El «operativo Judas» y el asesinato de Vandor


Tanto se ha dicho y escrito sobre Augusto Timoteo Vandor que quizá la frase que más encaje sobre la incógnita que despierta su figura sea la que escribiera Rodolfo Walsh, hacia fines de la década de 1960: «Alrededor de este hombre ha de confluir la mayor cantidad de expectativas, temores, ansiedades y mitos en la historia del gremialismo argentino».

Hijo de un matrimonio de campesinos franceses de ascendencia holandesa, había nacido en 1923 en Bovril, un pueblito entrerriano. A los 17 años se incorporó a la Marina como suboficial y, luego de seis años, en 1947, pidió la baja y se incorporó al movimiento peronista. En 1950 ingresó como obrero a la fábrica Phillips, se afilió a la Unión Obrera Metalúrgica (UOM) y fue electo delegado. Con la dictadura de la autodenominada Revolución Libertadora, su despido de la Philips, el arresto de meses y cierto papel en la resistencia, la figura de Vandor dio un salto trascendental, consolidado por el acuerdo de Frondizi y Perón y la sanción de la nueva ley sindical. En poco tiempo, Vandor llegó a la cima de la UOM, de la rama política del sindicalismo (las 62) y de la mismísima CGT.

Su ascenso no estuvo desvinculado de denuncias por pactos, corrupción y negocios turbios. En este sentido, Vandor fue expresión de un importante sector de la dirigencia sindical que se separó de sus bases, lo que le valió en los ‘60 ser considerado sinónimo de “burocratismo”. Aunque el fenomenal “plan de lucha” de los años de Illia y los paros escalonados en búsqueda de concesiones para los trabajadores fueron también aspectos de su historia, su método fue el de la connivencia con las políticas empresarias, tanto que Walsh resumió su “discurso del método” en la frase: «El que molesta en la fábrica, molesta a la UOM, y el que molesta a la UOM, molesta en la fábrica.»

En lo político, el “Lobo” coqueteó con el líder exiliado en Madrid, intentó hacerlo retornar en 1964, pero el fracaso de la operación se adjudicó a su intención de impulsar un movimiento peronista sin Perón, quien no ahorró diatribas en su contra.

Hacia mediados de los ’60, la situación argentina era explosiva. La violencia no fue ajena al manejo interno de los sindicatos. En 1965, fueron asesinados importantes dirigentes sindicales de Avellaneda. Tiempo después se comprobó la directa vinculación del hecho con Vandor. Para muchos, el “lobo” tenía los días contados.

Así, el 30 de junio de 1969, luego de varios meses de preparación del “Operativo Judas”, un comando de cinco personas ingresó al local de la UOM en La Rioja 1495, simulando ser agentes de la Justicia y la Policía. Vandor se encontraba en su oficina, hablando por teléfono con el dirigente peronista Antonio Cafiero. Ante el griterío levantado por la situación, Vandor sólo alcanzó a gritar “qué carajo pasa”, cuando fue alcanzado por varios disparos a quemarropa. La respuesta represiva e indiscriminada del gobierno no se hizo esperar.

El comando que lo asesinó recién dio a conocer el comunicado del hecho casi dos años más tarde. Llevaban como nombre el de una de las víctimas de Vandor: Domingo Blajaquis. Más tarde, formarían parte de la organización Descamisados. Días después de asesinado Vandor, desde el periódico de la CGT de los Argentinos, se leería: «Las circunstancias de su muerte no disipan uno solo de los cargos que pesaban sobre él, no borran una coma de lo que en estas páginas se ha afirmado sobre su papel nefasto en la historia del sindicalismo argentino».

En esta oportunidad, reproducimos las palabras que dirigiera Vandor sobre la situación de la clase obrera el 21 de marzo de 1969, tres meses antes de ser asesinado.

Fuente: «Declaración de Córdoba» de la Delegación Regional de Córdoba, CGT de los Argentinos, 21 de marzo de 1969, folleto; en Alain Rouquié, Poder militar y sociedad política en la Argentina, Buenos Aires, Emecé, 1982, Vol. II, 1943-1973, pág. 348.

«Durante años solamente nos han exigido sacrificios. Nos aconsejaron que fuésemos austeros: los hemos sido hasta el hambre. Nos pidieron que aguantáramos un invierno: hemos aguantado diez. Nos exigen que racionalicemos, así vamos perdiendo conquistas que obtuvieron nuestros abuelos. Y cuando no hay humillación que nos falte padecer ni injusticia que reste cometerse con nosotros, se nos pide irónicamente que participemos. Les decimos: ya hemos participado, y no como ejecutores, sino como víctimas en las persecuciones, en las torturas, en las movilizaciones, en los despidos, en las intervenciones, en los desalojos. No queremos ya esta clase de participación. Agraviados en nuestra dignidad, heridos en nuestros derechos, despojados de nuestras conquistas, venimos a alzar, en el punto donde otros las dejaron, las viejas banderas de lucha…»

 

Augusto Vandor

Fuente: www.elhistoriador.com.ar