San Martín y la entrevista de Guayaquil


El 17 de agosto de 1850 moría en Francia José de San Martín. Tras pelear en España contra las tropas napoleónicas, regresó a su patria en 1812. Tuvo su primera victoria a favor de la causa de la independencia de América en el combate de San Lorenzo, al frente de los Granaderos a Caballo. Más tarde, como parte de su estrategia de liberar Chile y Perú del dominio español, asumió la gobernación de Cuyo y organizó el Ejército de los Andes. Tras cruzar la cordillera, obtuvo las victorias de Chacabuco, en 1817, y de Maipú, en 1818, que aseguraron la independencia de Chile. En julio de 1821 entró en Lima, Perú, y el 28 de ese mes declaraba la independencia de ese país. Entre los días 26 y 27 de julio de 1822 tuvo lugar la famosa entrevista de Guayaquil, en Ecuador, entre los generales José de San Martín y Simón Bolívar. Para recordarlo reproducimos el relato sobre aquel encuentro evocado por el general Jerónimo Espejo, quien formó parte del Ejército de los Andes y participó en batallas como Chacabuco, Cancha Rayada y Maipú.

FuenteSan Martín visto por sus contemporáneos, José Luis Busaniche, Instituto Nacional Sanmartiniano, Buenos Aires, 1995.

Voy a hacer referencia para que nuestros compatriotas conozcan este hecho hasta en sus minuciosidades. Mas, no obstante conservarlas frescas en la memoria, cual sucede por lo general con toda ocurrencia que hondamente impresionan en la juventud, algunos años después escribí al coronel don Rufino Guido pidiéndole datos sobre el particular, como testigo presencial que había sido en esa ruidosa escena y tuvo la amabilidad de responderme con lo que sigue, cuya descripción autógrafa conservo original entre mis papeles. Ella refiere: “Que tan luego como el general San Martín llegase a Puná y se le instruyera de la situación, le ordenó embarcarse en un bote con doce remeros, encargándole fuese a felicitar al Libertador por su feliz arribo y anunciarle que al siguiente día tendría el gusto de hacerle una visita. A vela y remo navegó toda esa noche llegando a Guayaquil como al mediodía, y en acto de desembarcar se encaminó a la morada de Bolívar a cumplir su comisión”.

Presentado a éste, fue recibido del modo más cumplido y caballeresco; y así que le expresó la enhorabuena que le dirigía el general San Martín por su intermedio, contestó: “Que estimaba mucho la atención y el anuncio de la visita, que podría haber excusado, pues que él ansiaba por verlo; que inmediatamente iba a mandar dos ayudantes que le encontrasen en su camino a darle la bienvenida en su nombre y que le acompañaran hasta el puerto. En seguida ordenó se le sirviera un buen almuerzo. Le hizo muchas preguntas sobre distintas cosas y, terminado el desayuno, se despidió para regresar con la respuesta, esparciéndose por la ciudad como la luz del relámpago la noticia de la llegada del general San Martín.

”A su regreso a la Macedonia, encontróla cerca de Guayaquil, y cuando subió a bordo, ya vio allí los dos edecanes que le indicara el Libertador, dando cuenta al general de su comisión e instruyéndole de cuanto había ocurrido y observado”.

”Poco rato después, fondeó la goleta en el puerto, y algunos momentos más tarde llegaron otros dos edecanes de Bolívar a saludar de nuevo a San Martín, y a anunciarle en su nombre que deseaba verle cuanto antes. Como desde la mañana todos estaban listos para desembarcar, lo verificaron por el muelle que hay frente a la casa del señor Luzárraga en que debía hospedarse. El general bajó a tierra con toda su comitiva, y desde el muelle hasta aquélla se hallaba formado un batallón de infantería en orden de parada, el que hizo los honores correspondientes a su alto rango”.

“Bolívar, de gran uniforme y acompañado de su estado mayor, lo espraba en el vstíbulo de la misma y al acercarse San Martín, se adelantó unos pasos y, alargando la diestra, dijo: ‘Al fin se cumplieron mis deseos de conocer y estrechar la mano del renombrado general San Martín’. Este contestóle congratulándose también de encontrar al Libertador de Colombia, agradeciendo tan cordial demostración, pero sin admitir los encomios. Juntos subieron la escalera, siguiéndole ambas comitivas, hasta el gran salón de la casa en que tomaron asinto. En seguida se retiró el batallón que había hecho los honores, dejando a la puerta una guardia de honor mandada por un oficial.”

“Bolívar presentó a los generales que le acompañaban, principiando por Sucre, y a  pocos momentos, empezaron a entrar las corporaciones de la ciudad a felicitar a su nuevo huésped. Luego apareció un grupo considerable de señoras con igual objeto, dirigiéndole una alocución la matrona que las encabezaba. San Martín contestó con aquella cortesana galantería con que acostumbraba tratar al bello sexo, y pasado un momento de silencio, adelantándose una joven como de diez y siete años, dirigió a éste, (que al lado del Libertador se mantenía en medio de la sala) un discurso lleno de encomios patrióticos, y al concluir colocó sobre sus sienes una corona esmaltada de laurel. Sonrojado por su natural modestia con aquella demostración inesperada, quitándosela con aire de simpática amabilidad, expresó a la señirita que estaba persuadido que él no merecía semejante muestra de distinción; pues había otros cuyo mérito era más digno de ella; pero que tampoco pensaba deshacerse de un presente de tanto mérito, ya por las manos de quien venía, como por el patriótico sentimiento que lo había inspirado, y que se proponía conservarlo como uno de sus más felices días. Terminada aquellla escena, se retiraron las corporaciones, la reunión de señoras y el cuerpo militar, qeudando el Libertador con sólo dos edecanes. Los coroneles Guido y Soyer invitaron a éstos a pasar a otra habitación a efecto de dejar solos a los dos grandes personajes que tanto habían ansiado verse reunidos.”

“Ellos cerraron las puertas por dentro y los edecanes estaban a la mira de que nada les interrumpiera; así permanecieron por hora y media, siendo este el primer acto de la entrevista, que según la expresión de ambos, había sido por tanto tiempo deseada.”

Callan los apunto que voy reproduciendo, acerca de los tópicos de que se ocuparon en esta vez, ni si el general San Martín, en la condición reservada que le era característica, en ese día o siguientes, se le escapara el más leve indicio sobre la materia.

“Que terminada dicha conferencia abrieron las puertas del salón y el Libertador salió para retirarse  a su morada, seguido de sus dos edecanes, acompañándole San Martín hasta el pie de la escalera, donde le hizo un cumplimiento de despedida”.

“Desde la llegada de éste a Guayaquil, se veía una inmensa masa de pueblo agrupada al frente de la casa en que se hospedó, la que aclamaba sin cesar al Libertador del Perú, y después que el general Bolívar se retirase, saliendo a los balcones, saludó la reunión con palabras de benevolencia y gratitud, por las expresiones patrióticas con que se le distinguía. En ese momento se anunciaron otras visitas de vecinos notables de la ciudad, por lo cual tuvo que dejar el balcón para pasar al salón a recibir aquellas nuevas atenciones de conocida simpatía”.

“Así que esos señores se retiraron, aprovechando el paréntesis de tan incesante afluencia, salió el general acompañado de sus edecanes a visitar al Libertador Bolívar en su casa. Este cumplimiento duraría media hora, más o menos, después del cual regresó, acercándose la hora de comer, lo que hizo en su morada sin más compañía que sus edecanes y el oficial de la escolta; y por la noche recibió otras visitas y entre ellas algunas de señoras.

”Al día siguiente, a la una de la tarde, volvió el general a casa de Bolívar, pero dejando ya arreglado y listo el equipaje y la escolta, con la orden de que se embarcaran en la Macedonia, a las once de la noche, pues en esa misma debía verificarlo él también, al salir del baile a que estaba invitado. Luego que llegó a lo del Libertador, después de los cumplimientos sociales, ambos se encerraron en el salón, encargando que no se les interrumpiera. Así permanecieron cuatro horas aproximadas, siendo este el segundo acto de la entrevista. Serían las cinco de la tarde cuando abrieron la puerta, porque a esa hora empezaban a llegar los generales y otros señores, como hasta el número de cincuenta, a un gran banquete con que el Libertador obsequiaba al general San Martín. En seguida pasó la reunión al comedor que estaba espléndidamente preparado y la mesa cubierta con suntuosidad. El primero ocupó la cabecera colocando al segundo a su derecha. Llegada la ocasión de los brindis, los inició Bolívar; parándose con la copa en la mano e invitando a que lo acompañaran los señores concurrentes, dijo: ‘Brindo, señores, por los dos hombres más grandes de la América del Sur, el general San Martín y yo’. Pasado un momento, llenado éste su rol, contestó con la modestia que le era característica: ‘Por la pronta terminación de la guerra, por la organización de las nuevas Repúblicas del Continente Americano y por la salud del Libertador’. A éstos siguieron dos o tres brindis de los generales y siendo como las siete de la noche, se levantaron de la mesa.

”Después del banquete, nuestro general regresó a su casa a descansar, volviendo a salir a eso de las nueve para asistir al baile a que había sido invitado por la Municipalidad. Cuando llegara, ya estaba allí el Libertador, con sus generales y el cuerpo de jefes y oficiales”.

Para llenar mejor, por mi parte, la descripción de esa fiesta, me permito copiar literalmente la que se hace en los apuntes que me sirven de base.

“Fue muy agradable, -prorrumpe Guido- la impresión que nos hizo la casa del Cabildo por el brillante conjunto del adorno de los salones y aposentos. La iluminación era sobresaliente y profusa, pero, sobre todo, la hermosura de las damas guayaquileñas que realzaba tanto más la elegancia y el esmerado gusto de sus trajes y cuyos encantos y méritos son reconocidos en toda la costa del Pacífico. Este fascinador golpe de vista formaba un incombinable contraste con el grupo de oficiales colombianos, de aspecto poco simpático, de modales algo agrestes y que así cortejaban y bailaban con aquellas preciosas criaturas. El vals era su danza favorita. (…)

“El general San Martín (continúan los apuntes) se conservó puramente como espectador sin tomar parte en el baile, preocupada su cabeza, al parecer, de cosas de otra magnitud, hasta que, a la una de la noche, se acercó a Guido, diciéndole: ‘Llame usted al coronel Soyer. Ya no puedo soportar este bullicio’. El general hizo su despedida del Libertador sin que nadie se apercibiera de ella, lo que probablemente así había sido acordado entre ambos para no alterar el buen humor de la concurrencia. Un ayudante del segundo, dirigiólos por una escalera secreta, por donde salieron a la calle, acompañándolos hasta el muelle en el que los esperaba un bote de la Macedonia. San Martín se despidió del edecán, se embarcó, y en cuanto montó a bordo, la goleta levó sus anclas y se hizo a la vela. Al otro día llegó a Puná y sólo se detuvo el tiempo necesario para que se trasbordaran los generales que habían ido en la comitiva, y sin más, continuó su navegación al Callao.

“Al día siguiente de nuestra partida, se levantó el general, al parecer, muy preocupado y pensativo, y paseándose sobre cubierta, después del almuerzo, dijo a sus edecanes: ‘Pero, ¿han visto cómo el general Bolívar nos ha ganado de mano? Mas espero que Guayaquil no será agregado a Colombia, porque la mayoría del pueblo rechaza la idea. Sobre todo, ha de ser cuestión que ventilaremos después que hayamos concluido con los chapetones que aun quedan en la Sierra. Ustedes han presenciado las aclamaciones y vivas tan espontáneos como entusiastas que la masa del pueblo ha dirigido al Perú y nuestro ejército’. En efecto (agregan los apuntes que voy extractando) esos fueron los sentimientos que los guayaquileños expresaban incesantemente a San Martín en los días de su permanencia en la ciudad y el tema general que los más notables de ellos tomaban para sus conversaciones con aquél y con los edecanes. Pero apenas llegó al Callao y fue general de marina del estado de Lima y de la deposición y extrañamiento del ministro Monteagudo, la escena cambió, y el general, concentrado y taciturno, desembarcó en el acto y pasó a su casa de campo de la Magdalena. Desde ese momento se persuadió San Martín que la anarquía asomaba en el Perú y que las aspiraciones se desencadenarían sin respetar nada. En seguida asumió el mando supremo, y todas las medidas que dictó fueron tendientes a reunir el congreso constituyente, alejarse de los negocios públicos y dejar el país entregado a su propio destino”.

Fuente: www.elhistoriador.com.ar