El padre Mugica y su militancia social


Carlos Mugica no fue el único, pero fue uno de los más emblemáticos sacerdotes que, siendo un joven estudiante proveniente de una familia acomodada, se transformó en los años 60 y 70 en un sacerdote que hizo lo que después se llamó la “opción preferencial por los pobres”.

Nacido el 7 de octubre de 1930, se había orientado inicialmente hacia el estudio del Derecho, pero decidió ingresar al seminario de Villa Devoto, ordenándose sacerdote en 1959. Entonces, pasó casi un año junto a monseñor Juan José Iriarte en el Obispado de Resistencia, cumpliendo tareas en el chaco santafesino, en los pueblos devastados por La Forestal. De regreso a Buenos Aires, fue nombrado vicario cooperador de la parroquia Nuestra Señora del Socorro, asistiendo al cardenal Antonio Caggiano. En tanto, participaba como asesor de jóvenes universitarios y profesor de teología en la Universidad de El Salvador.

En estos años de juventud estaban marcados los dos caminos, el de la alta institucionalidad episcopal y el de la asistencia a los pobres, que lo llevaría, luego de realizar estudios por un año en Francia, a formar parte de los Sacerdotes Tercermundistas en 1968 y del Equipo Pastoral para Villas de Emergencia, que lo llevaría a militar activamente en la villa de Retiro. La misma realidad y las fuertes convicciones por la justicia social le harían además acercarse a las nacientes guerrillas urbanas como Montoneros, a quienes defendería públicamente en varias oportunidades, aunque manifestara que su desacuerdo con la lucha armada, al declarar que estaría dispuesto a que lo maten, pero nunca a matar.

El 11 de mayo de 1974, después de tener una charla con parejas que se preparaban para el matrimonio y luego de celebrar su habitual misa vespertina de sábado en la parroquia de San Francisco Solano, fue ametrallado en la calle, apenas salía. Miles de personas desfilaron ante su féretro y lo acompañaron durante 50 cuadras hasta Recoleta. El laico y fundador del CELS, Emilio Mignone, diría tiempo después: “Su muerte fue un preanuncio de lo que vendría. Era una figura simbólica y carismática que la oligarquía -que lo consideraba un traidor a su clase- y las fuerzas armadas, no podían tolerar viva mientras preparaban el gigantesco genocidio.”

En esta oportunidad, recordamos palabras del Padre Mugica que muestran el profundo compromiso que sentía por la causa que defendía.

Fuente: Juan E. Gutiérrez, La fuerza histórica de los villeros, Buenos Aires, Jorge Baudino Ediciones, 1999.

Nada ni nadie me impedirá servir a Jesucristo y a su Iglesia, luchando junto a los pobres por su liberación. Si el Señor me concede el privilegio, que no merezco, de perder la vida en esta empresa, estoy a su disposición.”

 

Carlos Mugica

Fuente: www.elhistoriador.com.ar