Alfredo Bartolomé Grosso


Alfredo B. Grosso: Un historiador que no tiene historia

¿Quién es quién? 

Alfredo Bartolomé Grosso, argentino, 92 años. Profesor normal, contador público. Nacido en Mercedes, Corrientes, el 15 de agosto de 1867. 
Padres: Bartolomé Grosso y Antonia Carena.
Cuatro hijos, 7 nietos, 6 biznietos, el mayor de 4 años, el menor de diez meses. (¿Preferidos? -«Ninguno. Quiero a todos por igual.»)
Estudios: Escuela Normal de Profesores (hoy Mariano Acosta.) Egresado en 1889.
Profesor de matemática y contabilidad en el Colegio Nacional del Norte (hoy Domingo Faustino Sarmiento.)
Obras publicadas: Nociones de Historia Argentina, primera edición en 1893. Curso de Historia Nacional, primera edición en 1898. Historia Argentina y Americana, época colonial, primera edición en 1940. Ejercicios y Problemas de Aritmética, primera edición en 1907.

Sus obras merecieron la «Gold Medal» en la Exposición Internacional de California, en 1915. «Grosso chico»… «Grosso grande»… Son palabras que se han transformado en sustantivos, pero que se inician con el apellido de un hombre. De un hombre que vive en la calle Moreno 2782, asomado tras los cristales del ventanal en una casa antigua, modesta, pulcra y brillante de tanta cera. Don Alfredo Bartolomé Grosso es una contradicción viviente que el 15 de agosto próximo cumplirá 93 años de edad. 

Señor Grosso…

Hay que gritarle. La sordera lo aísla, pero su voz resuena en todo el ámbito del país a través de sus textos de historia que eran ya harto conocidos cuando se celebró el Centenario de Mayo, en 1910.

La primera edición de mi libro apareció en 1893…

¡Un momento!, grita el lector. ¿Por qué dijo usted que el señor Grosso es una «contradicción viviente»? Ah… El señor Grosso se ha hecho famoso y familiar -una fama doméstica, amable y simpática- a través de sus volúmenes de historia. Pero el señor Grosso no tiene historia personal. El señor Grosso, gran docente de la historia, dictó siempre cátedra de matemáticas. El señor Grosso, que nació durante la guerra del Paraguay en la ciudad correntina de Mercedes, apenas si volvió nunca a su terruño. El señor Grosso… Pero no. Dejemos que nos hable él mismo. Y nos habla de su libro, de su historia, sin referirse a esa propia historia que no existe. 

En 1893 presenté el manuscrito de mi manual de historia ante el Consejo Nacional de Educación… Me había encariñado con la historia y observé que los textos en uso eran totalmente inapropiados para los escolares. Eran monótonos, pesados, aburridos. Los chicos terminaban aborreciendo la materia. Entonces redacté lo que fue apenas un folleto de 125 páginas. Me lo rechazaron. Y como no encontré editor, lo edité yo mismo. Se imprimió en el taller de la calle México 1422. Me costó la tirada de mil ejemplares la suma de 360 pesos. Y se vendía a sesenta centavos el ejemplar, sin láminas…

Grosso, delgado, con el blanco cabello ralo, acaricia con mano sarmentosa el volumen que tiene ante sí.

Me encariñé con la historia tanto, que 17 años después de la primera edición ya había mejorado mucho la obra, corregida en forma constante, actualizada e ilustrada por Fortuny, con dibujos que durante muchas décadas fueron la ventanita abierta a la imaginación infantil para que «viera» la historia nuestra con ojos limpios. En 1910 presenté una nueva edición completamente transformada, en homenaje al Centenario…

Y ahora, agregamos nosotros, se ha presentado también una nueva edición, con dibujos a todo color y, por primera vez, en edición que no es del autor.

Calculo -dice el señor Grosso- que desde la primera edición hasta la actual se han impreso algo más de un millón de ejemplares. Y creo que es una buena cifra.

Sin duda lo es. Difícilmente se encuentre un autor argentino de cualquier género que pueda contar con un millón de lectores. Y muy difícilmente habrá tampoco un libro que haya forjado en tantas mentes, ahora maduras, el amor a la patria, el cariño a la historia, la pasión por la historia. Difícilmente se encontrará texto tan sencillo, tan claro, tan ameno. Grosso logró ese milagro y se dedicó luego a mantener encendida esa llama de su juvenil pasión por la historia.

Mi historia fue recibida bien desde el primer momento y se sucedieron las ediciones.

En la actualidad sólo conserva un solo ejemplar de la primera edición. Y, como hombre que vive un poco fuera del tiempo actual, fuera de esa realidad que se llama inflación, afirma: «Si encontrara otro ejemplar, pagaría hasta cincuenta pesos». El periodista sonríe. Un ejemplar de esa edición bien puede valer mil pesos ahora. O cualquier otra suma. Es un hallazgo de bibliófilo.
 Don Alfredo Bartolomé Grosso se muestra reacio para mirar hacia su vida. 

Nací en Corrientes…, tengo cuatro hijos, siete nietos, seis biznietos… Viajé a Europa en 1923, 1929, 1950 y 1951… No tengo ninguna anécdota digna de ser recordada.

En verdad, Grosso ha sido hombre de estudios docentes y ejemplar ciudadano. Se recibió de profesor normal en la Escuela Normal de Profesores -hoy Mariano Acosta- y de contador público. Egresó en 1889. Dictó cursos en la escuela de la que fue alumno.

Siempre fui muy casero, solitario, con pocos jóvenes amigos con quienes conversar…

Introvertido y tímido lo adivinamos en sus primero años, con una honda pasión por la enseñanza que lo llevó a intuir, antes que muchos, los nuevos conceptos sobre la enseñanza en sus intentos de instruir divirtiendo a los chicos. Fue aficionado a la fotografía y llegó a disponer de un buen laboratorio.

Me presenté a un concurso que organizó la firma Lutz y Schultz… Me gustaba la fotografía artística que superara al mero hecho mecánico de apretar un botón e impresionar una placa.

Pero es la enseñanza, tema al que retorna con paciencia de maestro que conoce el valor de la reiteración.

Aunque en mis tiempos se enseñaba de memoria, siempre fui contrario a tal sistema. Los textos en que estudiaban los alumnos de mi época estaban redactados en forma de preguntas y respuestas que se debían memorizar. Siempre me opuse a ese método. Y mi libro de historia, con su éxito probado a lo largo de 67 años, demuestra la razón que me asistía.


Maestro en la Escuela de Aplicación, profesor durante 24 años del Colegio Nacional D. F. Sarmiento, quiso Grosso que la historia fuera “cosa viva” y no una disección de preguntas y respuestas. ¿Lo logró? La pregunta está dirigida a usted, señor lector, que, sin duda, si es usted argentino, estudió la historia de la patria en Grosso, en «Grosso chico» hasta tercer grado, en «Grosso grande» hasta sexto. Y Grosso seguirá siendo texto de estudio primario durante muchas generaciones. No faltan los detractores, no faltan los que creen que todo lo saben. Pero contra la opinión de ellos, está la opinión de diez generaciones que estudiaron historia en los grados, de un millón de hombres y mujeres para quienes la palabra Grosso no es un apellido: es un tomo con fragancia del pasado de la buena tierra nuestra.

Fuente: www.elhistoriador.com.ar