una nueva metodología que se ve sustentada y enri­quecida, además, por las experiencias internacionales: como la Revolución Cubana y la Revolución Argelina, que tuvieron mucha influencia en la juventud peronista.

¿Las posiciones que aquí sostuvo la izquierda, tradicional en su valo­ración del fenómeno peronista no entorpeció la asimilación de esas experiencias?

La desconfianza que existió en el Movimiento hacia 1a izquierda argentina, no lo privó de absorber la experiencia de otras organizaciones revolucionarias triunfantes en otros lados, a pesar, de que como usted dice, acá la izquierda siempre estuvo de la otra acera. Simultáneamente se dio el proceso de que la izquierda comenzó a comprender el proceso nacional, y acercarse al peronismo.

¿Cómo se reflejó todo esto en el movimiento obrero?

Nosotros pensamos que el movimiento obrero fue el que verdadera­mente se sacrificó para que llegáramos hoy a abrir los ojos a esta nueva metodología, porque sufrió en carne propia la experiencia que llevó adelante. Es decir, a nivel de masas se experimentó que por el lado de los militares no hay salida, que por el lado de las elecciones tampoco, que por el lado de las grandes huelgas y las grandes movilizaciones, tampoco va. Es decir que todo eso puede servir pero dentro de una estrategia de conjunto. Y que era necesario pelear con mayores perspectivas e ir con­formando organizaciones que posibilitaran, en una guerra larga, el triunfo final, es decir la reconquista del poder.

Cuando ustedes habla de reconquista del poder, ¿no se refieren a un retorno a 1955, verdad?

Nosotros hablamos de reconquista del poder para referimos- a una experiencia que hizo nuestro pueblo que, en alguna medida, compartió el poder. O sea que las tres banderas del – peronismo: Justicia Social, Independencia Económica y Soberanía Política, sintetizan una política de Liberación nacional. Y para el pueblo entender eso, en el último escalón de los sectores explotados, lo menos politizados es, por lo menos, volver a la época del 45 al 55. Pero a nivel de la gran mayoría del pueblo argentino está bastante claro que de volver no se puede volver a repetir lo mismo. El retorno al poder signif1ca tomar el poder para profundizar lo que se dejó en un momento, con una metodología distinta, can un alcance totalmente diferente.

Toda la experiencia de que hablaba no ha caída en saco roto, sino que es una experiencia que ha sida asimilada por la gente: nosotros tenemos la suerte de tener un movimiento obrero muy capaz, muy lúcido, que discute todos las problemas y habiendo vivido en fábricas, habiendo partí­cipado en reuniones en las barrios, uno se da cuenta que el nivel político de nuestra clase obrera es muy grande. Y es un movimiento nacional, que no está concentrado aquí en Buenos Aires, sino que se extiende a todo el País. Pensar que cuando se plantea la vuelta de Perón o el retorno al poder de la clase obrera puede pensar que es retornar a una política que se hizo hasta 1955 es despreciar el nivel alcanzada por nuestro pueblo. En esto nuestro pueblo está conciente. Lo dice todo el mundo: «acá Perón tenía que haber amasijado a todos los gorilas». Es una expresión clara de que es la única forma de seguir adelante en un proceso de este tipo, para mantener las conquistas y para profundizarlas.

¿Y eso podría hacerse hoy dentro marco capitalista?

Nosotros entendemos que no, que no es factible. Es decir que la única manera és liquidando toda la estructura capitalista.

¿Entonces ustedes consideran que los propósitos de liberación nacio­nal están ligados a los propósitos de liberación social?

Completamente.

¿Creen que esto también lo entiende así la oligarquía y el imperia­lismo, que el retorno de Perón significaría en sí mismo un hecho revolucionario, es decir, que Per6n, a esta altura, no es encuadrable dentro del sistema?

Nosotros creemos que no es encuadrable. Es decir: esto es un supuesto. Este supuesto parte de la confianza que le tenemos a Perón como líder, confianza que no depende de un nivel de conocimiento sicológico, ni a nivel subjetivo de Perón, sino que arranca de su trayectoria, del compro­miso que Perón ha asumido con su pueblo. En el supuesto caso de que Perón estuviera, subjetivamente, en una variante de negociación, de renunciar a todo lo que ha venido planteando, de entongarse con el régimen, a ese nivel creemos que no tendría ninguna posibilidad política y por lo tanto creemos que, por su compromiso con el pueblo, por su compromiso con1as masas, ,Perón no es encuadrable.

En la misma medida en que el margen de maniobra política para los sectores dominantes se estrecha ellos podrán considerar su última carta posible para integrar al peronismo…

No sólo lo consideran sino que están buscando la forma de lograrlo. Creemos que el gran problema que tiene la oligarquía, y el imperialismo en este país es cómo hacen para encuadrar el movimiento peronista.

Sí, está claro es el gran problema que han tenido durante los últimos 15 años.

No es casualidad que metan a Luco en la Secretaría de Trabajo, no es casualidad que estén metiendo gobernadores, que estén metiendo gente peronista que se ha autoexduído del Movimiento.

Todo esto obedece a una intención par parte de la oligarquía de convertir el peronismo en un movimiento estéril, de domesticarlo, de qui­tarle toda perspectiva porque si no ellos no pueden seguir haciendo la que están haciendo. Saben que puede surgir y está surgiendo inexora­blemente una fuerza que va a acaudillar al movimiento obrero. Es un problema de clase. El problema que puede tener cualquier otro gobierno burgués, pero que aquí en la Argentina se acentúa por la existencia de un movimiento que plantea consignas de liberación nacional y que va detrás de esas consignas. Si bien es cierto que en este momento todavía no visualiza claramente cuál es la perspectiva de triunfo, de qué manera se puede llegar al poder, ve por lo menos, que ningún gobierno le ha dado lo que le diera el peronismo, ve claramente de qué lado está el movimiento peronista y de qué lado está la oligarquía y el imperialismo.

Sí, toda esa está muy claro: es evidente el fracaso de los sectores dominantes en todos sus intentos de integrar el peronismo. Toda esta historia de elecciones, golpes, elecciones, golpes, se repite coma un, ritornello durante 15 años y en el fondo de la cuestión está siempre el problema del peronismo. El factor nuevo y que pienso que pueda considerarse irreversible en esta coyuntura de hoy, es, precisamente la lucha armada, que esa sí, por definición, no es encuadrable en el sistema, independien­temente de los extremos a que estuviera dispuesto a comprometerse el propio Perón. Y me pregunto si, precisamente, ante el fracaso de inte­gración del peronismo y enfrentados al hecho armado, los sectores de poder no podrían jugar al retorno de Perón, justamente como última carta para poner freno a la lucha armada en el país, por lo menos a la lucha armada de organizaciones peronistas .

Nosotros no creemos que haya posibilidades concretas de traerlo a Perón. Porque si Perón regresara, tendría que regresar como candidato a elecciones, o tendría que venir con alguna perspectiva. Es decir él dice que va a venir «cuando estén las condiciones dadas». ¿Qué quiere decir con esto? No está muy claro. Pero lo que parece es que Perón juega, maniobra para forzar al gobierno a una definición. No es casualidad que Paladino vuelva de la entrevista con Perón y venga acá a decir que Perón regresa. Esto es para apresurar una definición por parte del gobierno. ¡

Pero precisamente Paladino, el Jefe Político del Movimiento en Argentina, por designación de Perón, vuelve al país planteando que «las condiciones para el regreso de Perón están dadas (aunque tampoco espe­cifica claramente cuáles son) y que la alternativa electoral es la única forma de poner fin a la «violencia en el país». ¿Esto no es una forma de contribuir al juego aparentemente aperturista de Levingston, no contri­buye objetivamente a la maniobra del gobierno en contradicción con la línea armada de ustedes?

Nosotros entendemos que el retorno de Perón es una reivindicación concreta. Cualquier individuo que llama a esa reivindicación es un indi­viduo que ayuda al proceso de liberación nacional. Tenga en cuenta que el retorno de Perón no está descolgado, no está fuera del contexto de las reivindicaciones de las tres banderas del peronismo: Soberanía Política, Independencia Económica y Justicia Social. El retorno de Perón incluye el planteo de las tres banderas. Cua1quiera, de cualquier manera que lo haga y de cualquier forma, por carta, por una poesía, por un cantito, como se le ocurra, que plantee el regreso de Perón, contribuye, para nosotros, al proceso de liberación nacional. Hay que entender que el proceso de liberación nacional que nosotros vivimos tiene diez mil facetas, no tiene la organicidad que idealmente pudiéramos desear que tuviera. Por eso, vengan de donde vengan las reivindicaciones de las consignas fundamentales del Movimiento, contribuyen.

¿y si esa jugada política se intentara sin el retorno de Perón, tra­tando de canalizar al peronismo detrás de otras fuerzas, o de algún militar providencial, sacado de la manga?

Nosotros creemos que no hay cabida para ningún movimiento que no incluya a Perón. El nivel de conciencia del pueblo alcanza perfectamente para comprender que cualquier individuo que acá plantee un peronismo sin Perón, no tiene posibilidades.

Paladino habló varias veces del radicalismo: ¿una nueva versión del pacto Perón-Frondizi, con un pacto Perón-Balbín, por ejemplo, no tiene posibilidades de darse?;

Nosotros entendemos que ese pacto no puede darse. No descartamos .la posibilidad de que en una determinada coyuntura el Movimiento se exprese electoralmente, creemos que quien descarta esa posibilidad es el régimen, que no puede dejar que el peronismo se exprese masivamente. Porque para que se exprese masivamente el peronismo tiene que ser detrás de un candidato que más o menos refleje una política de liberaci6n porque si no, la gente no lo va a votar. Y si apareciera un candidato con planteamientos peronistas, sería el régimen el que lo rechazara.

¿Se puede hablar de una posición compacta del peronismo en esta coyuntura?

A nivel orgánico existe una conducción del Movimiento’, esa conducción está en manos de Perón y del Comando Superior Peronista, que aunque a veces parezca contradictoria, da los lineamientos generales, lineamientos generales en los que se encuadran todas las corrientes.

De ahí precisamente la confusión que se crea frente al Movimiento peronista. . .

Claro, porque se piensa que el Movimiento’ Peronista es un Partido y el Movimiento Peronista no es un partido. Y -tanto es así, que dentro de su seno existen corrientes contradictorias y hasta antagónicas.

Estos días lo vemos: la Dirección del Movimiento propone la salida electoral para poner fin a la violencia, mientras esa violencia revolucio­naria se ejerce por otro sector del propio peronismo. Una contradicción evidente.

Correcto. Pero mientras Paladino no’ se pronuncie específicamente contra la violencia que ejercemos los peronistas… es decir, él dice qué la violencia es producto’ del sistema. Y creemos que, bueno, mientras esté diciendo eso está bien. \

Bien, pero más allá o más acá de todo este análisis, ¿cuál es, para ustedes, la vía que efectivamente garantizará el desarrollo de un proceso de liberación nacional en el país?

Nosotros creemos que todo’ este movimiento deliberación nacional no tiene perspectivas de triunfo si no se construye un ejército del pueblo a partir de una organización armada político- No, de ninguna manera. Taco Ralo fue una experiencia directamente influida por el ejemplo de la Revolución Cubana que repercutió dentro del peronismo e impulsó a su vanguardia a concretar su acción dentro de las normas de la guerrilla rural. Esa derrota táctica no supone que nosotros descartemos en nuestro país el método de la guerrilla rural. En Argentina tenemos grandes con­centraciones urbanas, por un lado y zonas geográficas y políticamente adecuadas para la lucha rural, por otro, lo que determinará que la lucha armada, que en esta etapa se desarrolla fundamentalmente en las ciudades, se extenderá también al medio rural.

¿Y el «Cordobazo»? ¿Puede considerarse un factor detonante de la lucha armada en el país? –

Se podría decir que desde el 66, desde el Onganiato hasta el «Cor­dobazo», hay aparentemente un repliegue y una ausencia de la clase obrera argentina, de la lucha. Lo que significa el «Cordobazo», a nivel de las organizaciones armadas es un llamado de atención, en cierta manera, sobre la presencia del pueblo: que el pueblo no estaba ni domesticado, ni dormido, ni quebrado. El «‘Cordobazo» tiene mucha influencia, sobre todo en algunos sectores, pero la raíz de las organizaciones ya estaba dada.

Pero impulsa mucha gente, ¿no?

Impulsa mucha gente, indudablemente. Mucha gente participa en el «Cordobazo», que no fue sólo Córdoba, fue Rosario, Santa Fe, Tucumán y esa experiencia le demuestra todo lo militar.

¿Cuáles son los factores que a juicio de ustedes abren la perspectiva armada que hoy vive el país?

Le decía que toda esa experiencia recopi1ada del movimiento pero­nista nos llevó a buscar una nueva metodología, que tuviera una perspec­tiva de triunfo, que diera una posibilidad real de ganar el poder para el pueblo’. Ante toda esa experiencia desgastante del movimiento obrero, las huelgas sin salida, los compromisos fallidos, la Resistencia sin eficacia, nosotros creemos que en este momento hay que plantearse las cosas de diferente manera y que hay que organizar y desarrollar la lucha armada.

El peronismo ya tiene en el país varios antecedentes de lucha armada, ¿qué experiencia extrajeron ustedes de esos antecedentes y en qué se diferencia de la práctica armada actual?

Como usted bien dice el peronismo fue de los primeros que se planteo en la Argentina la lucha armada. La primera expresión de lucha armada fueron los Uturuncos, en 19159, el campamento guerrillero peronista que es copado en el Plumerillo; el Policlínico Bancario, del sector nacionalista y después Taco Ralo. La resistencia misma de 1955 a 1957 fue una expresión de lucha armada, muy incipiente, muy rudimentaria pero lo fue. Aquí se colocaron bombas como no creo qué se hayan colocado en la época de los anarquistas. La gente se jugó.

La derrota táctica que ustedes, sufrieron en Tucumán, en Taco Ralo, que tengo entendido marca el inicio dé la FAP y la reapertura de sus acciones en las ciudades en 1969 Y 1970, ¿supone que la estrategia de ustedes excluye la guerrilla rural?

Positivo que tiene y también todo lo negativo. Concluye que el «Cordobazo» no es el camino. Pasada la euforia del «Cordobazo» se plantea el problema de la metodología que, forzosamente tiene que pasar a través de la organización clandestina, que no en todos los casos tiene que ser armada, pero que las formas que van adoptando, en cierta medida, son las formas de las organizaciones armadas.

¿Cómo se asimila, concretamente, esa metodología?

Se constituyen células pequeñas de cinco a seis militantes de un sector político y que paulatinamente se van planteando la lucha armada. Hoy, en la Argentina, están operando cuatro organizaciones grandes y dos más pequeñas. Esas organizaciones no son las que hacen todas las operaciones: uno lee-que acá pusieron una bomba, que al1á le sacaron un arma a un policía: éstas no son siempre acciones de alguna organización. Aunque muchos de esos comandos se incorporen en algún momento a alguna de las organizaciones armadas, hay muchos que todavía están actuando aisladamente y que son en cierta medida, producto del «Cor­dobazo».

Para la FAP, específicamente, ¿qué significó el «Cordobazo»’?

La necesidad de apresurar el proceso de consolidación de nuestra organización y, analizando el hecho, la necesidad de que la organización armada diera una perspectiva al «Cordobazo», como forma de aprovechar todo ese estado de concientización masiva que se había dado. Nos pregun­tábamos cómo era posible que se hubiera dado un fenómeno de masas como el «Cordobazo» sin que las organizaciones armadas estuvieran ahí presentes, transmitiendo su metodología.

Y ese trabajo con las masas, ¿cómo lo encaran ustedes ahora?

El eje de nuestra política es organizar la guerra del pueblo. Todo tiene que confluir a eso. La organización de la guerra del pueblo tiene aspectos complejos en lo que respecta a la ligazón de las masas. Nosotros nos consideramos una parte de esa guerra, de ninguna manera su élite y creemos que una tarea fundamental nuestra como organización política­ militar es responder a la necesidad que tiene planteada el movimiento obrero de poder organizarse, de adoptar una metodología diferente. Nuestra tarea está concentrada, entonces, en establecer formas organizativas de ligazón con el pueblo que garanticen, por un lado, la conti­nuidad y la compartimentación de la organización armada y, por otro, una real interrelación entre el pueblo y la organización. Este problema, complejo como es, creemos que está tomando formas precisas a través del trabajo que estamos realizando.

¿Se puede conocer cómo?

Aportando cuadros con mentalidad político-militar al proceso de lucha que se da al nivel de masas y tratando de extender la metodología de la organización armada a todos los niveles en que se da el enfrentamiento de las masas can el régimen. Es decir nosotros no desenchufamos el trabajo político del militar; decimos que se complementan, que siempre deben ir unidos; que lo que necesita nuestro pueblo es que se le de una metodología que le sirva para pelear.

Ese intento de vinculación con las masas los tiene que llevar a ustedes también, a determinar los objetivos de sus acciones considerando cuida­dosamente la receptibilidad popular. ¿Cuáles son los criterios en la elec­ción de los objetivos de las acciones, cuáles son los blancos que ustedes consideran de más rendimiento político?

Bueno, nosotros estamos buscando tipos de operaciones políticas que sean comprendidas inmediatamente por nuestro pueblo. No quiero decir que hayamos sido siempre eficaces en ese terreno producto de nuestras propias limitaciones y otro factor que tenemos en cuenta, que nos parece muy importante: un tipo de acciones que sea considerada por nuestro pueblo no sólo como factible de ser realizada por una organización arma­da, sino por cualquiera que se decida realmente a hacerlas. Es decir no nos interesa tanto las grandes operaciones aparatosas donde aparece una organización con un gran nivel técnico y que quien se proponga hacerlas solamente pudiera hacerlo habiendo alcanzada ese nivel técnico. Sino que, por el contrario, tratamos de que en las acciones se visualice fácilmente de que con intención de se, y con coraje se pueden llevar las cosas adelante.

Ustedes dentro de la preocupación que tienen de que las acciones armadas lleguen a las masas habrán analizado no sólo las acciones de ustedes sino las de las otras organizaciones revolucionarias, por lo tanto, ¿cómo ven ustedes el secuestro y la ejecución de Aramburu, a partir de esta?

Respecto a Aramburu nosotros nos adherimos a los criterios de ajus­ticiamiento revolucionario de los Montoneros. Partimos de un hecho específico y concreto lo que significó Aramburu para el Movimiento, para el país y para la clase obrera. Lo que creemos sí es que lo que no se evaluó claramente por los compañeros Montoneros fue la perspectiva de continuidad de un proceso desencadenado a ese nivel. Nosotros opinamos que está bien muerto Aramburu, pero que era una acción más para culminar un proceso que para iniciarlo. De todas formas, le insisto, lo reivindicamos en el sentido de que Aramburu había hecho méritos suficientes para ser condenado a muerte por el movimiento revolucionario.

¿Y el caso de Alonso?

Bueno, el caso de Alonso ya es un caso más complicado. Porque a pesar de que quedó claramente evidenciada de que Alonso era un instru­mento del régimen, un funcionario del imperialismo, creemos que la lucha contra la burocracia sindical es una lucha que debe darse por el movi­miento obrero argentino en los términos del enfrentamiento antipatronal y antiimperialista. Que si el movimiento obrera no tiene fuerza para sacudirse sus parásitos de encima, en ningún caso va a tener fuerza para hacer la revolución. Entendemos que, una vez desatado ese proceso y cuando los traidores estén muy claramente marcados por el movimiento obrero va a haber que ejecutarlos, pero entendemos también que el nivel del proceso no estaba para ajusticiar a Alonso. Claro, a nivel de pueblo, la muerte de Alonso no le importó a nadie, lo lloró más Levingston que cualquier obrero.

Entonces: ¿esa indiferencia popular ante la muerte de un supuesto líder obrero no puede considerarse un índice aprobatorio de la ejecución?

Si, no cabe duda. Es decir, Alonso estaba perfectamente evaluado más, la oligarquía, contribuyó a que quedara bien clarito quién era. Pero por otro lado nosotros no podemos olvidarnos de que Alonso era peronista. Tomando en cuenta esto hay que tener mucha cuidada, en un momento dado, cómo se orienta a la lucha contra elementos peronistas que pueden ser visualizados como traidores.

¿Piensan la mismo del caso Vandor?

Lo mismo. Las cosas que hizo Vandor en el gremio metalúrgico son directamente de epopeya hizo barbaridades. Pero hay que ver cómo ma­nejamos este tipo de cosas porque Vandor es otro peronista burócra­ta, traidor, todo lo que se pueda decir, pero creemos que a esa gente la mejor forma de combatirla es poniéndola en evidencia ante el movi­miento obrero, con una lucha clara e insobornable.

Entrar en el juego de las ejecuciones de esta gente ahora es desaprovechar esfuerzos, desviar la atención del enemigo principal y darle herramientas al régimen.

¿Quién ejecutó a Vandor y a Alonso?

¿Sinceramente? No sabemos. Ahora queremos aclarar que si bien los compañeros Montoneros estuvieron en la operación Aramburu, no participaron ni en la muerte de Vandor, ni en la de Alonso.

¿Cómo se plantean ustedes la relación con las otras organizaciones armadas?

Nosotros hemos; tenido una posición amplia, hecha pública, hacia las otras organizaciones armadas. Quizás hayamos sido los primeros en reivindicar la necesidad de tener en cuenta a las demás organizaciones. Incluso con una organización con la que nos separan diferencias de interpretación política de la realidad, las FAL, a pesar de que no nos conocíamos entonces, cuando tomamos la Prefectura del Tigre declaramos que desde nuestra trinchera peronista nos sentíamos hermanados con los compa­ñeros de las, FAL. Esto provocó un posterior acercamiento.

Nosotros planteamos las relaciones entre las organizaciones armadas dentro de un marco de absoluto respeto y señalamos la necesidad de un «intercambio político» de discusión, no solamente a nivel de dirección, sino a nivel de toda la base. Hemos puesto en vigencia un acuerdo, pro­puesto po nosotros, de que cada destacamento, equipo o comando, o como se llame cada organización, produzca críticas por escrito a los documentos de las demás organizaciones

¿Qué los une y qué los separa de las demás organizaciones? ¿Existe la posibilidad de llegar a constituir un frente de liberación con la unifi­cación de las distintas organizaciones armadas que actúen en el país?

Nosotros pensamos, por la interpretación que damos a la realidad del país, que aquí la única forma de hacer la revolución es siendo peronista. Eso no significa que le quitemos el menor mérito a otros compañeros que no piensan así; al contrario: creemos que son compañeros absoluta­mente honestos y que están, evidentemente, al mismo nivel operacional que nosotros. Lo que nos separa, creemos, no es de fondo problemas políticos que no son fundamentales y lo que nos une sí es fundamental: 1) la metodología, 2) el enemigo y 3) el objetivo final. Estos tres aspectos fundamentales nos unen pero nosotros no conside­ramos la necesidad en esta etapa de crear ningún organismo artificial. El Frente va a ser producto de todo un proceso. Lo que nos interesa, por ahora, es que no haya competencia entre las organizaciones revolu­cionarias, que se dé en la medida que se pueda todo el intercambio político y técnico.

¿Y esta misma pregunta a nivel latinoamericano?

Creemos que la derrota del imperialismo debe darse a nivel latinoamericano: el enemigo es común para todos los pueblos latinoamericanos y eso condiciona el destino de sus organizaciones revolucionarias. En esta etapa concebimos la relación al nivel político que las fronteras geográficas nos permiten y la comunidad del enemigo nos hace sentir aliados de todas las organizaciones revolucionarias latinoamericanas.

Imprescindiblemente esto alcanzará niveles organizativos, acuerdos con­cretos. Cuando se presenta la oportunidad de conversar con organizaciones de otros países la hacemos y buscamos entendimientos a partir de crite­rios críticos. La fraternidad revolucionaria la entendemos en el sentida de n o hacer ningún tipo de concesiones, no ocultar las críticas.

Las relaciones entre las organizaciones revolucionarias argentinas, por suerte, marchan muy bien: no hay competencia, hay preocupación real por expresar una política de confraternización, de colaboración.

¿Y la Revolución Cubana?

Merece toda nuestra simpatía y toda nuestra confianza.

América Latina en Armas, Ediciones M.A., Buenos Aires, Enero de 1971.

Fuente: www.elhistoriador.com.ar