Alturas de Machu Picchu


Fuente: Felipe Pigna

En 1533, Francisco Pizarro capturó al Inca Atahualpa y tomó la capital de su imperio, Cuzco, el ombligo del mundo. La llegada de los españoles se produjo en medio de una guerra civil entre los descendientes de Huayna Cápac, fallecido a causa de la viruela.

Las epidemias y los conflictos internos o los enfrentamientos con otros pueblos son factores claves para comprender la derrota de los dos grandes imperios americanos.

Por el secuestro extorsivo de Atahualpa, los españoles obtuvieron como rescate dos grandes habitaciones repletas  de plata y otra de oro, y varias mujeres, entre ellas la prima del Inca Cuxirimay Ocllo quien fue entregada como concubina junto a sus compañeras de desgracias al “ferviente católico”, y por lo tanto teóricamente monógamo, Francisco Pizarro..  El conquistador incumplió su ya devaluada palabra y asesinó cruelmente a Atahualpa, convalidó a Manco Cápac como Inca legítimo y le ofreció una especie de cogobierno. Manco parecía de acuerdo en mantener relaciones pacíficas con los invasores.

Los conflictos intestinos también se producían entre las huestes españolas. El enfrentamiento entre Pizarro y Almagro por la gobernación de Cuzco puso en marcha un juego de alianzas. Aprovechando las desavenencias entre los hermanos Pizarro y Almagro, el Inca pidió a Hernando Pizarro que le permitiera ir a una fiesta tradicional en Yucay, lugar en que estaban enterrados sus antepasados y donde se encontraban los ancianos sabios. A cambio, le prometió llevarle una estatua de oro de Huayna Cápac. Manco también dijo que realizaría el gran “chaco”, la caza ceremonial de vicuñas, aunque lo que pretendía era concretar los rituales previos a un enfrentamiento militar.

Manco Cápac consultó con los ancianos, que le aconsejaron desconfiar de aquellos extranjeros, de sus promesas de devolverle su imperio y le previnieron que, si no se sublevaba, su destino podía ser el de Atahualpa. Como escribía el Inca Garcilaso de la Vega: “porque de gente que tanto amor y codicia ha mostrado a la fruta, no es de creer que les pase por la imaginación restituir el árbol a su dueño”. 1

Pocos días después, los invasores se enteraron de que contingentes indígenas se habían concentrado en Yucay. Las tropas de Manco sumaban unos 10.000 hombres, a quienes, según el uso indígena, acompañaban sus mujeres.
Manco Cápac sublevó todo el Tawantinsuyu  y atacó Cuzco, a la que mantuvo cercada durante ocho meses. Por muchos años recordarían con pavor los españoles sitiados aquellos meses en los que vivieron rodeados por aquellos guerreros  que permanentemente levantaban un gran griterío y en las noches encendían fogatas.

Para evitar que Francisco Pizarro enviase refuerzos que rompieran desde afuera el cerco del Cuzco, Manco había coordinado también un ataque a Lima. Por su parte, Francisco Pizarro había decidido enviar una expedición al Cuzco a las órdenes de Gonzalo de Tapia, por la ruta de Pisco. En el ascenso anterior a Vilcashuaman, se toparon con las fuerzas del Inca cerca del río Pampas, donde se libró una sangrienta batalla que terminó con la derrota total de los españoles. Las tropas nativas siguieron su camino y arribaron a Parcos (Huancavelica), donde se las vieron con un nuevo contingente de españoles que trataban de avanzar hasta el Cuzco.

Una tercera expedición enviada desde Lima por vía de Jauja fue sorprendida en Angoyacu, donde murió su jefe, Juan Morgovejo de Quiñones. La ruta del Mantaro quedó despejada para los naturales a través de otros dos combates: Jauja y Pariacaca. El Mantaro es uno de los principales ríos de los Andes Centrales peruanos; recorre los departamentos de Junín, Huancavelica y Ayacucho, y su cuenca incluye también parte del departamento de Pasco. Su valle, el más ancho de esta zona andina, tiene una importancia histórica clave desde antes de la creación del Tawantinsuyu incaico, como lugar de asentamiento y desarrollo de culturas y vía estratégica de comunicación; hasta el día de hoy es uno de los principales abastecedores de alimentos de Lima. De este bello río nos hablan ensayos y novelas del gran escritor peruano José María Arguedas. El 5 de setiembre de 1536, el ejército inca, a las órdenes de Quizo Yupanqui, llegó a las puertas de Lima y sostuvo varios duros encuentros con los españoles en Mama, Cañete, Mala, Chancay y Ate. Un contingente al mando de Pedro de Lerma intentó detenerlos en las inmediaciones de Puruchuco, pero los atacantes llegaron a instalarse en los cerros que rodeaban a la ciudad de los reyes y comenzaron a bajar para completar el ataque. Quizo Yupanqui había sido derrotado en Pachacámac por Alonso de Alvarado y, con el estratégico apoyo de tropas indígenas de diversos lugares, los españoles consiguieron la victoria final en Lima. Quizo Yupanqui y Cusi Rímac, los principales jefes de la ofensiva indígena murieron en combate.

En el Cuzco, el cerco a la ciudad terminó tras nueve meses, cuando retornaron las tropas de Almagro procedentes de Chile.

A lo largo del conflicto, Pizarro capturó a Paullu, hermano de Manco, y lo “coronó” como Inca, logrando su objetivo de iniciar un nuevo enfrentamiento interno. Manco Cápac se retiró a Vilcabamba (en quechua, “pampa sagrada”), donde instalaría, con capital en la imponente ciudadela de Machu Picchu, el Estado que los historiadores denominan “neoinca” y que iba a perdurar hasta 1572.

Tras la muerte de Manco, su hijo Sayri Túpac y su hermanastro Titu Cusi (quien hacia 1560 dominaba un extenso territorio) prosiguieron la resistencia contra los españoles. La resistencia tomó además otras formas de expresarse. Surgió así un movimiento milenarista, conocido como Taki Ongoy (“canto o danza de la enfermedad” en quechua).

Sus líderes, Juan Chocne y las indias Santa María y Santa María Magdalena, proponían rechazar todo lo que tuviera que ver con lo católico y lo hispano (vestimenta, nombres, etc.), denunciando a la Iglesia y las autoridades coloniales como responsables de los males padecidos por los indígenas. Retomando la creencia incaica de las cuatro épocas o “soles” que había conocido el mundo, anunciaban para el año 1565 el fin de la era actual, en un diluvio que terminaría con todos los españoles e iniciaría el tiempo de una nueva humanidad.

Referencias:

1 Inca Garcilaso de la Vega, Comentarios reales, Espasa-Calpe, Buenos Aires, 1946, libro II, cap. XXIII.

Fuente: www.elhistoriador.com.ar