El Informe Rattenbach – Los responsables de la derrota en Malvinas. Parte I


El 23 de noviembre de 1983 la revista Siete Días salía a la calle con una edición que detonaba el manto de silencio impuesto sobre la guerra de Malvinas. Mucho se había dicho y denunciado, pero ahora trascendía a la opinión pública un informe crítico producido por los mismos militares.

Se trataba del Informe Final de la Comisión de Análisis y Evaluación de las Responsabilidades Políticas y Estratégico Militares en el Conflicto del Atlántico Sur, más conocido por el apellido de quien presidió la comisión, el teniente general Benjamín Rattenbach.

Esta comisión había sido creada por decreto secreto el 2 de diciembre de 1982 y tenía como misión asesorar a la Junta Militar para establecer responsabilidades y sanciones entre militares y civiles. Conformada por seis oficiales mayores, dos por cada fuerza, debería instalarse en el Congreso Nacional y solicitar informes, documentos, testimonios, antecedentes y todo elemento que se estimara útil, para “aclarar en forma completa y veraz lo sucedido”, pues “así lo exigen la soberanía nacional agraviada, la dignidad de la República Argentina y el honor de sus Fuerzas Armadas”.

El 16 de septiembre de 1983 se entregaron los resultados de la investigación: 17 volúmenes, 15 capítulos y 890 párrafos numerados, donde se analizaban con minuciosidad los antecedentes del conflicto y las actuaciones de los mandos durante la guerra y se establecían responsabilidades y penas. “La justicia deberá aplicarse con el rigor que corresponda a quien hubiese procedido con negligencia o impericia, tanto en lo político cuanto en lo militar, más aun cuando esto hubiese ocurrido en ejercicio de las altas responsabilidades de gobierno”, advertía el informe.

El contenido iba mucho más allá de lo que la Junta se había imaginado al momento de su creación. Las conclusiones sobre las responsabilidades de los altos mandos militares y civiles en la guerra fueron devastadoras y se recomendaban penas severísimas para los máximos responsables, que incluía la posibilidad de la pena de muerte. Por ello mismo, fue ordenado el ocultamiento de las copias existentes.

Pero el informe trascendió a la prensa. En dos ediciones seguidas, a fines de noviembre de 1983, la revista Siete Días alcanzó a publicar más de la mitad de la investigación, con una cobertura especial que conmovió al país. No obstante ello, el informe jamás fue revelado oficialmente. Recién el pasado 7 de febrero de 2012, la presidente Cristina Fernández de Kirchner firmó el decreto 200 que dispuso la desclasificación del Informe Rattenbach.

En esta oportunidad, ponemos al servicio de los lectores de El Historiador algunas de las conclusiones a las que llegó la comisión al analizar las responsabilidades de los altos mandos militares y políticos en la Guerra de Malvinas, lo que le permitió sugerir durísimas sanciones.

En Artículos relacionados, al final de este documento, podrán acceder a otros fragmentos del Informe Rattenbach.

Fuente: Revista Siete Días, Nº 858 (23/11/83) y 859 (30/11/83), Presidencia y www.cescem.org.ar

Informe Rattenbach – IV Parte – Capítulo IX y X

Junta Militar

790. De acuerdo con lo detallado en los capítulos precedentes, la Comisión considera que sus miembros de la Junta Militar, órgano supremo del Estado (Estatuto para el Proceso de Reorganización Nacional, Artículo 1º), son responsables de:

a. Conducir la nación a la guerra con Gran Bretaña, sin estar debidamente preparada para un enfrentamiento de estas características y magnitud con las consecuencias conocidas de no lograr el objetivo político y de haber colocado al país en una crítica situación política económica y social.

(…)

b. No realizar una apreciación integral de todos los factores que podían incidir en la situación, en detrimento de los objetivos que se pretendían lograr.

(…)

c. Conducir a las FF.AA., como consecuencia de un planeamiento apresurado, incompleto y defectuoso, a un enfrentamiento para el cual no se hallaban preparadas ni equipadas, contribuyendo con ello a la derrota militar.

(…)

d. No adoptar en el campo de la política internacional las necesarias acciones diplomáticas precautorias y conducentes al logro del objetivo político que se perseguía, o a la neutralización de los efectos que previsiblemente se producirían, en caso de no lograrse aquel.

(…)

e. Escoger un momento inoportuno para llevar a cabo las acciones diplomáticas y militares tendentes al logro del objetivo propuesto, mostrando así una actitud equivoca respecto de las verdaderas motivaciones de la decisión adoptada y del adelanto de su ejecución.

(…)

f. Desaprovechar las oportunidades concretas que se tuvieron para lograr una solución honorable y factible del conflicto.

(…)

Presidente de la Nación

793. (…) A juicio de esta Comisión, es responsable de:

a. Asumir atribuciones que competían a la Junta Militar, en el proceso de la toma de decisiones de política internacional -las que, luego, tendrían influencia en el desarrollo del conflicto-, al aprobar el comunicado ampliatorio del 02 -mar-82 que resultó inoportuno a los fines que se perseguían y alertó innecesariamente al gobierno británico.

(…)

b. Asumir ante el pueblo de la nación, en circunstancias en que era aconsejable la moderación, compromisos que coartaron la libertad de acción del gobierno nacional, crearon falsas expectativas populares y contribuyeron a dificultar la búsqueda de una salida negociada al conflicto.

(…)

c. Omitir la consulta y el asesoramiento de los organismos especializados -que pudieron haber clarificado el análisis previo de la situación y el proceso de la toma de decisiones (Secretaria de Planeamiento y CNI)- no obstante el secreto impuesto a la planificación para la ocupación de las Islas Malvinas.

(…)

d. Confundir un objetivo circunstancial de política interna (necesidad de revitalizar el proceso de reorganización nacional) con una gesta de legítima reivindicación histórica y dar lugar a que se interpretara que pretendía capitalizar para sí el rédito político, en caso de una solución favorable.

(…)

Ministro de Relaciones Exteriores y Culto

794. La actuación del canciller en el conflicto tuvo una importancia relevante y vital, ya que el objetivo político se lo obtendría, fundamentalmente, como corolario de una acción diplomática oportuna y eficaz. Surge de lo actuado que el Dr. Costa Méndez tomó conocimiento anticipado de la intención de la Junta Militar de ocupar las Islas.

795. Se considera que le caben las siguientes responsabilidades:

a. No adoptar las previsiones para producir los movimientos adecuados de su personal, de manera que los cargos claves para un conflicto de esta naturaleza estuviesen desempeñados por funcionarios de la máxima idoneidad y experiencia.

b. No apreciar debidamente la reacción internacional que podía producirse en caso de ocupación de los archipiélagos, en particular por parte de Gran Bretaña y Estados Unidos pese a estar alertado anticipadamente de la intención de efectuar dicha ocupación.

c. Producir, como resultado de la última ronda de negociaciones con Gran Bretaña (Nueva York, 26/27-FEB-82), un comunicado ampliatorio que resultó inoportuno -además de imprudente por la velada amenaza de su contenido- lo cual alertó a Gran Bretaña acerca de la intención de la ocupación militar.

d. Conducir inadecuadamente la crisis de las Islas Georgias y, contrariamente a lo que en ese momento convenía -como era minimizar el conflicto-, contribuir a precipitar los efectos de aquélla en perjuicio del objetivo de recuperar las Islas Malvinas. El incidente pudo haber sido superado por las vías diplomáticas, sin complicaciones que pudiesen afectar la dignidad nacional, a diferencia de lo que se pretendió afirmar en su momento.

e. Realizar el día 02-ABR-82, ante el gabinete nacional, una evaluación errónea acerca de la votación en el consejo de seguridad, al concluir que ésta resultaría favorable a la Argentina.

f. No producir las acciones oportunas y adecuadas que sus altas funciones le imponían, respecto de las alternativas diplomáticas y militares que se desarrollaron, tales como:

1) Dada la situación imperante en la región austral, no asesorar al PEN ni al comando militar acerca de los peligros de abrir un segundo frente de conflicto en esos momentos.

2) Alertado sobre la intención de recuperar militarmente las Islas, no requerir progresivamente al presidente, precisiones acerca del accionar de la Junta tendiente al logro del objetivo y, consecuentemente no asesorar ni clarificar las probables alternativas que podían derivarse como resultado de la ocupación.

3) No discernir acertadamente la naturaleza de las relaciones entre la argentina y los EE.UU. induciendo decisivamente a la Junta a lanzar la operación, en el convencimiento de que esa potencia no permitiría una confrontación bélica, contribuyendo con esa grave falencia a crear en el gobierno la falsa seguridad de un amparo político que en realidad no existía y agravando así el error de suponer que Gran Bretaña no produciría una respuesta militar, como efectivamente desarrolló en realidad.

4) No efectuar una apreciación y evaluación de la situación mundial con la profundidad necesaria, que permitiera comprender nuestra ubicación en el marco de los acuerdos internacionales, la situación de grave aislamiento del país y las derivaciones incontrolables que el conflicto podía desatar.

5) No señalar adecuadamente la capacidad diplomática del Reino Unido, ni sus problemas políticos internos, tales como la difícil situación del partido gobernante y la próxima desactivación de una parte de la flota británica.

6) Propiciar el adelanto de la operación Azul, lo cual fue el inicio de una serie de improvisaciones políticas y militares que contribuyeron a la derrota propia.

7) No evaluar adecuadamente y, en consecuencia, no asesorar con justeza la desfavorable situación ante el Consejo de Seguridad, y no producir los hechos diplomáticos posibles y necesarios para evitar la resolución 502, que constituyó para Gran Bretaña el respaldo jurídico y político para el envío de la fuerza de tareas y su posterior actitud intransigente en las negociaciones.

8) No enfatizar ante el gobierno nacional la advertencia de los EE.UU. sobre el apoyo que brindarían a Gran Bretaña en caso de conflicto, formulada el día 01-ABR-82, y no resaltar este grave hecho a la Junta Militar, teniendo en cuenta la relación especial y los lazos políticos, étnicos y culturales que unen a los EE.UU. con Gran Bretaña, a diferencia de los que aquél país tenía con América Latina, todo lo cual anulaba también el supuesto seguro político de la neutralidad de Washington en el conflicto.

g. Adoptar durante las negociaciones actitudes y presupuestos efectistas e inconducentes que fueron cerrando los caminos para una negociación razonable.

h. No haber asesorado ni conducido acertadamente las negociaciones, en las oportunidades concretas que se tuvieron para lograr una solución factible del diferendo.

i. No asesorar debidamente, con respecto a la resolución 502, sobre la conveniencia de su acatamiento por vía de la negociación obligatoria, para evitar una confrontación bélica en condiciones absolutamente desfavorables.

(…)

798. Sin perjuicio de lo expuesto, cabe señalar que esta Comisión recibió una denuncia -acompañada de documentación- que vincula al Dr. Nicanor Costa Méndez con empresas multinacionales, de la cual -por encontrarse ya radicada, por separado, en la Justicia Federal- sólo se informó, oportunamente, a la Honorable Junta Militar.

Comité Militar

806. El Comité Militar, como órgano responsable del planeamiento estratégico militar y de la conducción superior de la guerra, es responsable de:

a. No disponer la aplicación de pautas esenciales en el proceso de planeamiento, produciendo una indebida e impropia apreciación de la situación y una planificación defectuosa e incompleta.

b. No disponer el planeamiento de la fase ulterior a la ocupación de las Islas Malvinas, lo cual generó graves improvisaciones y afectó decididamente la eficacia de la conducción de las operaciones frente al enemigo.

c. Crear comandos operacionales inadecuados, con superposición de ámbitos jurisdiccionales y desprovistos de los componentes necesarios para el cumplimiento de la misión que se les había impuesto lo cual ocasionó deficiencias en el quehacer operativo, fricciones entre comandos e incorrecta distribución del poder combativo.

d. Asumir y transmitir un infundado optimismo respecto de las perspectivas de lograr una solución pacifica del conflicto, por medio de la negociación, provocando con ello demoras y superficialidad en las previsiones para el combate, y luego, al iniciarse las hostilidades, una gran confusión y sorpresa en las fuerzas propias.

e. No ejercer en forma unificada y precisa la conducción superior de la guerra, ocasionando con ello que sus comandos subordinados no respetaran la cadena de comando establecida y se produjeran interferencias y otras anomalías en la conducción, lo cual fue en detrimento de la efectividad del accionar conjunto de las fuerzas propias.

f. No haber actualizado la situación militar pese a existir constancias de que los supuestos asumidos y las capacidades remanentes del enemigo eran ampliamente superadas por la realidad, conduciendo así a las FF.AA. a un enfrentamiento desigual.

g. Aprobar la suspensión del trafico marítimo a Puerto Argentino, ocasionando con ello la imposibilidad de abastecer adecuadamente a los efectivos destacados en las Islas, lo cual fue factor importante en su desempeño moral, junto con otras deficiencias de orden logístico que debió haber previsto acabadamente, conforme con los datos conocidos de la situación inicial.

h. Aprobar la decisión de replegar la flota a aguas poco profundas, por razones de seguridad, debido a la amenaza submarina enemiga, en espera de una adecuada oportunidad, y no exigir su empleo -limitado pero posible- mediante el empeñamiento de unidades de superficie en operaciones de dispersión o de desgaste de la fuerza de tareas británica, la que actuaba con total impunidad en el mar.

i. Vulnerar asimismo los principios esenciales que consagran las experiencias bélicas para la acción conjunta y afectar de ese modo la unidad de comando y la máxima integración de las fuerzas, así como su plena utilización y su apoyo mutuo.

(…)

Comandante en Jefe del Ejército

810. El Comandante en Jefe del Ejército, en su calidad de tal, es responsable de:

a. No exigir el cumplimiento de la doctrina conjunta, lo que es inexcusable en la guerra moderna, en la cual los objetivos sólo pueden ser logrados con eficacia, mediante la acción conjunta de las FF.AA.

b. Empeñar al ejercito argentino, como parte del poder militar de la nación, sin la necesaria preparación, en particular para la acción conjunta, y sin la adecuada instrucción ni el equipamiento correspondiente para la lucha, en condiciones rigurosas, contra un enemigo altamente adiestrado, con equipo y armamentos superiores y eficientemente conducido, y careciendo, asimismo, del planeamiento debido para su mejor empleo.

Durante las acciones bélicas desarrolladas, todo esto se tradujo en graves improvisaciones y reducido rendimiento de los cuadros y tropas.

c. No adoptar las medidas necesarias de orden logístico para asegurar a las tropas desplegadas en la Islas los suministros para su normal funcionamiento.

d. Retener en el continente tropas especializadas que, por su equipamiento y aclimatación, eran las más aptas para el teatro Malvinas.

e. Ordenar, luego de una visita al teatro de operaciones Malvinas, el desplazamiento de una brigada de infantería adicional a las ya desplegadas, sin el requerimiento, opinión ni asesoramiento del comandante conjunto Malvinas, del comandante del TOAS, ni del Estado Mayor General del Ejército, ocasionando serios problemas al transporte aéreo de medios a las Islas, y generando inconvenientes a la conducción y una incorrecta distribución del poder de combate.

f. Ordenar el envió a las Islas Malvinas de la brigada de infantería IIIa., ya desplegada en la Patagonia -desorganizada y desgastada por sucesivos redespliegues- y que aún carecía de la adaptación física y el equipamiento adecuado para soportar los rigores del clima austral.

g Resolver, sin el debido asesoramiento y como resultado de su inspección al dispositivo para la defensa de las Islas, el refuerzo de los efectivos de la isla Gran Malvina, quienes finalmente no cumplieron ningún rol significativo, complicando considerablemente el transporte de abastecimientos a lugares alejados y de difícil tránsito.

 

Comandante en Jefe de la Armada

811. El Comandante en Jefe de la Armada, en su calidad de tal, es responsable de:

a. No exigir el cumplimiento de la doctrina conjunta, lo que es inexcusable en la guerra moderna, en la cual los objetivos sólo pueden ser logrados con eficacia mediante la acción conjunta de las Fuerzas Armadas.

b. Haber comprometido a la armada en un conflicto bélico con Gran Bretaña, no obstante las limitaciones para el empleo de los buques de superficie y la carencia de la necesaria preparación para la acción conjunta, lo cual se tradujo en falta de efectividad para desarrollar operaciones eficaces durante las acciones bélicas.

c. Haber comprometido a la armada en un conflicto de las características conocidas, sin los medios suficientes, como por ejemplo, la escasa disponibilidad de marinos propios, elemento éste -para el caso- esencial del poder militar de la nación.

d. Haber sido uno de los propulsores de la idea de recuperar las Islas y, no obstante, al producirse la acción británica, propiciar en el comando militar la decisión de no emplear en la batalla las unidades de superficie propias, aduciendo las capacidades de la fuerza submarina nuclear enemiga. Sin embargo, dichas capacidades habían sido ya analizadas, llegándose a la conclusión – el día 30 de marzo- de que las amenazas serían fundamentalmente navales y que el comando del teatro de operaciones a establecer debía, por ello, ser ejercido por el comandante de operaciones navales. Este reclamo, si bien lógico, no se compadece con la decisión de replegar el grueso del poder naval propio, a la hora del combate, y resulta incompatible con su actual jerarquía e investidura.

e. Sustraer un medio esencial del poder militar de un posible enfrentamiento con el enemigo, con lo cual se produjeron los siguientes efectos negativos para la suerte de las armas propias:

1) Otorgar al enemigo, sin disputárselo, el dominio absoluto del mar.

2) Debilitar gravemente las acciones de defensa de la guarnición Malvinas.

3) Desmoralizar al personal, tanto de la armada cuanto de las otras fuerzas, ya que mientras una parte estaba empeñada en el combate, otra era sustraída de éste.

4) Producir, en el frente interno, una sensación de frustración y descrédito, al advertir que las naves de superficie preparadas y sostenidas para la defensa nacional, no eran empleadas al momento de combatir, ni aún en forma restringida.

(…)

Comandante en Jefe de la Fuerza Aérea

812. El Comandante en Jefe de la Fuerza Aérea, en su calidad de tal, es responsable de:

a. No exigir el cumplimiento de la doctrina conjunta, lo que es inexcusable en la guerra moderna en la cual los objetivos sólo pueden ser logrados mediante el empleo conjunto de las Fuerzas Armadas.

b. Haber comprometido a la Fuerza Aérea en un conflicto bélico con Gran Bretaña, no obstante las limitaciones de los medios disponibles y sin el necesario adiestramiento para la acción conjunta y para el tipo de operación que debió enfrentar. Si bien se improvisaron tácticas y armamentos que produjeron daños importantes al enemigo, éstos pudieron ser más significativos y menores las perdidas propias de no mediar lo expuesto precedentemente.

c. Llevar a cabo gestiones diplomáticas particulares en procura de una solución negociada del conflicto sin conocimiento de la Junta Militar.

d. No destacar suficientemente, desde el comienzo de las operaciones, la importancia de alargar la pista de Puerto Argentino, para permitir las operaciones de aviones de ataque propios y prolongar así sus alcances sobre la flota enemiga.

 

Jefe del Estado Mayor Conjunto

813. Como secretario del Comité Militar y titular del máximo organismo de nivel conjunto de las FF.AA. es responsable de:

a. Elaborar la directiva estratégica nacional 2/82 sin haber efectuado, en forma completa, la correspondiente apreciación de la situación, arribando a una resolución imperfecta, que no resiste un análisis lógico de factibilidad, y con la cual se condujo a nuestras FF.AA. al enfrentamiento con Gran Bretaña.

b. No asesorar debidamente al Comité Militar, respecto de:

1) La aplicación correcta del sistema de planeamiento, lo cual produjo una impropia apreciación de la situación y una planificación ulterior defectuosa e incompleta.

2) La creación de comandos estratégicos operacionales. Ello ocasionó que estos estuvieran desprovistos de los componentes necesarios para el cumplimiento de las misiones impuestas y que se produjera superposición de sus ámbitos jurisdiccionales, todo lo cual originó deficiencias en el quehacer operativo, fricciones entre comandos e incorrecta distribución del poder de combate.

3) La actualización de las capacidades del enemigo y la consiguiente adecuación del planeamiento, al conocerse el grado de respuesta militar del Reino Unido.

c. Aceptar, durante el desarrollo del conflicto, apreciaciones erróneas acerca de la situación, tales como:

1) No considerar la utilización de la Isla Ascensión como escala probable del despliegue enemigo, la cual resulto fundamental.

2) Posibilidad de que el enemigo perdiera superioridad aérea (25-MAY).

3) Capacidad de los efectivos en Darwin – pradera del ganso, para resistir un ataque enemigo (27-MAY).

d. En materia de acción psicológica, si bien careció de los medios y el tiempo suficientes para planificar con eficacia este importante cometido, es responsable de:

1) No requerir ni extremar las medidas necesarias para:

Utilizar organizadamente cuantos medios idóneos existían en el país para el mejor logro de los fines propios de la acción psicológica.

Ejercer la debida fiscalización sobre algunos medios de comunicación social y periodísticos para evitar la difusión de noticias exageradamente exitistas y de otras que afectaban a la seguridad nacional por la naturaleza de su información.

Controlar adecuadamente la actividad del periodismo británico en la Argentina, que tuvo, en cambio, amplias facilidades para el uso de los medios de comunicación.

2) No agotar las medidas para investigar el comercio de información que, según fuera denunciador se habría realizado durante el conflicto.

(…)

Comandante Conjunto Malvinas

833. El general Menéndez fue designado Gobernador Militar de las Islas Malvinas y, como tal, era al propio tiempo gobernador político o civil y Comandante Militar. Se analizará su accionar solamente en este último carácter.

En tal sentido es responsable de:

a. No acreditar las aptitudes indispensables de carácter, competencia en el mando y espíritu militar que le exigían tan graves circunstancias; no ser, tampoco, un ejemplo para sus subordinados, a los que no supo imprimir la elevada moral de combate que reclamaba la situación, desvirtuando, de esa forma, la alta responsabilidad con que la nación lo había investido y de la cual dependía el logro del objetivo político perseguido, tan caro a las aspiraciones nacionales propias.

b. No informar acabadamente a su comandante superior, acerca de las alternativas que afectaban significativamente la capacidad de combate de las propias tropas y, en oportunidades, dar idea contraria a la realidad, creando así, en las esferas superiores de la conducción, una falsa imagen de fortaleza militar, que llegó a tener influencia en las negociaciones que se desarrollaban y en la acción psicológica ejercida para con el público interno.

c. Crear expectativas exageradas que no correspondían a la real situación táctica y moral de las tropas, en particular, mediante su proclama anterior al combate final, cuando expresó su determinación personal y conducir a efectivos de un ejército de tan elevada tradición y prestigio militar, hasta un fin compatible con el honor de sus armas y la suerte de sus fuerzas.

d. En el aspecto profesional:

1) Desplegar, con excesiva anticipación, las tropas bajo su mando en sus posiciones de combate, sin relevos ni lugares de descanso o permanencias alternadas, y sujetas a privaciones severas de toda índole, lo que provocó dados el clima, el terreno y la precariedad de medios de todo orden un desgaste prematuro de algunas de ellas, con numerosas bajas administrativas y desmoralización generalizada, todo lo cual fue una causa primordial del bajo desempeño de las fuerzas terrestres propias en el combate.

2) No realizar una planificación contribuyente en forma adecuada a los medios, situación y misión impuesta.

3) No modificar el dispositivo defensivo -excesivamente estático, en contra de las enseñanzas de la guerra moderna y las normas doctrinarias vigentes- ni aun al desembarcar el enemigo en la zona de Bahía Agradable, a pocos kilómetros de distancia de sus líneas, cuando el oponente se encontraba en condiciones desventajosas por haber sido diezmado por un ataque aéreo, y en momentos en que las circunstancias aconsejaban su explotación táctica a pesar de las serias limitaciones propias.

4) No adoptar las medidas conducentes a disminuir la deficiente alimentación de parte de las tropas bajo su mando, lo cual fue una causa primordial del grave decaimiento físico y moral de las mismas.

5) Asumir, respecto de la improbabilidad del enfrentamiento armado con fuerzas británicas, una actitud de certeza tal, que transmitió a cuadros y tropas dependientes una clara expectativa de exitosa evolución pacífica del conflicto. Ello perturbó sensiblemente los preparativos para la defensa de las Islas y obligó ulteriormente a improvisar en forma precipitada otras medidas defensivas, todo lo cual afectó, además, la moral de los combatientes al iniciarse efectivamente las acciones bélicas.

6) No efectuar oportunamente los requerimientos necesarios para cumplir con la misión de proveer su propia defensa de costas, ya que sólo contaba con artillería de campaña.

7) Adoptar un dispositivo defensivo como consecuencia de una errónea apreciación del probable lugar de desembarco del enemigo, y no rectificarlo una vez conocida la zona realmente escogida por éste a dicho efecto.

8) No haber organizado debidamente su comando conjunto, lo que produjo dispersión del esfuerzo, asignación inadecuada de medios e inconvenientes en el accionar conjunto.

9) No haber agrupado los medios aéreos que le dependían; bajo un comando unificado, lo cual arrojó como resultados su uso incorrecto, erróneos criterios de empleo, dispersión del esfuerzo técnico y operativo, y duplicidad de tareas y de comandos sobre medios escasos en un TO de reducidas dimensiones, limitando así las propias capacidades de fuego y helitransportada. Todo esto resultó injustificable, especialmente ante la presencia de un enemigo como el que se debía enfrentar.

10) Concebir, luego del desembarco británico en San Carlos, un plan irrealizable -que fue expuesto por su jefe del Estado Mayor al Comando Militar- para atacar al enemigo, lo que revela un grave desconocimiento de la crítica situación que vivían sus fuerzas y de las capacidades de los medios en el continente, cuyo apoyo se requería.

11) No haber ejercido la conducción necesaria de las operaciones, pese a estar legalmente investido de la autoridad correspondiente para ello, renunciando así a su ejercicio efectivo, que dejo implícitamente en manos de sus comandos subordinados, a los cuales, por otra parte, tampoco supervisó debidamente.

e. Involucrar en la situación a fuerzas que no se hallaban comprometidas en la lucha, cada vez que estaban desplegadas en la isla Gran Malvina.

f. Convalidar la rendición de los efectivos empeñados en Darwin Pradera del Ganso, sin un cabal conocimiento de su real situación.

g. No ordenar la destrucción de los distintos materiales de guerra que podían ser de utilidad al enemigo.

h. No cumplir con algunos de sus deberes fundamentales de comandante superior en campaña frente al enemigo extranjero, tales como los de mantener contacto personal y hacer efectiva su presencia en el dispositivo de sus fuerzas dependientes, desplegadas y en combate y tampoco cumplir, finalmente, con su misión.

i. Capitular sin haber agotado la munición ni haber perdido los dos tercios de sus efectivos. Esta comisión no ha obtenido evidencias que la decisión de rendir sus fuerzas se haya debido a presión y consejo recibido de persona alguna

834. Falto ya de toda alternativa valida que se encontrara todavía bajo su control para evitar el resultado final, su capitulación sólo protocolizó una situación preexistente de derrota de la cual fue responsable como comandante conjunto, lesionando gravemente el honor de nuestras armas y dañando profundamente la fe de la nación en su valor y eficiencia profesional.

Fuente: www.elhistoriador.com.ar