Era enero de 1871 y comenzaba el peor brote de fiebre amarilla que vivió Buenos Aires. La peste acabó con la vida de 14.000 personas, aproximadamente un 8% de la población, en general habitantes pobres de los barrios bajos, que carecían de agua potable y servicios cloacales.

Todo parece indicar que los mosquitos que transmiten la enfermedad llegaron en un barco procedente de Asunción del Paraguay junto con los combatientes que volvían de la guerra y encontraron muchos sitios propicios para reproducirse en los innumerables charcos y pantanos de las zonas cercanas al puerto, ensañándose particularmente con las barriadas populares de San Telmo y Monserrat. Los primeros casos se dieron en las casas de inquilinato ubicadas en Bolívar 392 y Cochabamba 113.

Pronto la enfermedad se extendió y llegó causar más de 500 muertos en un mismo día. Aquella tragedia quedó plasmada en el cuadro “Un episodio de la fiebre amarilla”, del pintor uruguayo Juan Manuel Blanes, que refleja con dramatismo los estragos de aquel flagelo. En la obra, un pequeño niño se apoya sobre el pecho de su madre, que yace sin vida en el suelo de la habitación. Dos hombres contemplan conmovidos la escena sin darse cuenta que en la semipenumbra el padre de la criatura también yace muerto.

El cuadro, que se expuso en el viejo Teatro Colón de Buenos Aires el 8 de diciembre de 1871, causó gran impresión. Casi todos los porteños tenían muertos que llorar a causa de la epidemia.

Compartimos en esta ocasión una de las fuentes que utilizó Blanes para componer la obra, el parte policial del Comisario Lisandro Suárez donde relata la escena descubierta por un sereno en la madrugada del 17 de marzo de 1871. El pintor oriental incluyó en la escena a Roque Pérez, presidente de una comisión popular para combatir la enfermedad, y el doctor Argerich, ambas víctimas fatales de la enfermedad que combatieron con denuedo.

Fuente: Leandro Ruiz Moreno, en La peste histórica, citado en Miguel Ángel Scenna, “Diario de la Gran Epidemia”, Revista Todo es Historia, Año 1, Nº 8,  diciembre de 1967, pág. 21.

Marzo 17 de 1871

Al señor jefe de policía:

A la una de la madrugada de hoy, el sereno de la manzana 72, Manuel Domínguez, notó que la puerta de la calle Balcarce número 384 estaba abierta.

En cumplimiento de su deber, llamó, y visto que no se le contestaba, entró, y encontró a una mujer muerta, con una criatura de pecho mamándole. Entonces, éste recogió al niño y pasó palabra al ayudante, don José María Sáenz Peña, quien remitió al niño a ese departamento.

En la mañana de hoy, el que firma fue a la indicada casa y encontró el cadáver tirado en el suelo, encima de un colchón. Según los informes que he podido conseguir, esta mujer fue traída ayer en un carro a la citada casa. Dicen que se llama Ana Bristiani, italiana, y que tiene su marido enfermo en la Boca del Riachuelo, pero que no saben dónde.

La casa en que ha fallecido esta mujer se halla abandonada; por tanto, tan pronto como se saque el cadáver, cerraré la puerta hasta tanto se presente el marido de ésta, para ponerlo en posesión de algunas cosas que hay, si bien de poco valor.