Carlos Pellegrini


(1846 – 1906)

Autor: Felipe Pigna

Carlos Pellegrini, el precursor de las ideas industrialistas en Argentina y el presidente que tuvo que afrontar la crisis de 1890, nació en Buenos Aires el 11 de octubre de 1846, durante los últimos años del período rosista. Era hijo de María Evans y del ingeniero Carlos Enrique Pellegrini, que había llegado al país desde Italia en 1828 contratado por el presidente Rivadavia para la realización de obras del puerto de Buenos Aires.

Pellegrini aprendió a leer y a escribir y los primeros rudimentos del francés y del inglés en su casa, donde tuvo como maestros a sus padres. A los ocho años ingresó a la escuela de su tía Ana Evans, donde continuó sus estudios y el aprendizaje de idiomas que dejará su huella en la forma de hablar de Pellegrini y le valdrán entre sus compañeros del Colegio Nacional de Buenos Aires el apodo de «el gringo».

En 1863, ingresó a la Facultad de Derecho pero a los dos años dejará sus estudios para incorporarse al ejército y combatir en la Guerra del Paraguay. Allí tuvo una actuación destacada en la batalla de Tuyutí y en otros combates hasta que cayó enfermo y debió abandonar definitivamente el frente de batalla.

De regreso a Buenos Aires y recuperado de sus afecciones, ingresó como periodista al recién fundado diario La Prensa y pudo terminar sus estudios de derecho. Su tesis de graduación fue El derecho electoral, en la que criticaba el sistema vigente y proponía una campaña de educación cívica. Decía en uno de sus párrafos: «La protección del gobierno es necesaria para el desarrollo industrial de la República Argentina». Con su flamante título se incorporó a la administración estatal con el cargo de Subsecretario del Ministerio de Hacienda

En 1871, mientras la fiebre amarilla se abatía sobre Buenos Aires, Pellegrini se casó con Carolina Lagos García, la compañera de toda su vida, con quien no tendrá hijos. Al año siguiente comenzó su carrera política al ser electo legislador provincial en Buenos Aires. En 1873 llegó al Congreso como diputado nacional;  allí completará un período de seis años en los que se destacará por su excelente oratoria y su claridad de conceptos. Su colega José Manuel Estrada reconocía los méritos de su opositor al decirle a un colega en plena sesión«si usted no me entiende, le pediré al diputado Pellegrini que se lo aclare como él solo sabe hacerlo».

En el Parlamento, se manifestó partidario de la libertad de enseñanza poniendo como ejemplo, al igual que Sarmiento, al modelo norteamericano. Durante los debates producidos en 1875 en torno al liberalismo o el proteccionismo, se mostró como un vehemente partidario de la adopción por parte del estado de políticas de protección de la incipiente industria nacional y fue uno de los promotores de la fundación del Club Industrial.

Dijo, entonces, en uno de sus discursos parlamentarios: «Si el libre cambio desarrolla la industria que ha adquirido cierto vigor y le permite alcanzar todo el esplendor posible, el libre cambio mata la industria naciente. La agricultura y la ganadería son dos grandes industrias fundamentales; pero ninguna nación de la tierra ha alcanzado la cumbre de su desarrollo económico con solo estas industrias. Las industrias que las han llevado al máximun de poder son las industrias fabril, y la industria fabril es la primera en mérito y la última que se alcanza, porque ella es la más alta expresión del progreso industrial».1

El presidente Avellaneda lo convocó hacia el final de su mandato para ocupar el estratégico Ministerio de Guerra, desde donde tendrá que enfrentar en 1880 la rebelión del gobernador de Buenos Aires, Carlos Tejedor, quien se negaba a aceptar la Ley de Federalización que le quitaba a la provincia el territorio de la capital. Pellegrini coordinó la acción de las tropas leales encabezadas por el joven general y presidente electo Julio A. Roca.

Tras el triunfo de las fuerzas leales, Pellegrini pudo dejar su cargo y asumir la banca de senador producto de las elecciones de 1880. Desde su banca retomará el proyecto de su padre de construir el puerto de Buenos Aires que había quedado inconcluso desde la época de Rivadavia. El senador adoptó el proyecto del ingeniero Eduardo Madero, con financiación y técnicos británicos, y logró su aprobación por el Congreso. Nueve años después, desde su cargo de vicepresidente dejará inaugurado el puerto de la capital.

En 1883, junto a un grupo de amigos apasionados como él por las carreras de caballos, entre los que se contaba Miguel Cané, fundó el Jockey Club. Según Pellegrini, el Jockey debía ser además un centro cultural y social que contribuyera a refinar los modales y los gustos de la clase dirigente.

Al concluir su mandato en 1886, Roca apoyará la candidatura presidencial de su concuñado, el cordobés Miguel Juárez Celman. Pellegrini integrará el segundo término de la fórmula que obtendrá el triunfo.

Pellegrini, como la mayoría de los vicepresidentes argentinos, mantuvo un perfil bajo. Durante este período realizó varios viajes a Europa y los Estados Unidos. Pero los descalabros del gobierno de Celman, que provocaron la grave crisis económica de 1890 y las justificadas acusaciones de corrupción y mal desempeño, convocaron a Pellegrini a un primer plano.

El 26 de julio de ese año, estalló en Buenos Aires una revolución dirigida por un amplio frente opositor que bajo el nombre de Unión Cívica, venía manifestándose contra la política juarista. Los revolucionarios dirigidos por Leandro Alem fueron derrotados, pero Celman debió renunciar.

En una carta a su hermano decía Pellegrini: «Me dirán ¿qué hay que hacer entonces? Pero, lo que hace el agricultor que pierde su cosecha: aguantar; se aprieta la barriga y economiza todo lo que puede, mientras vuelve a sembrar. Proteger la industria por todos los medios; ¡y dejarse de Bolsa y Tesoros y bimetalismo y música celestial!»2

Todas las miradas se dirigen al vicepresidente. Pellegrini pone como condición para asumir la presidencia que un grupo de banqueros, estancieros y comerciantes argentinos suscriban un empréstito de 15 millones de pesos para hacer frente a los vencimientos externos.

Reunido este capital, el nuevo presidente inaugura su gestión aplicando medidas de austeridad, nacionalizando las obras sanitarias privatizadas por Celman, creando la Caja de Conversión para dar confianza a los inversores y el Banco de la Nación Argentina.

Durante sus dos años de gobierno, demostró sus condiciones políticas. Pudo sacar al país de la crisis y permitió la realización de elecciones libres en la Capital, lo que posibilitó la elección como senadores de Aristóbulo del Valle y Leandro N. Alem.

Culminó su mandato el 12 de octubre de 1892 transmitiéndole el mando al Dr. Luis Sáenz Peña y se retiró momentáneamente de la vida política hasta ser electo nuevamente senador en 1895.

En 1901, se produjo la ruptura entre Pellegrini y el general Roca, que ocupaba por segunda vez la presidencia. Roca envió al Congreso un proyecto de unificación de la deuda externa a través de un empréstito externo de reducido interés y a largo plazo cuyo servicio se garantizaba con las rentas aduaneras. Pellegrini lo defendió en el parlamento y logró su media sanción. Pero tras una serie de artículos periodísticos y manifestaciones opositoras, Roca retiró el proyecto sin consultar a Pellegrini. Esto enojó notablemente a Pellegrini y lo alejó definitivamente de la política roquista, con la que mantenía profundas diferencias políticas por la permanente negativa del conquistador del desierto a discutir siquiera la posibilidad de una nueva ley electoral que pusiera fin al fraude. Pellegrini era uno de los miembros de la elite que comenzaban a considerar que la prosperidad alcanzada podía peligrar de no atenderse los reclamos de la oposición y se mostraban dispuestos a considerar la introducción de reformas graduales en el sistema electoral con el fin de evitar conflictos sociales.

En 1906, fue electo diputado pero al poco tiempo cayó gravemente enfermo y tras un mes de lenta agonía falleció el 17 de julio de ese año.

Dijo en uno de sus últimos discursos:

«Nuestra historia política de los últimos quince años es la historia política sudamericana: círculos que dominan y círculos que se rebelan; opresiones y revoluciones, abusos y anarquía. Pasan los años, cambian los actores, pero el drama o la tragedia es siempre la misma; nada se corrige y nada se olvida y las bonanzas halagadoras, como las conmociones destructoras se suceden a intervalos regulares cual si obedecieran a leyes naturales. Los unos proclaman que mientras haya gobiernos personales y opresores, ha de haber revoluciones; y los otros contestan que mientras haya revoluciones, han de existir gobiernos de fuerza y de represión. Todos están en la verdad, o, más bien, todos están en el error.»3

Referencias:

Diario de sesiones de la Cámara de Diputados del  Congreso de la Nación, Buenos Aires, 1876, pág. 1124.
2 Delfor Reynaldo Scandizzo,. El gringo Pellegrini, Buenos Aires, Editorial Corregidor, 1997, pág. 125.
3 Carlos Pellegrini, Discursos y escritos, Buenos Aires, Editorial Estrada, 1959, pág. 82.