El «Polaco» Goyeneche y su inolvidable garganta con arena


Nacido el 29 de enero de 1926, en el pequeño pueblo del sur entrerriano de Urdinarrain, Roberto “El Polaco” Goyeneche es una de las voces más destacadas del tango argentino, a la par de las de Carlos Gardel, Julio Sosa o Edmundo Rivero.  Destacado por una voz ríspida, sensible y cómplice, interpretó formidablemente tangos como “Balada para un loco”, “Sur”, “Chiquilín de bachín”, “Afiches” y “Como dos extraños”.

De descendencia vasca y de familia vinculada al ambiente de la música popular, se trasladó tempranamente a Buenos Aires, específicamente al barrio porteño de Saavedra, donde viviría hasta su muerte. Su padre, tapicero y pianista, falleció cuando era niño, pero no le faltó ni su madre ni tíos que lo acompañaran, aunque no le evitaron la necesidad de trabajar durante su adolescencia, principalmente como transportista.

Habitué de las reuniones nocturnas, los cafés y cabarets porteños se transformaron en las aulas que no tuvo de forma académica. Allí se animó con sus primeras interpretaciones, hasta que en 1948, con apenas 18 años, logró grabar y debutar en Radio Belgrano y comenzar a ser la voz de una orquesta, la de Raúl Kaplún.

Sus primeros éxitos le permitieron ser convocado por Horacio Salgán en 1952 para formar dúo con Ángel «Paya» Díaz, quien al observar el rubio del pelo de Goyeneche, le dio el apodo de “polaco”. Sólo cuatro años más tarde, sería el gran Aníbal Troilo quien lo invitaría a participar de su famosa orquesta, haciendo en esta oportunidad dúo junto a Ángel Cárdenas. Goyeneche supo comprender el lugar que le tocaba y armonizar perfectamente su voz a la función de la orquesta.

Con Aníbal Troilo grabaría una veintena de temas y mantendría una relación de estrecha amistad, tanto que el gran bandoneonista, reconociendo su gran talento, lo impulsaría a iniciar su carrera como solista, lo que sucedería hacia comienzos de los años ’60. Desde entonces, se sucederían éxitos en escenarios repletos, nacionales e internacionales, aunque no abandonaría nunca los cantos a capella en pequeños bares porteños. Tampoco dejaría de colaborar con grupos y orquestas que le invitaban, como la del sensacional Astor Piazzolla. Y también, ya consagrado, hacia mediados de los años ‘80, se daría el gusto de participar en la pantalla chica y grande: con el cómico Jorge Porcel en la televisión y con “Pino” Solanas en el cine, actuando en “El exilio de Gardel” y en “Sur”.

Reconocido por aportar sensibilidad y profundidad a las letras más clásicas del tango, aún con su “garganta con arena”, falleció el 27 de agosto de 1994. Con justicia, se le ha cantado: “…tu voz / que al tango lo emociona / diciendo el punto y coma / que nadie le cantó / tu voz / de duendes y fantasmas / respira con el alma / de un viejo bandoneón…”.

Recordamos al “polaco” con la letra de un tango de Horacio Ferrer con música de Astor Piazzola, que estrenado en 1969 por Amelita Baltar, quedó inmortalizado en la voz de un Goyeneche alucinado, que lo grabó un mes después de que fuera interpretado por primera vez en el Festival de Buenos Aires de la Canción y la Danza, que se realizó en el Luna Park el 16 de noviembre de 1969.

Fuente: Javier Argüello, El día que me quieras. Antología de tangos, Barcelona, Lumen, págs.- 69-70.

Las tardecitas de Buenos Aires tienen ese qué sé yo, ¿viste? Salís de tu casa, por Arenales. Lo de siempre: en la calle y en vos… Cuando, de repente, de atrás de un árbol, me aparezco yo. Mezcla rara de penúltimo linyera y de primer polizón en el viaje a Venus: medio melón en la cabeza, las rayas de la camisa pintadas en la piel, dos medias suelas clavadas en los pies, y una banderita de taxi libre levantada en cada mano. ¡Te reís!… Pero sólo vos me ves: porque los maniquíes me guiñan; los semáforos me dan tres luces celestes, y las naranjas del frutero de la esquina me tiran azahares. ¡Vení!, que así, medio bailando y medio volando, me saco el melón para saludarte, te regalo una banderita, y te digo…

(Cantado)

“Ya sé que estoy piantao, piantao, piantao…
No ves que va la luna rodando por Callao;
que un corso de astronautas y niños, con un vals,
me baila alrededor… ¡Bailá! ¡Vení! ¡Volá!

Ya sé que estoy piantao, piantao, piantao…
Yo miro a Buenos Aires del nido de un gorrión;
y a vos te vi tan triste… ¡Vení! ¡Volá! ¡Sentí!…
el loco berretín que tengo para vos:

¡Loco! ¡Loco! ¡Loco!
Cuando anochezca en tu porteña soledad,
por la ribera de tu sábana vendré
con un poema y un trombón
a desvelarte el corazón.

¡Loco! ¡Loco! ¡Loco!
Como un acróbata demente saltaré,
sobre el abismo de tu escote hasta sentir
que enloquecí tu corazón de libertad…
¡Ya vas a ver!

(Recitado)

Salgamos a volar, querida mía;
subíte a mi ilusión súper-sport,
y vamos a correr por las cornisas
¡con una golondrina en el motor!

De Vieytes nos aplauden: «¡Viva! ¡Viva!»,
los locos que inventaron el amor;
y un ángel y un soldado y una niña
nos dan un valsecito bailador.
Nos sale a saludar la gente linda…
Y loco -pero tuyo- ¡qué sé yo!:
provoco campanarios con la risa,
y al fin, te miro, y canto a media voz:

(Cantado)

Quereme así, piantao, piantao, piantao…
Trepáte a esta ternura de locos que hay en mí,
ponéte esta peluca de alondras, ¡y volá!
¡Volá conmigo ya! ¡Vení, volá, vení!

Queréme así, piantao, piantao, piantao…
Abríte los amores que vamos a intentar
la mágica locura total de revivir…
¡Vení, volá, vení! ¡Trai-lai-la-larará!

(Gritado)

¡Viva! ¡Viva! ¡Viva!
Loca ella y loco yo…
¡Locos! ¡Locos! ¡Locos!
¡Loca ella y loco yo!”

Horacio Ferrer

Fuente: www.elhistoriador.com.ar