El virreinato del Río de la Plata


El 1º de agosto de 1776 Carlos III, rey de España, creó el Virreinato del Río de la Plata con capital en Buenos Aires en el marco de una serie de medidas destinadas a reorganizar el poder imperial. El antiguo gobernador de Buenos Aires, Pedro de Cevallos, fue nombrado virrey del Río de la Plata. El virreinato comprendía los territorios que hoy ocupan la República Oriental del Uruguay, la República del Paraguay, la República de Bolivia, la República Argentina y el Estado de Río Grande, que pertenece actualmente a la República de Brasil. La creación de este virreinato implicó un aumento de la población de Buenos Aires, la consolidación de la estructura urbana y una transformación de esta ciudad en un importante centro comercial entre las colonias y la metrópolis. A continuación, reproducimos un fragmento del libro Páginas argentinas ilustradas sobre una de las “reformas borbónicas”, que resultó clave para el desarrollo de esta región.

Fuente: Eizaguirre, José Manuel, Páginas argentinas ilustradas, Casa Editorial Maucci Hermano, 1907.

Las provincias españolas en esta parte del continente lindaron desde el primer día con las colonias que Portugal fomentaba en el Brasil. El debate primitivo sobre el mejor derecho a la conquista del Río de la Plata volvió así, en el andar del tiempo, a ser reanudado, traduciéndose en una constante lucha por la fijación de los límites territoriales.

Los portugueses invadían las tierras de las provincias argentinas, en la región de los ríos, en el interior del Paraguay y de la Audiencia de Charcas. Llegaron en uno de sus avances hasta edificar una fortaleza en la Colonia del Sacramento, en la Banda Oriental, frente a Buenos Aires, desde donde mantenían un activo comercio clandestino con los habitantes de las provincias argentinas.

Desalojados, volvieron siempre, sin que los gobernadores de Buenos Aires, dependientes del virreinato de Lima, pudieran obrar con la rapidez y los recursos necesarios.

La corona de España resolvió, en 1776, encomendar a don Pedro de Ceballos, teniente general de los Ejércitos de la monarquía, una expedición militar para contener a los portugueses y expulsarlos de los territorios que, fuera de toda discusión, pertenecían a las provincias del Río de la Plata.

Para darle mayor autoridad, el rey erigió el virreinato, con carácter de provisional, formándolo con las provincias del Río de la Plata, Paraguay, Tucumán, Mendoza, San Juan del Pico y el distrito de la Audiencia de Charcas.

La cédula real fue fechada en San Ildefonso el 1º de agosto 1776.

El virrey Ceballos, con un ejército aguerrido que trajo de España, arrojó a los portugueses de los puntos invadidos, destruyó el fuerte que habían construido en la Colonia del Sacramento, y desde Santa Catalina presentóle al rey la conveniencia de erigir definitivamente el virreinato.

El rey accedió y, por cédula de 27 de octubre de 1777, erigió definitivamente el virreinato del Río de la Plata, nombrando sucesor de Ceballos a don Juan José Vértiz.

El propósito fundamental de la corona de España era el de defender y amparar su territorio, en la desembocadura de los ríos, al Este, en el interior y al Norte, impidiendo que los portugueses continuaran sus avances en las regiones inexploradas del centro del continente.

Al virrey Ceballos le debieron las provincias del Virreinato muchos progresos en el orden administrativo, porque fue él quien propuso la creación de una Audiencia en Buenos Aires, y amplió el permiso de tránsito para las mercaderías en las provincias interiores, favoreciéndose al comercio general.

Complementando el propósito de descentralización que demostraba Ceballos, la corona de España dictó en 1782, la real orden de erección de Intendencias, por la que se dividía el territorio del Virreinato, en ocho intendencias.

BUENOS AIRES, que comprendía el obispado del mismo nombre, con Montevideo, Santa Fe, Corrientes y Misiones.

PARAGUAY, comprendiendo todo el territorio de su obispado.

TUCUMÁN, que comprendía todas las provincias del centro argentino, cada una como subdelegación.

MENDOZA, que comprendía la provincia de Cuyo, fundada por la capitanía general de Chile.

SANTA CRUZ DE LA SIERRA, con su capital en Cochabamba.

LA PAZ, con todo el distrito de su obispado, y las provincias de Lampa, Carabaya y Azángano.

LA PLATA, con el territorio del arzobispado de Charcas.

POTOSÍ, con el territorio de las provincias de Porco, Chayanta, Atacama, Lípez, Chichas y Tarija.

Por cédula real de 1783, se ordenó que los Intendentes se llamaran Gobernadores-Intendentes, y se agregaron al Virreinato las gobernaciones militares de Mojos y Chiquitos. En 1784, se creó otra Intendencia en la provincia de Callao, con su capital en la villa de Puno.

Así abarcaba el Virreinato una extensión mayor a la cuarta parte de todo el continente, con las regiones más ricas y el sistema fluvial más poderoso.

La guerra con Portugal terminó por el tratado preliminar de límites, firmado en 1777.

En el artículo 15 de ese tratado, se decía: “Para que se determinen con la mayor exactitud los límites insinuados en los artículos de este tratado y se especifiquen sin que haya la menor duda en lo futuro, se nombrarán comisario por sus majestades Católica y Fidelísima, o se dará facultad a los gobernadores de las Provincias para que ellos, o las personas que eligieren, las cuales sean de conocida probidad, inteligencia y conocimiento del país, juntándose en los parajes de la demarcación, señalen dichos puntos, otorgando los instrumentos correspondientes y formando mapa puntual de toda la frontera que se conociere”.

El virrey Ceballos, cuando acusó recibo de la cédula real que transcribía el tratado, habló de las dificultades con que se tropezaría en la demarcación, y dio su opinión en una forma que precisaba el estado de estos pueblos:

“Los parajes -decía- no solamente distan muchísimas leguas de los pocos gobiernos que puedan mirar aquellos puntos en calidad de fronteras, sino que la mayor parte de ellos no reconocen gobiernos a que puedan pertenecer y mucho menos personas de conocimiento práctico ni aun especulativo de aquellos bosques, montes, ríos y cordilleras; de suerte que, a excepción de los gobernadores de Montevideo, por lo que hace al distrito de Río Grande, los del Paraguay con respecto a los valles en que están situados los pueblos de Misiones y con alguna tal cual idea, aunque confusa, los de Chiquitos y Mojos, en pasando el Itenes, ríos de la Madera y Amazonas, no se conocen ni están erigidos gobiernos algunos españoles a la parte del 0. E. en todo el vastísimo terreno de más de mil leguas hasta el Orinoco y último término de la referida línea. (1)

Por esa ignorancia en que permanecieron todos los gobiernos y que aprovecharon los portugueses en sus invasiones, el Virreinato del Río de la Plata perdió gran parte de su primitivo territorio.

La población no estaba tampoco en armonía con la enorme extensión del país, pues en esos años, (1778) la Intendencia de Buenos Aires tenía solamente, según el censo que se levantó, 37.679 habitantes, y no era de las menos pobladas.

Se dio comienzo a la demarcación durante el gobierno del marqués de Loreto, que fue el tercer virrey.

Durante la administración del virrey Vértiz, se sublevó, en el Alto Perú, Túpac Amaru y arrastró a casi todos los indios peruanos. Vencido, sufrió un horrible castigo: los jueces le condenaron a presenciar el suplicio de todos los miembros de su familia, y después de cortarle la lengua, fue atado a cuatro potros y descuartizado.

Este acto salvaje mereció la condenación de todos los americanos.

El virrey Vértiz fue el primer funcionario de la colonia que tuvo iniciativas en el sentido del progreso moral y material de las provincias argentinas.

Extendió las fronteras y combatió contra los indígenas que habían empezado a invadir las estancias en la provincia de Buenos Aires para robar ganados.

Esas invasiones se llamaban «malones» y coincidieron en varias épocas con el aprovechamiento comercial de los productos de la ganadería que se hacía por el puerto de Buenos Aires, y también con los contratos que formalizaban los gobiernos de Chile, para comprar ganados a los indios.

Desde 1777 a 1810, el virreinato tuvo once Virreyes.

El último fue don Baltasar Hidalgo de Cisneros.

(1) – Transcripción en el alegato del Gob. de Bolivia en el juicio arbitral de fronteras con el Perú. Pág. 129 y en los anexos citados en el mismo.