Historia de la clase media argentina, por Ezequiel Adamovsky. Capítulo 9 – ¡Peronismo! (fragmentos)


A principios de octubre, durante el gobierno de Edelmiro J. Farrell, Perón fue obligado a renunciar a todos los cargos públicos que ocupaba con el objetivo de desarticular su programa político. Fue detenido y trasladado a la isla Martín García. El Comité Central Confederal de la CGT declaró una huelga general a partir de la hora cero del 18 de octubre “como medida defensiva de las conquistas sociales amenazadas por la reacción de la oligarquía y el capitalismo”. La iniciativa sindical fue, sin embargo, desbordada por las bases, y desde la tarde del 16 de octubre los obreros empezaron a dejar sus lugares de trabajo. El 17 de octubre de 1945, miles de trabajadores provenientes principalmente del cordón industrial del Gran Buenos Aires se acercaron a Plaza de Mayo reclamando la presencia de Perón. El gobierno debió finalmente ceder a la presión popular y el general fue trasladado a la capital. Por la noche, Perón pudo estrenar su saludo con los brazos en alto.

A continuación reproducimos un fragmento del libro Historia de la clase media argentina,de Ezequiel Adamovsky, que aborda un aspecto poco recordado de la historia de aquel período fundamente del peronismo: “los esfuerzos que hizo Perón por movilizar a la ‘clase media’, de modo de no depender sólo del apoyo de los trabajadores”. El autor recuerda que “entre fines de julio y mediados de agosto de ese año (1944) Perón participó en tres grandes actos públicos —llamados ‘asambleas de la clase media’ por la prensa—, organizados a instancias de la propia STP”. Sin embargo, sostiene Adamovsky- “aunque Perón pasó a la historia como un líder amargamente enfrentado a la clase media, ningún otro político argentino había hecho tantos esfuerzos para convocarla públicamente”.

El libro aborda de manera cronológica el surgimiento y la evolución de la identidad de clase media a lo largo del siglo XX y se extiende hasta principios del siglo XXI. Según Adamosvsky, esta identidad de los sectores medios comienza a surgir luego de 1920, pero su arraigo definitivo tiene lugar durante el peronismo.  El autor postula que “la clase media existe, pero como identidad; no hay un grupo sociocultural concreto de la población que sea una clase como tal. Es una identidad que, sin embargo, no tiene por detrás una verdadera clase”1.

Fuente: Ezequiel Adamovsky, Historia de la clase media argentina. Apogeo y decadencia de una ilusión, 1919-2003, Buenos Aires, Booket, 2015, págs. 243-252.

Nadie imaginó que algo así habría de suceder ese día: nadie. Perón, menos que nadie. Las circunstancias lo habían transformado, en apenas dos años, en un personaje político de primera línea (a él, que antes era un perfecto desconocido). Sin embargo, ese día, recluido en la isla Martín García, estaba convencido de que su carrera política había terminado y se preparaba para volver a dedicarse a sus asuntos privados. Pero ese 17 de octubre de 1945 cambiaría su vida y los destinos del país para siempre.

No los convocó ninguna de las entidades conocidas. No los movilizó ni Perón, ni el gobierno, ni la CGT, ni ninguno de los partidos y agrupaciones políticas existentes. Ese día la multitud actuó por cuenta propia y cambió la Historia. Algunos activistas de base ayudaron a correr la noticia, pero esencialmente se trató de hombres y mujeres que se contagiaron unos a otros de valor y entusiasmo y marcharon hacia la Plaza de Mayo para exigir la liberación de Perón. Era una multitud nunca antes vista en el elegante centro de la ciudad: pobres, algunos mal vestidos. Muchos de ellos eran de piel morena. Venían de las barriadas humildes de Buenos Aires y también de las afueras, donde se multiplicaban las fábricas y se apiñaba el pobrerío. Desde hacía algún tiempo, silenciosamente, se venían asentando allí: eran trabajadores criollos o inmigrantes que ya no cabían en los conventillos de la ciudad y también provincianos de esos que desde hacía quince años migraban a Buenos Aires por miles. Ese día marcharon sin dejar que nada los detuviera hasta inundar la Plaza de Mayo: algunos incluso cruzaron el Riachuelo a nado cuando la policía quiso impedirles el acceso a la Capital. En La Plata, Tucumán, Zarate, Córdoba y Salta hubo manifestaciones similares. Así consiguieron la liberación de Perón e iniciaron un proceso polí­tico tan inesperado que el preso de Martín García, que unas horas antes pensaba en retirarse, pronto se vio catapultado a la presidencia de la nación.

Ese día nació el que sería el movimiento más importante de la escena política argentina por las décadas siguientes. Porque el peronismo no puede reducirse a la figura de Perón, ni se explica solamente por la voluntad y la acción del pueblo trabajador que lo convirtió en líder. El peronismo fue el resultado de la conjunción impensada y no siempre cómoda entre un dirigente que no esperaba contar con esa masa plebeya como su (casi) único apoyo, y una masa trabajadora que tampoco había previsto ser liderada por alguien como Perón. Esa tensión entre la voluntad del dirigente y los deseos que sus seguidores depositaron en él es lo que hizo del peronismo un movimiento tan contradictorio. Su irrupción en la política argentina redefinió drásticamente tanto la identidad nacional como las de los diferentes grupos sociales. Entender su ambivalencia es fundamental para comprender cómo y por qué muchos argentinos comenzaron, a partir de entonces, a concebirse a sí mismos y a su país como «de clase media».

La estrategia de Perón
El coronel Juan Domingo Perón comenzó a ganar notoriedad luego del golpe de Estado de 1943, en el que tuvo una participación protagónica. Formaba parte de un grupo de militares de ideas nacionalistas que veían con preocupación el futuro del país. Tras el golpe de Estado que en 1930 derrocó a Yrigoyen, los conservadores habían vuelto al poder. El fraude electoral que desde entonces reinstalaron, sumado a la escandalosa corrupción y al uso del Estado para beneficio de la élite, hicieron que esa época pasara a la historia como la «década infame». Como durante esos años no hubo comicios limpios, las demandas y descontentos de la población se habían ido acumulando sin encontrar canales electorales para desahogarse. Desde mediados de los años treinta, como ya hemos señalado, los comunistas venían cosechando cada vez más simpatías. Muchos pensaban que, luego de que concluyera la Segunda Guerra Mundial (que se había desatado en 1939) el comunismo haría grandes avances en todo el mundo, incluyendo la Argentina. Ésa era una de las principales preocupaciones que motivaron el golpe de 1943: Perón y sus camaradas de armas pensaban que era preciso prepararse para resistir ese avance y que el régimen fraudulento de los conservadores sólo servía para exacerbar el descontento. Pensaban que era necesario un Estado que se ocupara mucho más de las demandas populares y que estuviera mucho más presente en la regulación de los conflictos entre empresarios y trabajadores.  Por otro lado, también les preocupaba la debilidad militar de la Argentina frente a su mayor rival en la región, Brasil. Para estar en condiciones de defenderse si había una guerra con el vecino país, además de la unidad nacional, era preciso un desarrollo económico mucho mayor que el que había hasta entonces, particularmente en la industria pesada. Las políticas que los conservadores venían implementando no eran suficientes: era necesario un papel más activo del Estado en la economía.

Con esas preocupaciones en mente fue que se produjo el golpe de 1943. Su programa de gobierno era industrializar el país y restaurar la unidad nacional mediante políticas sociales más inclusivas dirigidas hacia los trabajadores, para alejarlos así del comunismo. Con este último fin también otorgaron a la religión católica un lugar central en la educación y en la vida pública, con la esperanza de que contrarrestara la influencia izquierdista. Inicialmente Perón recibió un cargo de segunda línea, pero pronto comenzó a acumular poder y ganar notoriedad al frente de la Secretaría de Trabajo y Previsión (STP). Desde allí inició una serie de contactos con diversas entidades obreras, pero también de otros sectores como docentes, profesionales, comerciantes e incluso empresarios. Al mismo tiempo, promovió varios paquetes de medidas que favorecían a los trabajadores en diversos aspectos, incluyendo leyes previsionales, mejores indemnizaciones, la creación de tribunales del trabajo, la firma de convenios colectivos que elevaron los niveles salariales, entre otras.

Hoy recordamos un Perón fuertemente identificado con los traba­jadores y enfrentado con la «oligarquía» y las clases altas. Sin embargo, nada de eso caracterizó sus primeros meses en la función pública. Los estudiosos coinciden en señalar que la «justicia social» y la simpatía por los obreros eran motivaciones poco visibles entre las de quienes dieron el golpe de 1943.2 Las ideas iniciales del propio Perón comenzaron sien­do poco más que las de una cooperación pacífica de los diferentes sectores sociales, sin que se percibiera una clara preferencia por las clases más bajas, ni un antagonismo respecto de las más altas. No tenía en ese entonces una formación política muy definida: su pensamiento toma­ba elementos de su propia educación como militar, del cristianismo social y del nacionalismo «popular» de la época. Sólo más tarde, a medida que resultó claro que únicamente los trabajadores estaban dispuestos a movilizarse en su apoyo, Perón fue radicalizando sus discursos contra la «oligarquía» y presentándose como representante del bajo pueblo.3 Todavía en agosto de 1944, por ejemplo, Perón se identificó como el mejor amigo de los empresarios en su famoso discurso en la Bolsa de Comercio, e incluso en septiembre la Unión Industrial Argentina le manifestó públicamente su adhesión.4Pero ya por entonces había comenzado a notarse una fuerte corriente de opinión contraria al coronel, procedente de sectores sociales medios y altos, que contrastaba cada vez más claramente con el apoyo que le brindaban los obreros, que se haría aún más fuerte en 1945. Ya a partir de agosto de 1944 hubo un cambio de tono en los discursos de Perón, que empiezan a señalar enemigos en los «intereses mezquinos» y en la «oligarquía». Sus ilusiones iniciales de una colaboración pacífica entre diferentes sectores cedían paso a una disposición más belicosa contra los más poderosos, que se acentuaba a medida que Perón sumaba enemigos y debía descansar cada vez más en el apoyo de los obreros.5 Hacia mediados de 1945, como veremos, había ya un escenario de enfrentamiento de clase abierto entre quienes apoyaban a Perón —en general los sectores más bajos— y quienes pedían su destitución: la casi totalidad de las entidades empresariales y las asociaciones representativas de la gente «decente».6 Sin haberlo buscado deliberadamente, Perón había quedado ubicado como referente del bando popular de una inten­sa lucha de clases.

El resto es historia conocida. La oposición a Perón se hizo cada vez más fuerte en todos los sectores (salvo la mayor parte del movimiento trabajador). Veían en su figura el riesgo de que surgiera un líder fascis­ta del tipo de Hitler o Mussolini. Las presiones en su contra fueron tan intensas que terminaron obligando al presidente de facto, Edelmiro Farrell, a exigir su renuncia y recluirlo en la isla Martín García. De allí fue liberado el 17 de octubre de 1945 por demanda popular y su camino a la presidencia fue cuestión de semanas. De reflejos rápidos, Perón se presentó a las elecciones convocadas para normalizar la situación, con la ayuda de algunos dirigentes sindicales como Cipriano Reyes (que crearon un Partido Laborista para llevarlo como candidato) y con el apoyo de una fracción disidente de la UCR. Así, en febrero de 1946 derrotó a la Unión Democrática, una gran coalición antiperonista que incluía a prácticamente la totalidad de las fuerzas políticas existentes. En 1951 fue reelecto por un porcentaje incluso mayor de los votos.

Perón ¿un líder de la “clase media”?
Lo que no suele recordarse de toda esta historia, algo que incluso los estudiosos han pasado completamente por alto, es que en 1944, antes de este desenlace, Perón hizo grandes esfuerzos por movilizar a la «clase media», de modo de no depender sólo del apoyo de los trabajadores. Entre fines de julio y mediados de agosto de ese año Perón participó en tres grandes actos públicos —llamados «asambleas de la clase media» por la prensa—, organizados a instancias de la propia STP. Los actos se llevaron a cabo en dos cines y en el local de una mutual, ubicados estratégicamente en los barrios de Flores, Palermo y Constitución, como para cubrir la mayor parte de la ciudad de Buenos Aires. Se convocó explícitamente a la «clase media» a concurrir, a través de una campaña de carteles callejeros.

La asistencia fue multitudinaria, incluso quedó público sin poder acceder. Todos los diarios cubrieron extensamente los actos y los discursos fueron transmitidos por radio. El formato de las tres «asambleas» fue más o menos el mismo. En primer lugar hablaban tres o cuatro personas que decían representar a los comerciantes, empleados, profesionales o pequeños industriales del barrio. En general eran personas ignotas, que seguramente Perón o alguno de sus ayudantes había conocido en sus numerosas visitas a entidades de diverso tipo de los meses previos. En sus discursos pedían que el Estado se ocupara de la «clase media» mediante políticas específicas, señalaban la necesidad de que esa clase se organizara gremialmente, o reclamaban medidas tales como la protección del pequeño propietario frente a los monopolios, un escalafón para los empleados, la creación de cajas jubilatorias especiales, etc. El acto se cerraba siempre con un discurso del propio Perón, en el que refería a los «problemas de la clase media»7.

En sus discursos, Perón asignaba a esa clase un lugar central en la vida de la nación: «La historia del desenvolvimiento de los modernos pueblos de la tierra afirma, de una manera absolutamente incontrovertible, que el Estado moderno es tanto más grande cuanto mejor es su clase media». También llamaba a esa clase a defender la obra del gobierno y a contribuir a la «unión nacional», que estaba en riesgo por la influencia de agitadores de «ideas extrañas» (léase comunismo). Para desempeñar ese papel la clase media tenía que abandonar su «complejo de inferioridad» y superar su individualismo, organizándose para la defensa de sus intereses colectivos, tal como los obreros. La «clase media», en fin, tenía que integrarse armónicamente con las demás clases en un proyecto patriótico, como afirmó Perón en la última de las «asambleas»: “Aspiramos también a contar con la incorporación de la clase pudiente para realizar el milagro de que en esta bendita sociedad argentina cada uno dé de sí lo que posea para el bien común: el obrero, sus músculos; la clase media, su inteligencia y su actividad; los ricos, su dinero si fuese necesario. La división de clases había sido creada para la lucha, pero la lucha es destrucción de valores. Nosotros, en cambio, pensamos aprovechar esa división de clases para asegurar una colaboración nacional en la que cada uno ponga de su parte su esfuerzo, su abnegación y su sacrificio para el bien común, que es el bien de la Patria”8.

Además de estas tres «asambleas» especiales, por la misma época Perón realizó manifestaciones similares en otras varias reuniones públicas. Paralelamente, la STP publicó folletos sobre la «clase media» y desarrolló varias iniciativas para su defensa y organización.9>

Sin embargo, desde septiembre de 1944 el interés de Perón por convocar a la «clase media» decayó notablemente. En sus discursos de 1945 se acordó de ella en contadas ocasiones, aunque hay que mencionar que el Partido Laborista que llevó a Perón a la presidencia todavía realizó una invitación amplia a sumarse a sus filas a «estudiantes, profesionales, artistas, intelectuales, pequeños comerciantes, industriales, agricultores y todos los que constituyen la clase media».10 Luego de febrero de 1946 Perón dejó de ocuparse explícitamente de esa clase tanto en sus discursos como en sus escritos; sólo al pasar y en contadísimas ocasiones durante el resto de su vida volvería a utilizar la expresión «clase media».11

Más allá del «olvido» posterior, la convocatoria que Perón lanzó en 1944 tuvo una gran importancia en la difusión de la expresión «clase media» y en su percepción como un grupo fundamental de la sociedad argentina. Todos los diarios destacaron las noticias acerca de los tres actos de 1944 y varios de ellos sentaron su posición a través de artículos editoriales, a veces debatiendo entre sí. En este momento, en el que todavía Perón no se había convertido en una figura tan rechazada por muchos, varios periódicos elogiaron su preocupación por la clase media. En sus felicitaciones, con frecuencia introdujeron un elemento que ya conocemos: la idea de que esa clase era valiosa por ser el «justo medio» capaz de equilibrar y moderar la lucha entre las clases baja y alta. Por dar un solo ejemplo, El Mundo editorializó entonces sobre esa clase, “obligada a vivir en una modestia decorosa muy próxima a la pobreza» ya que debe «responder a todas las exigencias de los privilegiados» sin que pueda, como los obreros, «refugiarse en el menor número de obligaciones sociales». Hasta ahora la «clase media» no había tenido ningún partido que defendiera su situación económica. Y sin embargo —continuaba el diario— se trata de un «elemento de estabilidad y progreso» y de «moderación» fundamental, situado «en el punto de encuentro» entre obreros y clase alta. Dada la trascendencia de este grupo social, El Mundo concluye felicitando a Perón por ocuparse de evitar su «proletarización».12 Este tipo de ideas sobre la clase media como «justo medio», completamente ausentes en los discursos de Perón, están en la línea de las intenciones que en capítulos anteriores hemos llamado «contrainsurgentes», ya que otorgan implícitamente una superioridad a la clase media respecto de la obrera y la colocan en un papel de dique de defensa del orden social. No casualmente, en ninguno de estos editoriales se hizo mención a las críticas del «individualismo» de la clase media presentes en las alocuciones del coronel.

No todos fueron elogios, sin embargo: La Prensa sugirió de manera apenas velada que Perón quería movilizar a la clase media con intenciones fascistas. Para el diario, de orientación liberal, la «clase media» era no sólo el «factor más poderoso para la conservación del orden social» y para el «progreso», sino también una garantía contra la «demagogia».13 Las espe­ranzas cifradas en una clase media que se opusiera a Perón no podían estar más claras. Tan claras, que motivaron una violenta respuesta de El Federal, diario nacionalista, de simpatías fascistas y favorable al gobierno. El Federal había ya manifestado gran entusiasmo por el interés del coronel por la clase media.14Pero la advertencia de La Prensa, «tan inesperadamente defensora de la clase media», desató las iras de sus editorialistas, que acusaron a ese diario de ser agente de los intereses de los ricos y llamaron a Perón a continuar su obra de defensa de aquella clase, para protegerla de «los grandes consorcios capitalistas» y de la «politiquería», aunque ello ofusque a «los pontífices del liberalismo disgregador».15

La convocatoria de Perón en 1944 también fue importante porque estimuló a algunas entidades gremiales a identificarse como «clase media», algo que antes muy rara vez habían hecho. Por ejemplo, el 21 de septiembre de 1944 la Concentración de Entidades pro Comercio Independiente organizó un acto muy concurrido en el estadio Luna Park. La asociación convocante tenía una importante actuación previa en defensa de los comerciantes y en 1944 decían representar a más de 125.000 minoristas de todo el país. Conocidos dirigentes gremiales como Antonio Rey y José Mazzei, a quienes habíamos mencionado anteriormente como autoridades del Centro de Almaceneros, eran dos de las figuras clave de la entidad. En el mitin entregaron un petitorio a Perón, invitado para la ocasión, reclamando medidas varias en defensa del ramo. Uno de los oradores de ese día, Tomás R. Sapia (dirigente de la Asociación de Ferreterías, Pinturerías y Bazares), sostuvo que los de su gremio pertenecían a «una rama de la clase media que está muy lejos de ser rica, pero tampoco es demasiado pobre» y que estaban dispuestos a luchar para «mantener a todo trance esta posición».16 Como señalamos en el capítulo seis, ni en los numerosos actos de ese tipo realizados en los años anteriores por el gremio de los minoristas, ni en sus publicaciones periódicas, se habían identificado hasta entonces de esa manera. Es probable que Sapia, teniendo en mente las recientes «asambleas» organizadas por Perón, eligiera presentarse como «clase media» bajo la suposición de que las autoridades serían así más receptivas a sus demandas.17

Otro ejemplo parecido es el de la Asociación Bancaria, que eligió presentarse como «clase media» en respuesta a las iniciativas de 1944 de la STP en defensa «de nuestro gremio y de nuestra clase social».18 Y también entre los médicos encontramos un impacto de la convocatoria de Perón similar. Uno de los oradores de las «asambleas» de 1944 fue el Dr. Manuel Augusto Viera, quien tenía una amplia trayectoria previa como promotor de la agremiación de los galenos: era dirigente del Círculo Médico del Oeste desde principios de la década de 1930 y llegó a ser vicepresidente segundo del Colegio de Médicos de la Capital en 1937-1938. En junio de 1944 Viera fue convocado a colaborar con la STP en la redacción del Estatuto profesional del médico. Allí manifestó sentirse parte de la “clase media” que Perón llamaba a organizarse.19 En su discurso en la «asamblea» de Flores, declaró ante Perón que «la clase media del país está de pie» lista para hacerse cargo de la tarea que le toca en el mejoramiento de la vida de la nación.20 Considerando que en sus numerosos discursos previos como parte de su actuación gremial Viera nunca había mencionado a la clase media ni sus problemas en general, sino tan sólo los de su propia profesión,21 y teniendo en cuenta que el concepto de «clase media», como vimos, tampoco formaba parte del vocabulario del gremialismo de los médicos hasta entonces, es preciso concluir que su identificación con esa clase fue por la influencia de las iniciativas de Perón y la STP.

Ironías del destino: aunque Perón pasó a la historia como un líder amargamente enfrentado a la clase media, ningún otro político argentino había hecho tantos esfuerzos para convocarla públicamente. Nunca antes un organismo oficial como la STP se había ocupado de diseñar políticas dirigidas explícitamente hacia ella. No existían antecedentes de la envergadura de las «asambleas» que el coronel organizó (y de hecho ningún otro político argentino repetiría en el futuro un llamado a la «clase media» de esa magnitud). El debate desatado a raíz de la convocatoria de Perón superó con creces la importancia que habían tenido cualquiera de los anteriores, instalando firmemente a la «clase media» como objeto de reflexión y discusión públicas.

Referencias:

1 Diario Página/12, 23 de febrero de 2015.
2 Hugo del Campo: Sindicalismo y peronismo, Buenos Aires, CLACSO, 1983, p. 121.
3 Cristian Buchrucker: Nacionalismo y peronismo, Buenos Aires, Sudamericana, 1987, pp. 301-309,318.
4 Juan Carlos Torre: La vieja guardia sindical y Perón, Buenos Aires, Sudamericana, 1990, pp. 72-94.
5 Del Campo: Sindicalismo y peronismo, p. 151.
6 Torre: La vieja guardia, pp. 107-108.
7 La documentación sobre las «asambleas» puede hallarse en Ezequiel Adamovsky: «El peronismo y la clase media’: de las ilusiones al resentimiento, 1944-1955», EntrepasadosN° 31, comienzos de 2007, pp. 117-39.
8 Juan D. Perón: El pensamiento del Secretario de Trabajo y Previsión en el análisis de los problemas de la clase media [folleto], Buenos Aires, Secretaría de Trabajo y Previsión, 1944, pp. 7-19, 23-30,41-46.
9 Véase Crónica Mensual de la Secretaría de Trabajo y Previsión, N° 3, julio 1944, pp. 957-61; n° 4, agosto 1944, pp. 20-21; n° 5, septiembre 1944, pp. 24-25; n° 14, junio 1945, pp. 27-29; n° 20, diciembre 1945, pp. 12-15; Juan D. Perón: La justicia social llegará a la clase media argentina [folleto], Buenos Aires, 1944; Acción Sanearía, n° 192, agosto 1944, pp. 14-15; El Federal, 5/8/1944, p. 3.
10 Repr. en Elena Susana Pont: Partido Laborista: Estado y sindicatos, Buenos Aires, Centro Editor de América Latina, 1984, pp. 116-18 y 137.
11 Los motivos de este cambio en el vocabulario de Perón se analizan en Ezequiel Adamovsky: «El peronismo y la ‘clase media’…»
12 «Un elemento de estabilidad y progreso», El Mundo, 2/8/1944, p. 4. Otros ejemplos en El Diario, 29/7/1944, p. 4; La Fronda, 29/7/1944, p. 5; El Pueblo, 3/8/1944, p. 8; El Día (Buenos Aires), 3ra. edición, 5/8/1944, tapa; El Día (Buenos Aires), 8/8/1944, tapa. Los Círculos Católicos de Obreros también elogiaron la iniciativa: véase «Clase media», Lábaro, n° 97, julio 1944, p. 3.
13 «La clase media en la Argentina», La Prensa, 7/8/1944, p. 4.
14 El Federal, 30/7/1944, p. 5; 5/8/1944, p. 3; 8/8/1944, p. 3.
15 «La Prensa, órgano de la contrarrevolución y su concepto de la clase media», El Federal, 8/8/1944, p. 3. Véase tb. El Federal, 9/8/1944, p. 2.
16 La Nación, 22/9/1944, tapa y p. 5.
17 Una entidad de Zarate también se identificó como «clase media» en diciembre de 1944, en una nota que elogiaba las medidas recientes de Perón; Centro de Almaceneros Minoristas y Afines (Zarate), n° 8, dic. 1944.
18 Acción Bancaria, n° 190, junio 1944, p. 3; n° 192, agosto 1944, p. 13.
19 Revista del Círculo Médico del Oeste, n° 147, julio de 1944, pp. 360-63.
20 Crítica30/7/1944; La Prensa, 30/7/1944, pp. 8-10.
21 Véase La Semana Médica y la Revista del Círculo Médico del Oeste.

Fuente: www.elhistoriador.com.ar