Vicente Lopez

Una vez finalizada la etapa de la conquista de América, comenzó la del asentamiento y la afinación de las estructuras políticas necesarias para organizar el trabajo y los circuitos comerciales en los territorios ganados por la corona española.

Este período se extendería durante el siglo XVII y buena parte del XVIII. Pronto la realidad de los territorios coloniales y las necesidades de la corona en el “viejo mundo” hicieron necesaria una nueva reestructuración. Esto sucedió hacia mediados del siglo XVIII.

Entonces, ya estaban los Borbones al frente del Imperio Español. Sus reyes formaron parte de lo que se denominó despotismo ilustrado, que mezclaba la centralización política y la especialización de las áreas de gobierno.

Fue Carlos III el representante más emblemático de estos reyes, quien intentó sacar a España de la crisis económica en la que estaba hundida a causa de sucesivas guerras. Carlos III buscó en las colonias los recursos para sanear las finanzas reales.

Entre los cambios impulsados, se encontraron las reconfiguraciones político-administrativas. Siguiendo la creación del Virreinato de Nueva Granada (1740) y las Capitanías Generales de Venezuela (1731) y Cuba (1764), en 1776, se creó el  Virreinato del Río de la Plata, que adquirió estatus permanente un año más tarde, por orden real.

El nuevo virreinato comprendía las provincias de Buenos Aires, Paraguay, Tucumán, Potosí, Santa Cruz de la Sierra, Charcas, Mendoza y San Juan. También una pequeña región del sur de Brasil. Autonomizados de la anterior capital de Lima, fue el antiguo gobernador de Buenos Aires, Pedro de Cevallos, quien estuvo a cargo de la nueva entidad.

Para recordar la fecha de creación de este virreinato que tuvo como centro el puerto de Buenos Aires, recuperamos las palabras de Vicente Fidel López, que en el primero de su extensa y pionera obra sobre la historia del país puso de relieve la trama que decidió la coronación de Buenos Aires.

Fuente: Vicente Fidel López, Historia de la República Argentina, Tomo I, Buenos Aires, La Facultad, 1911.
“Gobernada por hombres que sabían ver lejos en vastos horizontes, que después de haber estudiado el estado social y administrativo de América se hallaban dispuestos a emprender su reforma y dar desarrollo a su cultura en una escala de otras dimensiones que las antiguas, el rey creyó que no era bastante mandar una fuerte expedición a debatir sus derechos con Portugal en los campos de batalla, sino que era indispensable también crear un robusto virreinato en Buenos Aires, separando del Perú la vasta zona que quedaba al oriente de los Andes, desde el lago de Titicaca hasta el Cabo de Hornos, con el objeto de que toda esa importantísima porción de sus dominios cuyas salidas naturales daban al Atlántico tomase una vida propia y fuerte, capaz de bastarse a sí misma por su natural desenvolvimiento. Pero esto mismo, por nuevo y grandioso que fuera como concepción, habría sido incompleto (…) Había pues que complementar la creación del nuevo virreinato con la apertura del comercio libre de sus puertos a todos los de España, demoliendo para siempre el monopolio de Cádiz, que por haber sido tan enemigo de nuestro tráfico había sido también la causa principal de que el contrabando se hubiese arraigado en nuestro río desempeñando las veces de comercio libre con todas sus ventajas para la población y para la riqueza del país. (…) El contrabando, subsistiendo el monopolio comercial del puerto de Cádiz, equivalía en el Río de la Plata al comercio libre y franco del puerto de Buenos Aires con los puertos y marinas extranjeras. Los resultados estaban a la vista de todos: Buenos Aires había crecido y rivalizaba ya con Lima, en grandeza y en importancia, sin más elementos que las materias primas que entregaba al extranjero por contrabando, digamos por comercio libre, y los retornos que recibía del mismo modo para internarlos hasta el Alto Perú por ese ancho camino que había contribuido a formar riquísimos apostaderos desde Córdoba hasta Salta, por el que a la vez se recibía de Potosí ingentes sumas de metales preciosos para saldar la internación de las mercaderías extranjeras.”
Vicente Fidel López