Belgrano y la defensa del Norte


Tras la conformación del primer gobierno patrio, en mayo de 1810, las fuerzas de las provincias unidas corrieron hacia el norte a los ejércitos realistas. El primer año de batallas fue exitoso. Pero hacia 1812, el panorama comenzó a complicarse y marcó un período crítico, con dos frentes de guerra, en el norte y en la Banda Oriental, sin cuadros militares experimentados, con audacia, pero sin suficientes recursos.

Mientras la diplomacia intentaba contener el frente oriental, el frente del norte se observaba con mayor pesimismo. La dura derrota en Huaqui -cerca de La Paz-, en junio de 1811, había dejado un ejército diezmado, mal alimentado y enfermo, que debió replegarse hacia Salta. Fue entonces que el Triunvirato designó a Manuel Belgrano al frente del Ejército del Norte.

Con directivas generales para esquivar un posible avance realista, Belgrano llegó a Tucumán el 19 de marzo de 1812. Pronto siguió su camino al norte y comenzó a rearmar y entrenar a sus tropas. Sin embargo, éstas apenas superaban los 1500 efectivos, mientras el enemigo avanzaba y Buenos Aires – por la situación de la Banda Oriental- no prestaba ayuda. Cuando los exploradores de la corona llegaron hasta La Quiaca, Belgrano decidió emprender la retirada.

A fines de julio, dispuso la evacuación de Salta y Jujuy. La decisión era arriesgada y, desde ya, implicaba ceder territorio y movilizar a toda la población. Las ciudades, descontaban, serían saqueadas de cualquier modo. Así que lo estratégico sería llevarse todo, animales, alimentos, y quemar lo que pudiese servir al enemigo para abastecerse. Luego de intentar sin éxito frenar el avance enemigo en Humahuaca, con una vanguardia militar al mando de Eustaquio Díaz Vélez, el 23 de agosto se inició la retirada. En cinco días, fueron recorridos 250 kilómetros.

En recuerdo del llamado “éxodo jujeño”, traemos las palabras de Belgrano, proclamadas el 29 de julio de 1812, convocando a la defensa de las ciudades y la incorporación de sus habitantes al ejército norteño.

Fuente: Joaquín Carrillo, Jujuy. Apuntes de su historia civil, Jujuy, Universidad de Jujuy, 1989, págs. 142-149.

«Pueblos de la Provincia: Desde que puse el pie en vuestro suelo para hacerme cargo de vuestra defensa, en que se halla interesado el Excelentísimo Gobierno de las Provincias Unidas de la República del Río de la Plata, os he hablado con verdad. Siguiendo con ella os manifiesto que las armas de Abascal al mando de Goyeneche se acercan a Suipacha; y lo peor es que son llamados por los desnaturalizados que viven entre vosotros y que no pierden arbitrios para que nuestros sagrados derechos de libertad, propiedad y seguridad sean ultrajados y volváis a la esclavitud. Llegó pues la época en que manifestéis vuestro heroísmo y de que vengáis a reunirnos al Ejército de mi mando, si como aseguráis queréis ser libres, trayéndonos las armas de chispa, blanca y municiones que tengáis o podáis adquirir, y dando parte a la Justicia de los que las tuvieron y permanecieren indiferentes a vista del riesgo que os amenaza de perder no sólo vuestros derechos, sino las propiedades que tenéis.

Hacendados: apresuraos a sacar vuestro ganado vacuno, caballares, mulares y lanares que haya en vuestras estancias, y al mismo tiempo vuestros charquis hacia el Tucumán, sin darme lugar a que tome providencias que os sean dolorosas, declarándoos además si no lo hicieseis traidores a la patria.

Labradores: asegurad vuestras cosechas extrayéndolas para dicho punto, en la inteligencia de que no haciéndolo incurriréis en igual desgracia que aquellos.

Comerciantes: no perdáis un momento en enfardelar vuestros efectos y remitirlos, e igualmente cuantos hubiere en vuestro poder de ajena pertenencia, pues no ejecutándolo sufriréis las penas que aquellos, y además serán quemados los efectos que se hallaren, sean en poder de quien fuere, y a quien pertenezcan.

Entended todos que al que se encontrare fuera de las guardias avanzadas del ejército en todos los puntos en que las hay, o que intente pasar sin mi pasaporte será pasado por las armas inmediatamente, sin forma alguna de proceso. Que igual pena sufrirá aquel que por sus conversaciones o por hechos atentase contra la causa sagrada de la Patria, sea de la clase, estado o condición que fuese. Que los que inspirasen desaliento estén revestidos del carácter que estuviesen serán igualmente pasados por las armas con sólo lo deposición de dos testigos.

Que serán tenidos por traidores a la patria todos los que a mi primera orden no estuvieran prontos a marchar y no lo efectúen con la mayor escrupulosidad, sean de la clase y condición que fuesen.

No espero que haya uno solo que me dé lugar para poner en ejecución las referidas penas, pues los verdaderos hijos de la patria me prometo que se empeñarán en ayudarme, como amantes de tan digna madre, y los desnaturalizados obedecerán ciegamente y ocultarán sus inicuas intensiones. Mas, si así no fuese, sabed que se acabaron las consideraciones de cualquier especie que sean, y que nada será bastante para que deje de cumplir cuanto dejo dispuesto.»

Manuel Belgrano

Fuente: www.elhistoriador.com.ar